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Voluntarios de Confianza Solidaria reparten comida en la Estación del Nord de Barcelona
El 'ejército' del bienestar social

El 'ejército' del bienestar social

Cuatro millones de españoles hacen voluntariado y celebran hoy su día, convertidos en el verdadero motor para luchar contra la desigualdad

antonio corbillón

Lunes, 5 de diciembre 2016, 07:18

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"Me han dado la vida. Ves a estas personas y lo tuyo deja de tener importancia. He descubierto muchas cosas de mí que no sabía». En 1992 una jubilada británica que residía en la Costa del Sol despidió a su marido, enfermo terminal de cáncer, en la más absoluta soledad. Con las fuerzas y el dinero que le quedaban decidió crear algo para que nadie volviera a sentirse como ella. Un cuarto de siglo después, 1.300 enfermos se acercan a la sede de Fundación Cudeca en Málaga. Allí se ponen a su disposición de forma altruista personas como Maribel Moya. A sus 61 años, y con la vida familiar encauzada, lleva ocho años como voluntaria regalando sus mejores sonrisas a personas a las que cualquier detalle les empuja a aferrarse a la vida. El resumen de motivaciones de Maribel, puestos en su boca, abren este reportaje.

España es hoy un poco menos pobre que hace ocho años no solo en riqueza nacional. Dice el nuevo Gobierno que la próxima primavera habremos recuperado el Producto Interior Bruto (PIB) de 2008. Si también midieran una hipotética Solidaridad Interior Bruta descubrirían que ésta no solo nunca ha entrado en crisis, sino que crece a ritmos emergentes.

Un estado dentro del Estado

  • Las 30.000 organizaciones del sector asistencial y no lucrativo atienden a 7 millones de personas. Además de sus voluntarios, tienen 645.000 contratados y mueven un volumen equivalente al 1,5% del PIB.

Se podrá comprobar hoy con la celebración del Día Internacional del Voluntariado. Una cita anual para hacer visible el deseo de muchos de vivir en un mundo más solidario. Y de su compromiso real, más allá de los buenos deseos, para hacerlo posible. Una fecha que llega después del poder de convocatoria demostrado el pasado fin de semana por los Bancos de Alimentos. Casi 130.000 voluntarios que entregaron cuatro horas de su tiempo para recoger 22 millones de kilos. Garantizará que 1,6 millones de personas acaben el año con algo en su plato. Pequeños gestos que dan vida era el lema de este año.

Cuando el calendario se acerca a la Navidad, la inflación de citas para recordar a los que no aspiran a unos días entrañables se multiplican. En paralelo a los Bancos de Alimentos, el último domingo de noviembre sirvió para que Caritas encabezara la campaña que reclama dignidad y visibilidad para las 40.000 personas que viven en nuestras calles. Es como si todos los habitantes de Soria capital durmieran en las aceras. Para quien crea que el ladrillo ha repuntado, en 2015 hubo 68.135 ejecuciones hipotecarias. «Es noticia cualquier cosa, y sin embargo no lo es que el 28,6% de la población estemos al borde de la exclusión social», explica en esta campaña la voz anónima de un ejecutado del hogar.

Cooperación global

  • la gran víctima

  • La crisis hizo cambiar el punto de vista de las necesidades. La cifra de proyectos de cooperación internacional se ha desplomado de 6.200 a 2.800 desde 2008. Los fondos a esta forma de justicia Norte-Sur han caído un 40% en los últimos cinco años. Aún así, las ONG están en 110 países y trabajan con 35 millones de personas.

Carmen Espada, 55 años y parada, era muy reticente a hacer voluntariado. Hasta que la propia implicación de su hijo de 17 años le abrió los ojos. El chico colaboraba en Casa de Caridad de Valencia y a ella le «chirriaba un poco» con ese nombre tan de otra época. Ahora, siete años después, asegura que no sabría vivir sin esa parte solidaria que le lleva a entregar navidades y fiestas, a ser «el comodín» en los calendarios de atención a los excluidos. «Hago esto por egoísmo. Porque me hace sentir bien. Para mí es un chute cuando salgo de allí. Cuando alguien me da un abrazo me pregunto: ¿cómo voy a dejarlo?».

Amparo Borja es una gitana de 41 años (tres hijos) a la que en su barrio vallisoletano consideran «la revolucionaria». ¿Su revolución? Presidir el grupo de voluntarias Baga Yagá, que se dedica a organizar performances públicas para reclamar la igualdad de género y luchar contra la violencia machista. Que quiera «parecer una paya», como murmuran en su vecindario, no le quita las ganas de «hacer cosas para romper estereotipos dentro y fuera de mi etnia».

Pablo Muñagorri es de esas personas de las que se supone que está en el grupo de los que necesitan ayuda porque padece una discapacidad intelectual de nacimiento. Y, sin embargo, lleva cinco o seis años apuntándose a cualquier actividad de apoyo que organiza la Fundación Ademo, pionera en que personas como él puedan implicarse en causas sociales. A sus 45 años, a Pablo le gusta sobre todo el deporte y ayudar en las cada vez más populares trotadas de su ciudad, Madrid. «No sabía que sería capaz de hacerlo y me hace sentir muy útil».

Sobresalientes y suspenso

Hay un tópico que afirma que los españoles son unos solidarios de aluvión. Se dejan impresionar por un terremoto en Haití o un huracán en Centroamérica. Aflojan unos euros y siguen su vida, después de matar el sentimiento de lástima o culpa. Pero la crisis de la última década ha demostrado que son los ciudadanos el auténtico «brazo armado» de la sociedad civil. Y que han decidido actuar contra sus efectos perversos, injusticias y desigualdades. «La ciudadanía sigue sacando un sobresaliente frente al suspenso de los gobiernos», resume el presidente de la Coordinadora de ONG de España, Andrés Rodríguez Amayuelas.

Lo dice porque hemos sabido adaptar la vida a la dura realidad que ha llevado a cada vez más personas a vivir en la puerta de al lado de la exclusión. O que han visto reducidos sus derechos por ser parados, inmigrantes, discapacitados, tener una enfermedad o ser de una etnia minoritaria. Un umbral que todavía están en riesgo de cruzar 13 millones de personas, según el último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN). El presidente de Psicólogos sin Fronteras, Guillermo Fouce, reflexionaba sobre el asunto en un debate para concluir que «ha habido un aumento de la indignación y ese cabreo se ha canalizado en las entidades sociales». Aunque lamenta que muchas veces «respondemos a las situaciones críticas pero en última instancia se nos olvida denunciar las causas».

Las ganas de implicarse en la realdad vienen de mucho más atrás. Este año celebran 30 años de trabajo la Plataforma del Voluntariado y la Coordinadora de ONG, dos de los grandes ejes que aglutinan esa labor cuya remuneración no es en dinero contante sino en satisfacción personal. Como recuerda el sociólogo César Rendueles, «incluso cuando éramos ricos, en 2005, la tasa de pobreza y necesidad en España era del 19%, sólo cuatro puntos menos que ahora».

Pero nos costó aterrizar en nuestra propia realidad. Hace dos décadas la solidaridad la encarnaban las acampadas que convirtieron el Paseo de la Castellana de Madrid en un camping para reclamar que el 0,7% de la riqueza nacional se destinara a cooperación. En el país crecía el debate sobre la obligación de devolver a los países en desarrollo una parte de lo que los ricos les habíamos quitado.

Al calor de aquella demanda, las organizaciones de voluntariado y cooperación se multiplicaron como champiñones. «Era un sector muy atomizado, poco eficiente, burocratizado y apalancado con los fundos públicos», resume Patricia de Roda, directora general de la Fundación Lealtad, que realiza la prueba del algodón de su fiabilidad. Sus técnicos auditan cada año más de 150 entidades que gestionan 750 millones de euros y reúnen a más de un millón de socios y voluntarios. Las principales organizaciones garantizan así su transparencia en un sector que es muy sensible a cualquier irregularidad. «Cada vez nos piden más el sello de calidad para poder presentarse en sociedad con la máxima profesionalidad», insiste De Roda.

Brazo del Estado social

Ahora esa cifra oficial de cooperación para el desarrollo ni siquiera llega al 0,12% del PIB, pero ya no es una exigencia. Porque el prisma de las necesidades ha cambiado radicalmente. Igual que dejó muchos esqueletos urbanísticos en las ciudades, la burbuja económica nos quitó el velo y descubrimos un país lleno de carencias y con unas administraciones incapaces de atender el reto de dignificar la vida de ese 23% de españoles bajo el umbral de la pobreza.

Para no fallar

  • decálogo

  • En España muchas personas donan o colaboran a golpe de impulso emocional o después de que les aborden por la calle o les llegue publicidad de alguna campaña. La Fundación Lealtad y la Coordinadora Estatal de ONGs, elaboran sus particulares decálogos para ayudar a acertar tanto al donar dinero como al elegir un lugar en el que aportar trabajo y ayuda

  • - Prioridades

  • Defina qué colectivos, actividades, zona geográfica y perfil de ONG se ajusta a su inquietud.

  • - Información

  • Consulte quién toma las decisiones, qué proyectos desarrolla, cómo se financian y gestionan.

  • - Seguimiento

  • Compruebe el impacto de su colaboración a través de la información que publica la organización en sus redes sociales.

  • - Donación en especie

  • Asegúrese antes de ayudar por buena voluntad que le ponga. Confirme si la organización pide o acepta ropa, juguetes, alimentos, medicamentos... Su gestión posterior suele ser muy compleja.

  • - Publicidad

  • Las campañas suelen apelar a las emociones. Hoy muchas ONG están adheridas a códigos de comunicación veraz.

  • - Voluntariado

  • Defina sus prioridades. Respóndase a la pregunta ¿qué causa o colectivo quiero apoyar?

  • - Sus claves

  • Cuál es su misión, vinculaciones con otras entidades (religiosas, políticas, etc), qué administraciones les apoyan.

  • - Aptitudes personales

  • Averigüe en qué áreas su ayuda es más útil en función de su formación y experiencia.

  • - Disponibilidad

  • ¿Puede colaborar de forma regular o esporádica?

  • - Formación

  • Consulte si la organización le ofrecerá apoyo personal y formativo.

  • - Seguridad

  • Confirme que la organización cuenta con un seguro para voluntarios.

En ese caldo de cultivo ha echado raíces un sentimiento colectivo de generosidad. Y los datos lo avalan. Mientras los poderes públicos se retiraban para dedicar sus fondos a apagar los grandes fuegos económicos, el voluntariado y los grupos de cooperación han crecido un 18,3% desde 2010. Un 8% de los españoles, es decir, una cifra que podría acercarse a los cuatro millones de personas, reconoce que hace alguna labor social no profesional. Cerca de la mitad asegura que dedica más de cinco horas a la semana. Cifras muy estimables aunque aún lejos de nuestros vecinos europeos, como Francia o Suiza, en los que más de la mitad de su población son donantes habituales.

El Observatorio del Voluntariado resume en su última radiografía del sector que «son más los hombres los que donan dinero y más las mujeres las que dedican su tiempo». Y que los grupos más amplios son los jóvenes (entre 14 y 24 años) y las personas maduras (a partir de 45) quienes más se integran en estos ejércitos del bienestar social.

En los últimos años, las altas de socios y el aporte de voluntarios no solo han compensado las bajas. «Han hecho que muchas puedan subsistir», insiste Patricia de Roda. Esa base social es la gran fortaleza de una labor a la que aportan algún tipo de cuota unos dos millones de ciudadanos. Desde Fundación Lealtad defienden que sea la sociedad civil quien financie su labor, ya que «los problemas civiles son nuestros y somos responsables de colaborar en su solución».

La ciudadanía entregada a recoger los trozos que ha esparcido el gran roto de una sociedad que ha multiplicado la desigualdad. Pero sin rehuir el debate sobre la responsabilidad de cada cual. «El voluntariado es una fuerza viva esencial. Pero no podemos caer en el engaño de sustituir la responsabilidad inherente a los poderes públicos de contribuir al bienestar de las personas a través de políticas sociales más incisivas y eficaces», advierte el presidente de la Red Europea contra la Pobreza y la Exclusión Social, Carlos Susías.

¿Es obligación de las administraciones llegar a todas las necesidades o lo es de cada sociedad? En España llamamos Tercer Sector a toda aquella aportación no lucrativa que rompe la lógica del trabajo remunerado. La imparable implicación de muchas personas en su entorno lleva al vicepresidente de la Plataforma Tercer Sector, Luis Cayo Pérez, a considerar que «si contase con el impulso normativo y financiero suficiente, podríamos ampliar nuestra capacidad para generar cambio social y llegar a esos 13 millones de españoles en riesgo de exclusión». En esta línea, el presidente de esa gran Plataforma del Voluntariado, Luciano Poyato, recordaba hace unos días en su Escuela de Otoño que, aunque «somos una parte muy bien organizada de la sociedad civil, tenemos el deber de gestionar correctamente el recurso más delicado y valioso que tenemos: el humano».

En estas tres décadas de asociaciones, plataformas y coordinadoras se ha creado una tupida red de vasos comunicantes que llegan allí donde no lo hacen los poderes públicos. Son más de 30.000 entidades que anteponen las necesidades de la gente y que «han sabido reinventarse para responder a una sociedad y unas demandas cambiantes», explica la directora de Proyectos Sociales Digitales de Hazloposible, Marta Reina.

Esta organización muestra cómo también en esta parcela la conquista de las redes se ha convertido en un aliado más. Hazloposible no tardará en llegar a los 100.000 colaboradores que se apuntan a su buscador Hacesfalta.org, desde el que pueden acceder a referencias de más de 8.000 entidades. «Así aunamos las necesidades con las volntades de cada cual», resume Reina.

Las redes también han sido un instrumento clave para financiar al sector. Las aportaciones públicas en labores sociales se desplomaron un 60% con los recortes. A pesar del compromiso y el rescate ciudadano, el «tsunami» global de 2008 ahogó a cientos de asociaciones sin recursos propios. Hay organizaciones con aparente sello de oficial, como Unicef, que recibe el 90% de su dinero de manos privadas. «Ahora hay que enamorar de múltiples formas para lograr la conexión donante-organización, y eso solo se consigue con un plan en la red», explica el gerente de la Asociación Española de Fundraising, Fernando Morón, que les ayuda a buscar fondos.

Conjugar este anglicismo es clave hoy para captar recursos. Siempre que la tirita que supone el voluntariado no sustituya al hospital del que son responsables los poderes públicos.

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