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Para bravos, los novilleros

Para bravos, los novilleros

La torería de Alejandro Marcos y la capacidad de Luis David Adame sobresalieron frente a un descastado encierro de José Cruz

PPLL

Miércoles, 27 de julio 2016, 17:25

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Comenzó la cuarta de abono con un solemne minuto de silencio en memoria del maestro de fotógrafos taurinos Francisco Cano Canito. Fallecido en la madrugada del martes al miércoles en su natal Valencia, en el transcurso de la jornada de ayer se sucedieron infinidad de homenajes en los medios de comunicación y en las redes sociales. Especialmente emotivo resultó el tuit con el que Raquel Sanz, viuda del matador de toros Víctor Barrio, expresó su dolor: «Mi torero ya tiene quien le inmortalice en la eternidad. Canito, no olvides cada noche, durante mis sueños, mandarme las instantáneas. Descansa en paz». Imposible destilar mayor humanidad en estos revueltos tiempos en los que los anónimos y sádicos animalistas campan impunes por las tierras del pajarito. Todo un ejemplo el de Raquel.

Honrada la memoria del centenario fotógrafo, saltó al ruedo el primer novillo de la tarde. Escasamente armado es un decir, alto de agujas, zancudo y vareado de carnes, Camorrista ofreció las más enclasadas y templadas embestidas del encierro de José Cruz. Sensacional fue el quite por tafalleras de Alejandro Marcos. Toreras las espaldinas con las que abrió faena. Enganchados, templados y cargados de expresión los muletazos en redondo. De exigente y profundo trazo los naturales. Tras la primera tanda con la zurda, el utrero comenzó a acusar una inoportuna voltereta durante el tercio de banderillas. Desarrollado un molesto rebrincamiento, el novillero salmantino resolvió tirando de convicción y del amplio repertorio de suertes del toreo. Tras dejar más de media estocada delantera, paseó un merecido trofeo.

A Luis David Adame le vislumbramos sobrado frente a su primero, un torito de seria y hermosa lámina, que no aguantó ni la tanda de inicio del último tercio. Tiraba con pulso del novillo Adame, cuando Agualimpia se soltó de la franela para nunca más volver. Porque no volvió a rematar ninguna de sus acometidas. Ni por el derecho ni por el izquierdo. Agarrado el astado al ruedo, el torero hidrocálido acortó los terrenos y pasó al ataque. Especialmente significados fueron los circulares invertidos, las bernardinas y el estocanazo, un auténtico puñetazo, con el que rubricó su actuación.

El tercero de la tarde salió por toriles con el hocico por delante. Razón por la que Rafael González meció el capote para acariciar las prometedoras embestidas de Golondrino. Con la muleta, el madrileño alternó aciertos y... Cierto es que su muletazo no es muy largo, pero quiso enganchar las acometidas en los vuelos y gobernar el trazo. Por momentos pareció perder fibra, pero siempre dejó puesto el engaño adelante y en el mismísimo hocico. A fuerza de ser sincero, cuando apretó de verdad, el novillo protestó. Pese a los desajustes, está muy verde, dejó ganas de volver a verlo.

Traspasado el ecuador del festejo se lidió un ejemplar de nombre Pantera. Como tal se comportó. Suelto y abanto de salida, el de José Cruz no obedeció a los capotes ni terminó de fijarse en ningún momento. Incómodo a más no poder, embistió con el pitón contrario con la sóla voluntad de topar la franela. O los antebrazos. En realidad lo que pillara por delante. Frente a él, Alejandro Marcos insistió en componer una faena al uso, en vez de lidiar, de doblarse sobre las piernas para torearlo de pitón a pitón. A destacar el modo con el que el joven charro se tiró tras la espada. Aunque esta quedara trasera y tendida, nadie discutirá su decisión al ejecutar la suerte suprema.

El segundo de Adame fue quizá el más vastito de todo el encierro. Pronto descubrió su mansa condición. Se movió de lo lindo. Sin orden ni concierto. Sin clase ni ritmo. De ahí la importancia de la labor de Luis David. Poderoso de inicio, inteligente cuando el novillo tocó retirada. Buscó sin cesar las arrancadas para tratar de estructurar una medida y compuesta labor, rematada sorprendentemente de medio espadazo, delantero y caído, al encuentro. Oreja al esportón.

Cerró festejo un novillo encogido y reservón que fue desarrollando violencia y un agudo sentido depredador. El hecho de que Rafael González le obligara a tomar los engaños por abajo, sin dejarse tocar las telas, lo enfadó sobremanera. Aguanto el novillero los intenpestivos envites de Virrey. Puede que en exceso. De ahí que estuviera a punto de ser prendido. Todo quedó en un chocazo de trenes. Porque el madrileño no le volvió la cara.

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