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El futbolista Yeray en rueda de prensa tras la incorporación a los entrenamientos después de ser intervenido de un tumor testicular.
El cáncer de testículo ataca antes de los 35 años

El cáncer de testículo ataca antes de los 35 años

La mitad de los casos como el de futbolista Yeray Álvarez o el torero Javier Castaño se suelen diagnosticar entre los 20 y los 35 años

L. Ontiveros

Lunes, 8 de mayo 2017, 11:11

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El futbolista del Athletic de Bilbao Yeray Álvarez tenía 22 años cuando escuchó el diagnóstico: cáncer, y supo que parte del tratamiento incluía una intervención quirúrgica. «A principios de diciembre de 2016 noté una molestia en un testículo. Al día siguiente de un partido contra el Racing de Santander me hicieron las pruebas», recuerda Álvarez. «Nunca esperas que te puedan dar esa noticia y escuchar que tienes cáncer y que te van a extirpar un testículo. Tuve un sentimiento de miedo y de vergüenza. A pesar del golpe, nunca me faltó el apoyo de personas del mundo del deporte que me han arropado y me centré en mi familia. El 4 de enero de este año recibí la noticia de que no necesitaba quimioterapia y a las dos semanas ya estaba de nuevo en el terreno de juego».

El cáncer de testículo afecta a casi 50.000 hombres cada año, con una prevalencia baja, entre 0,5% y 1,5 %. «Se trata de un tumor que afecta a los jóvenes», asegura la doctora Ana María Autrán-Gómez, médico adjunto del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz-Grupo Quirónsalud y miembro de la Unidad de Uro Oncología del Hospital Fundación Jiménez Díaz. «Cerca del 50% de los casos se diagnostican entre los 20 y 35 años. Se desarrolla en uno o en ambos testículos. En torno al 90-95% de estos tumores proviene de las llamadas células germinales y existen dos variantes: seminoma, que se presenta entre los 30 y 35 años, y no-seminoma, entre los 15 y los 35 años. El 10% de los casos, se diagnostican por encima de los 50 años».

Señales de alarma

Dentro de los síntomas que pueden hacer sospechar al hombre que padece un cáncer de testículo están el dolor escrotal (entre el 20-27% de los casos); un proceso inflamatorio testicular (orquiepididimitis); la presencia de una masa testicular, no dolorosa, que suele ser encontrada en ecografías de rutina o el crecimiento de las glándulas mamarias (ginecomastia, en el 7% de los casos).

«Para confirmar la enfermedad, el primer paso comienza con una adecuada exploración, con el fin de detectar la presencia de una probable protuberancia en el testículo, su tamaño y localización, y también el abdomen y los ganglios a nivel supraclavicular», dice la doctora Autrán-Gómez, durante la I jornada «Conoce el Tumor de Testículo. Aprende a explorarte y a prevenir».

Como pruebas determinantes están la ecografía testicular, la resonancia magnética nuclear (RMN) y una analítica que determina ciertas proteínas en sangre, llamados marcadores, pueden ayudar al diagnóstico. «El tumor testicular segrega altos niveles de estas proteínas como alfa-fetoproteina (AFP) y gonadotropina coriónica humana (hCG)», señala la doctora Autrán-Gómez. «También la enzima lactato deshidrogenasa (LDH). Por último, de testículo ofrece mayor sensibilidad y especificidad en la detección de potenciales tumores que la ecografía.

Luego, en la mayoría de los casos, viene la cirugía, llamada orquiectomía, en la que se extirpa el tumor, por medio de una incisión por vía inguinal, y el cordón espermático y vasos sanguíneos que puede actuar como vía para que el tumor se propague al resto del cuerpo. El tratamiento posterior depende del tipo de cáncer.

«Se han desarrollado fármacos que han permitido mejorar la respuesta y la tolerabilidad a los tratamientos quimioterápicos», explica el doctor Gustavo Rubio Romero, adjunto al Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. «Las líneas de investigación en esta área se encuentran dirigidas al desarrollo de nuevos biomarcadores que permitan optimizar el diagnóstico y seguimiento».

«Nunca crees que detrás de un dolor repentino en el bajo vientre, que achaqué al frío, se escondiera un cáncer de testículo», rememora el torero Javier Castaño. «Una vez me hicieron las pruebas y tuve el diagnóstico, pasé por el quirófano, recibí quimioterapia y, a pesar de las secuelas, lo que me hizo tirar para adelante fue mi familia y mi profesión. La enfermedad hace mella en la cabeza y yo estaba acostumbrado al miedo que genera el toro, pero no al del cáncer que te invade de incertidumbre y no sabes qué va a pasar. Sacaba fuerzas pensando en aparecer en la Feria de Abril de Sevilla del año pasado y mi mejor medicina fue cuando el 30 de marzo me comunicaron que ya me había curado y pude torear de nuevo».

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