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Una de las fotografías de Cecil tomadas por Brent Stapelkamp, que lo estudió durante años
La huella de Cecil

La huella de Cecil

Hace un año, un dentista estadounidense mató al león más famoso de África. Su muerte indignó al mundo y ha concienciado a los gobiernos y la ciudadanía sobre la necesidad de proteger a estos animales

carlos benito

Martes, 26 de julio 2016, 08:01

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Entre los cientos de miles de animales que los cazadores abatieron el año pasado, había uno tan especial como para que podamos citarlo por su nombre. Cecil era un león de melena oscura, de espléndida estampa a sus trece años, que vivía en la reserva de Hwange, en Zimbabue: dicen que se trataba del ejemplar más fotografiado de su especie y, desde luego, estaba acostumbrado a la proximidad de las personas, hasta el extremo de tolerar la presencia de vehículos a escasos metros de distancia.

Acaba de cumplirse un año del día en el que su camino se cruzó con el de Walter Palmer, un dentista millonario de Minnesota que se había trasladado al otro lado del mundo y había pagado 50.000 dólares para cumplir su capricho de abatir un león: en realidad, el encuentro no fue fruto del azar, porque a Cecil lo atrajeron fuera de su territorio con cebos de apetitosa carne.

Aquella vez, a diferencia de otras, el ser humano no pretendía admirar al orgulloso felino, ni inmortalizar su imagen, ni tampoco estudiar sus costumbres: Palmer lo hirió con una flecha y Cecil estuvo huyendo y desangrándose durante horas (unos dicen que once, otros que cuarenta) hasta que lo remataron para decapitarlo y desollarlo.

A Cecil le sirve ya de poco, pero muy pronto se convirtió en un símbolo. «Cuando llegó la noticia de las circunstancias de la muerte de aquel león magnífico, se generó una indignación que ha transformado a Cecil en el emblema de la lucha por la protección de la naturaleza y contra la avaricia y la crueldad de unos pocos. Solo tenemos que recordar la imagen de Cecil proyectada en el Empire State de Nueva York», recuerdan Luis y CJ Muñoz, el matrimonio de español y americana que, desde su ONG Chelui4lions, lanzó al mundo a través de este periódico la noticia del terrible final de Cecil.

Nunca antes la muerte de un animal había conmovido a tantas personas en todo el planeta. «Ha sido la mayor respuesta global que se ha producido jamás a una historia de vida salvaje», ha confirmado el director de WildCRU, la unidad dependiente de la Universidad de Oxford que estudiaba a Cecil y sus compañeros de manada. En los días siguientes a la muerte del león, este grupo recibió más de un millón de dólares en donaciones.

El efecto Cecil

Los más optimistas se atreven a hablar del efecto Cecil, una toma de conciencia generalizada en contra de la caza de grandes mamíferos. Esa nueva actitud se aprecia en el desagrado con el que se reciben las tradicionales fotografías de safari lo saben bien el moranco César Cadaval, que posó junto a un guepardo abatido, o el jugador de baloncesto Jaycee Carroll, que la semana pasada hizo lo propio tras matar una cebra, pero también en las medidas adoptadas por gobiernos y empresas. «Se han implementado iniciativas para proteger a los leones y controlar su caza que, sin la indignación por la muerte de Cecil, no habrían visto la luz.

Por una parte, los posibles cazadores no han querido verse envueltos en publicidad negativa, como le pasó al que mató a Cecil, con lo que ha habido una disminución importante en la cantidad de personas que van a África a cazar leones salvajes. Por otra parte, varios países han prohibido desde entonces la importación de trofeos de león, como Francia y Holanda, o han endurecido tremendamente los requisitos, como Estados Unidos», exponen Luis y CJ. Compañías tan importantes como Delta, United o American Airlines han empezado a vetar los trofeos de caza en sus aviones, con lo que ya hay unas cuarenta empresas que se niegan a aceptar esa carga.

Mejorar la conservación

Cecis pride

  • Un libro para niños

  • El final del león más icónico de Zimbabue tal vez no parezca apropiado para un libro dirigido a los niños, pero Cecils Pride (es decir, La manada de Cecil) se centra en su vida, su relación con Jericho y lo que ocurrió en el grupo de felinos tras su desaparición.

  • El volumen, subtitulado La verdadera historia de un rey león, se ha convertido en un éxito editorial en Estados Unidos está ilustrado con las imágenes de Brent Stapelkamp, el fotógrafo que siguió a Cecil durante una década, y lo ha escrito el popular autor de libros infantiles Craig Hatkoff en colaboración con sus hijas Juliana e Isabella.

La muerte de Cecil ha avivado el debate sobre la mejor manera de afrontar la conservación de los leones, cuya población salvaje se ha reducido en un 43% durante las últimas dos décadas: quedan en África alrededor de veinte mil ejemplares en libertad, la décima parte de los que había hace un siglo.

Las principales amenazas a la especie, según un informe conjunto publicado recientemente por las organizaciones Panthera, WildCRU y WildAid, tienen que ver con la mengua constante de su hábitat. Los leones se ven desplazados por los seres humanos: la superficie agrícola se vuelve cada vez mayor, las presas escasean y, además, se producen los roces inevitables con los ganaderos, que a menudo degeneran en matanzas.

La llamada caza deportiva constituye un «factor menor» en este complejo panorama, pero ocupa un lugar central en las discusiones: las asociaciones cinegéticas y algunos conservacionistas defienden que la venta de licencias permite sufragar las acciones de protección, pero esa postura se ve cada vez más contestada. Los últimos en criticarla han sido los demócratas estadounidenses, que el mes pasado presentaron un estudio donde concluyen que el daño supera al beneficio.

Trece hijos, quince nietos

Según el Fondo Internacional para la Protección de los Animales, en la década que va de 2004 a 2014 se exportaron desde África partes corporales de 8.231 leones. España es uno de los protagonistas e este turismo cinegético: con 685 ejemplares, ocupa un lugar destacado en las tablas mundiales, muy por detrás del gigante estadounidense y sus 5.198 leones pero con bastante ventaja sobre los mexicanos (303) y los alemanes (261).

De hecho, en un principio, hubo grupos conservacionistas de Zimbabue que identificaron al cazador de Cecil como español, una nacionalidad con la que están muy familiarizados los intermediarios del mundillo. Eso también parece haber cambiado: «En este último año, no tenemos constancia de que se hayan pedido permisos para importar trofeos de león a España», indican los responsables de Chelui4lions.

El repaso a lo ocurrido tras la muerte de Cecil quedaría incompleto si olvidásemos a su manada. El león compartía liderazgo con otro macho, Jericho, a la vez compañero y rival, cuya reacción preocupaba a los expertos: en este tipo de alianzas, resulta común que el superviviente mate a los cachorros del macho desaparecido, para procrear cuanto antes con las madres e imponer su línea genética.

Brent Stapelkamp, un investigador y fotógrafo que llevaba una década siguiendo a Cecil y documentando su vida, fue testigo de la conducta de Jericho: «Intentamos no atribuir emociones humanas a los animales, pero lo vi con mis propios ojos ha relatado a la cadena WBUR. Jericho se dio cuenta de que Cecil no estaba y fue una sombra de sí mismo durante un tiempo, mientras se hacía a la idea». Desde luego, no mató a las crías del socio ausente: según las cuentas más recientes, la descendencia de Cecil asciende a trece hijos y quince nietos.

El cazador

¿Y qué ha sido de Walter Palmer? El dentista de Minnesota tuvo un par de meses difíciles: se vio obligado a cerrar su consulta, le llamó gilipollas uno de los presentadores punteros de la televisión estadounidense, le cayó un chaparrón de mensajes despectivos e incluso le hicieron una fea pintada en la puerta del garaje de su segunda vivienda, una casa de Florida con una decoración inspirada en los safaris.

En su momento declaró que, de haber sabido que Cecil era un león emblemático y con nombre, no le habría disparado, y las autoridades de Zimbabue le exoneraron de toda responsabilidad y especificaron que puede volver cuando quiera al país africano como turista, pero no a cazar.

El Servicio de Fauna Silvestre de Estados Unidos mantiene abierta una investigación, aunque lo cierto es que Walter Palmer no parece atormentado por el recuerdo de su acción: la víspera del aniversario de la muerte de Cecil, se le vio acudir en su Porsche Cayenne Turbo personalizado a la coctelería de un hotel de Minneapolis.

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