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Memorable tarde de toros

Memorable tarde de toros

‘El Juli’, Perera y Roca Rey salen a hombros de Cuatro Caminos después de imponerse a un desclasado y locuno encierro

alfredo casas

Jueves, 28 de julio 2016, 15:02

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Con todos los matices que ustedes quieran, una tarde de toros para el recuerdo. No puede ser casualidad que en los tendidos del coso cántabro se entonara la popular Fuente de Cacho. Cuando el río suena agua lleva. Al margen de que para estas horas, media Cantabria afirmará haber presenciado en vivo y en directo la quinta del abono de Santiago, cuando finalice la temporada y llegue el duro y frío invierno, muchos de ustedes se dirán mentalmente: «yo estuve en Cuatro Caminos aquella tarde del 28 de julio». Tiempo al tiempo.

Serán Domingo y Justo Hernández dos de los ganaderos de toros de lidia más afortunados del campo bravo. De Salamanca, de España y del planeta del toro. Por las manos en las que cayó su desigual corrida, las de El Juli, Miguel Ángel Perera y Roca Rey, su correoso y desclasado encierro, de engañosa movilidad, con más motor que fondo y, en el mejor de los casos, la clase a cuentagotas, pareció hasta bueno. Como se lo cuento. Incluso alguno de los toros fue generosamente ovacionado por el respetable en el arrastre. Nones. Se trató de un espejismo en el desierto santanderino. La reacción, puede que natural, a una tarde de toros rubricada con la salida a hombros de tres toreros que demostraron su incuestionable condición de figuras del toreo.

Si portentosa fue la actuación de El Juli con el toro que rompió plaza, un astado que de salida se movió por inercia y terminó acometiendo a regañadientes, descompuesto y a la defensiva, de soberbio debemos calificar su sengundo trasteo. Será sin lugar a dudas la más significada faena del maestro madrileño en lo que llevamos de temporada. Fue el cuarto un toro que embistió apoyándose sobre las manos, de humillado embroque y díscolo remate. Pareció tener un muelle en el cuello. Una y otra vez soltó la cara con violencia y la sola intención de tropezar los engaños. Pues no lo logró ni una vez. ¡Ni una!

Antes de meterse en harina, administró, ahormó y asentó El Juli la locuna condición de su oponente. Nunca lo molestó cuando se movió por los alrededores, antes de llegar y después de salir de la suerte, y lo apretó de veras cuando lo tuvo empapado en las telas. Lo que comenzó siendo un trasteo para aficionados logró llegar a todos paulatinamente. Según fue Julián asentándose sobre la vertical, ciñendo los embroques, manteniendo mucho tiempo al de Garcigrande en la panza del engaño y profundizando los muletazos. Simplemente colosal. El milagro del toreo, refrendado con un estoconazo pelín trasero. No consintió El Juli que semejante faena pudiera ser difuminada con los aceros. Dos orejas de ley. Indiscutibles.

Un trofeo cortó Miguel Ángel Perera a los dos morlacos de su dispar lote. Encastado, combativo y exigente el que hizo segundo en el orden de lidia. Pudo el extremeño, a fuerza de bajarle la mano, despejarle las incógnitas, ralentizar su velocidad y empujarlo hasta el infinito y más allá. Por ambos pitones. Hasta que Perera acortó la distancia. Entonces, el toro protestó violentamente y se agarró al ruedo.

Aunque manso, el quinto se movió desde su salida por chiqueros a su aire, sin entrega. Fue y vino sin fijeza y con poder hasta el punto de descomponer a los banderilleros. Si tienen dudas pregúntenle a Javier Ambel. Pasó las de Caín. Al grano. Aunque falto de ritmo durante el último tercio, el toro fue templadamente calibrado en las primeras tandas en redondo. Entonces comenzó a aletargarse en la franela, momento que Perera aprovechó para quemar las naves entre los pitones con su habitual dominio y suficiencia. Que modo de pasarse al toro por la faja. Sin pestañear. Cuantas veces quiso. A su entero antojo.

A pesar de su juventud, aunque el público no terminó de entrar en el firme e implacable planteamiento de su labor al tercero, un toro desrazado y protestón, que no paró de amagar con rajarse en todo momento, Roca Rey acabó imponiendo su ley, la del más fuerte. Por lo menos en este momento de la temporada. Complejo a más no poder, el exigente sexto embistió con el hocico metido entre las manos, pero como con el freno de mano echado. Más que echar humo, levantó arena. No siempre logró Andrés empastar los ritmos, pero su intención el toreo es intención, el modo de conquistar el terreno de su oponente, la consciencia de lo expuesto, la voluntad de manejar y pulsear los vuelos del engaño y un estoconazo cobrado al encuentro conmovieron a todos.

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