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Las pasarelas y azoteas del Centro Botín acapararon la atención de los visitantes el primer día de apertura al público
«¡Venga, abrimos!»

«¡Venga, abrimos!»

Miles de personas recorren las pasarelas, exposiciones y azoteas del Centro Botín en su primer día de apertura libre al público

Gonzalo Sellers

Domingo, 25 de junio 2017, 07:44

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Juan mira fijamente el montón de pastillas blancas desparramadas por el suelo del salón principal del Centro Botín. Le llaman tanto la atención como a los Reyes de España el día anterior, cuando preguntaron a Paloma Botín por su contenido durante el recorrido que hicieron por el edificio tras su inauguración. A Juan le dicen que es un montaje de Carsten Höller llamado Pill Clock, pero sólo tiene ocho años y se le adivina el ansia por cogerlas. Y puede hacerlo. Esa es la esencia de la obra del artista belga.

Sus trabajos no están completos si el público no interactúa. María, una empleada de la Fundación, le ofrece a Juan y a su padre, Carlos, un vaso de agua para pasar las píldoras. Igual que a los monarcas, les explica que «sólo son placebos, inocuas». «Mucha gente se ha a trevido a hacerlo, mucha más de lo que nos esperábamos», reconoce. Y Juan y Carlos, convencidos, se las tragan. «¿Tienes alucinaciones?», le pregunta riéndose su madre. La mente del niño, predispuesta a todo, no tarda mucho en contestar que sí. Por supuesto que sí. «Si esperas un tiempo, las luces van más rápido», asegura antes de pasar corriendo por el túnel de luz de Höller, una de las piezas estrella de la colección.

Juan, Carlos y el resto de su familia fueron parte de los miles de santanderinos que ayer pisaron, por primera vez, el edificio diseñado por Renzo Piano e imaginado por Emilio Botín. Después de cinco años de grúas y vallas, de una inversión superior a los 80 millones de euros y de la inauguración oficial del viernes a cargo de don Felipe y doña Letizia, el Centro se estrenó para todos los ciudadanos. Fue su primer día de contacto con la rutina. Aunque ayer, de rutina, hubo más bien poco.

Expectación y aprendizaje

La expectación palpada el día anterior durante la visita de los monarcas, con un millar de personas aguantando hasta cinco horas para verlos de lejos, y en la masiva asistencia al espectáculo de fuegos artificiales y danza de por la noche, se confirmó durante toda la jornada de ayer. Medio centenar de personas ya esperaban haciendo cola en los Jardines de Pereda a que dieran las diez de la mañana. Les dio tiempo hasta para ver pasar por delante al ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, haciendo ejercicio. Muy puntual, el director de la Fundación Botín, Íñigo Sáenz de Miera, dio el pistoletazo de salida: «¡Venga, abrimos! Retirad la valla, que la gente vea que ya puede pasar», les pidió a los vigilantes de seguridad.

Las claves

  • A tener en cuenta

  • Exposición

  • La muestra de Carsten Höller llamó la atención de los visitantes por la necesidad de participar

  • Expectación

  • Medio centenar de vecinos hicieron cola antes de las diez de la mañana para ser los primeros en entrar

El primero de la fila, Pedro Gómez, un visitador médico jubilado de 81 años, pasó el último lustro viendo levantarse, poco a poco, el edificio. «Es una maravilla arquitectónica. Ha sabido respetar las vistas al mar. Es una de las grandes obras de la historia de Santander. Espero que tenga mucha repercusión social y cultural», deseó.

Pedro, seguido por otros vecinos que ya tienen la tarjeta permanente de socios, subió directamente por las escaleras al interior del Centro. Otros tuvieron que pasar por la taquilla situada en los bajos del edificio, junto a la tienda y la cafetería. A 8 euros la entrada y reducida para menores de edad, parados, jubilados, familias numerosas... El grupo más grande, simplemente, se dedicó a pasear y acercarse a primera línea de mar protegidos por las 270.000 escamas que cubren el edificio. A ocupar el espacio público y gratuito del Centro. Aunque al principio costó un poco hacerse la idea de que ya se puede pasar donde, hasta ahora, todo eran vallas, camiones, grúas y señales de prohibido el acceso. «Pueden pasear por donde quieran, todo esto es suyo», les animó Sáenz de Miera a los más cautelosos que no se atrevían a cruzar por la plaza que llevará el nombre de Emilio Botín, como anunció la alcaldesa de Santander el día de la inauguración.

El edificio, el continente, fue la gran atracción de la primera jornada por delante de las exposiciones de los grabados de Goya, las piezas de Höller o el resto de trabajos de la colección de la Fundación. Es normal. Todo el mundo quería comprobar esa nueva perspectiva en altura de la ciudad y caminar sobre las pasarelas bahía adentro. «Esto es maravilloso. Nos ha sorprendido, desde fuera engaña mucho, parecía que habían construido un calefactor en primera línea de mar, pero no es para nada así. Es increíble», reconocieron Concepción y Gema, dos de las santanderinas que se fotografiaron en cada rincón de la instalación.

Cama de lujo

Dentro del edificio, las miradas se paraban primero en la exposición de los grabados de Goya. Esa luz que obsesionó a Renzo Piano en el diseño del edificio y que llena todas las estancias, queda aquí marginada para proteger el patrimonio histórico en papel del pintor aragonés, solo visible entre sombras y claroscuros.

Con los bolsos pegados al cuerpo y con la prohibición total de sacar fotos dentro de las salas, como insisten en la entrada, los primeros visitantes del Centro Botín también se encontraron de golpe con el ahorcado de Juan Muñoz y con el montaje de Höller. El pasillo de luz, las pastillas en el suelo y, sobre todo, la cama sobre un elevador acapararon todo el interés. «Yo no pagaría 350 euros por dormir aquí lo que cuesta pasar una noche en la obra del belga en fin de semana, pero entiendo que haya gente que sí. Si esto hace que venga más gente a la ciudad, bienvenido sea», señaló Nacho, un santanderino que pisó ayer el edificio con su familia por primera vez.

Desayuno dos estrellas

También fue el estreno de los trabajadores de la tienda y de la cafetería regentada por Jesús Sánchez, del Cenador de Amós. El chef dos estrellas no quiso perderse la inauguración y se acercó ayer al Centro Botín. Pendiente de todos los detalles, se arremangó para ayudar a los camareros y meterse con ellos en el estrecho espacio tras la barra que tienen para trabajar. «Aquí estamos de estreno, irá rodando poco a poco, hoy es un día de prueba», les explicó a unos clientes.

Mientras, en la tienda, plagada de motivos marineros, recuerdos y folletos de la exposición, las encargadas entregaron un sobao de El Macho de medio kilo a las cincuenta primeras personas en comprar un obsequio. «Sobre todo se llevan el catálogo de Goya, tazas y camisetas», desvela María, una de las encargadas.

Una vez superada la novedad de los primeros días para los santanderinos, la Fundación espera que el Centro se consolide como un referente cultural del Norte de España, tanto en el circuito internacional de exposiciones como ejemplo de apoyo a la formación artística. El reto será conseguir esas 200.000 visitas anuales marcadas como objetivo hace cinco años, cuando Emilio Botín y Renzo Piano tiraron abajo la valla que separaba la ciudad del Frente Marítimo para empezar a construir el Centro.

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