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Las inscripciones están en la zona conocida como el Lapius, un área rocosa que está a un costado del Centro de Interpretación del Litoral. María Gil
Las inscripciones en la roca del Lapius de La Maruca son el homenaje que un hombre hizo a su familia hace casi cincuenta años

El enigma de La Maruca ya queda resuelto

Las inscripciones en la roca del Lapius son el homenaje que un hombre hizo a su familia hace casi cincuenta años

Álvaro Machín

Santander

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Martes, 20 de marzo 2018, 07:15

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Tino Vázquez Sanjuán tenía dos pasiones. Los bolos y La Maruca. A lo primero le dedicó horas de juego en la arena y de gestión en la junta directiva de La Carmencita. Hasta tinta, porque escribió mucha poesía de emboques y chicos. «El juglar de los bolos le llamaban», cuenta su hija con orgullo en el aliento. Ella recuerda que «hasta con ochenta años aún iba en bicicleta a bañarse y a tomar el 'blancuco' en aquel bar que había de madera». A bañarse y «a pulir». A escribir con cincel en las rocas del Lapius, en La Maruca. Su lugar favorito. Segunda pasión. Lo cuenta tras leer el periódico del domingo. «Vicente, si esto es lo que hacía mi padre», le dijo a su marido cuando vio el reportaje de El Diario con el enigma de unas inscripciones en las rocas que nadie sabía explicar. Letras y números. En realidad, iniciales y fechas. Las de los nombres y los nacimientos de la tercera pasión de Tino. Su familia y, en especial, sus nietos. «Cuando nacieron quería dejarles algo que pudieran ver cuando él ya no estuviera». Ella, su hija, Carmen del Pilar Vázquez, cree que empezó en 1970. Y hasta hoy. Enigma desvelado.

Ni matrículas de barcos, ni códigos de canteros, ni fechas militares. Tampoco scouts, acontecimientos de la Guerra Civil o detalles de ceremonias para despedir a seres queridos con sus cenizas en el Cantábrico. Fue Tino hace casi cincuenta años. «Era un hombre llano, pero no vulgar. Tenía inquietudes». Una de ellas era la mar -desarrolló su carrera profesional como controlador portuario- y otra, la afición «desde jovenzuelo» por trabajar la piedra. Bajaba a darse un baño desde la avenida de Valdecilla y, mientras otros se tostaban al sol en esa zona, él trabajaba en su pequeña obra. Lo cuenta Carmen por teléfono y su nieta (bisnieta del autor) a través de un mensaje en la web del periódico.

Sus datos cuadran. 'MGA-28-4-1914' es Manuela González Arriola, la esposa de Tino, que nació en abril del 14. Es la inscripción que mejor está conservada. La de su hija es el 'CPVG 23-3-1949' (Carmen del Pilar Vázquez González) y así, con el resto, incluida la suya ('TVS' y una fecha que achacan, en este caso, a la que pudo empezar con la tarea). Está el marido de Carmen (Vicente Rovira Llorente) y los dos hijos de la pareja. Vicente y Elena Rovira Vázquez, los nietos. En total, seis inscripciones, aunque algunas sean más difíciles de descifrar por efecto de la erosión en estas décadas.

Carmen no tiene claro de dónde pudo salir el nombre que está también grabado con un trazo que parece el mismo -'Mario', pone allí al lado-. «No lo puedo confirmar, pero tengo idea de que alguien le pidió si podía poner también su nombre. Creo recordar que nos lo contó mi padre». A ella le «ha hecho ilusión» revivir todo esto. Por su padre, que falleció en noviembre del 88 a los 83 años, y por su bisnieta, «que algo sabía y ahora lo habrá recordado». Por todo. «Mira -dice casi al final- hoy, día de San José (por ayer), hace precisamente setenta años que se casaron mis padres».

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