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Un estudio, publicado en abril de 2015 en la revista Circulation, atribuía a las bebidas azucaradas nada menos que 184.000 muertes anuales en el mundo.
La batalla más dulce se recrudece

La batalla más dulce se recrudece

Tras las advertencia de expertos en salud y organismos mundiales como la OMS, ahora es Hacienda quien presenta batalla contra el azúcar, un ingrediente muy dulce responsable entre otras de la epidemia de obesidad

alejandra rodríguez

Jueves, 9 de febrero 2017, 09:00

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El pasado mes de diciembre, el titular de la cartera de Hacienda, Cristóbal Montoro, anunciaba en Consejo de Ministros un paquete de medidas encaminadas a recaudar en torno a 8.000 millones de euros en el año 2017. En medio de esta lluvia de millones, causaron especial revuelo los 200 que, según los cálculos del ministro, engordarán las arcas públicas gracias al gravamen al que van a ser sometidas las bebidas azucaradas, léase refrescos. Por ahora, se desconocen los detalles concretos de la normativa, ya que Montoro únicamente ha declarado que el impuesto a las bebidas con exceso de azúcar está en la línea de las demandas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se implantará de manera similar a como se está llevando a cabo o tienen previsto los países de nuestro entorno, como Reino Unido o Portugal.

No obstante, y a pesar de esta falta de concreción, los fabricantes de este tipo de productos ya han puesto el grito en el cielo calificando la medida de «regresiva, discriminatoria e ineficaz para cambiar los hábitos de salud», según rezaba un comunicado emitido por ANFABRA (Asociación de Bebidas Refrescantes), un colectivo afectado directamente por este nuevo gravamen; contenido que han suscrito otras nueve entidades relacionadas con la producción y distribución de bebidas y alimentos. En opinión de esta parte de la industria alimentaria, la normativa perjudica a las familias con renta más baja y realmente no reduce el consumo de bebidas azucaradas. Asimismo, sostiene que las marcas de refrescos han redoblado su compromiso con la salud reduciendo la presencia de azúcar en algunos de sus productos a lo largo de la última década y ha aprovechado para sacar a relucir algunos argumentos que vendrían a demostrar que los refrescos azucarados no son tan malos como se dice.

¿El azúcar añadido mata?

Directamente no, pero acaba matando. Esa sería la conclusión general de los especialistas en salud y nutrición, que catalogan la situación que actualmente se está viviendo con el azúcar a la que en su día se planteó con el tabaco.

Salvo que sean los fabricantes de refrescos los que las financien o mantengan conflictos de interés con sus autores, todas las investigaciones publicadas en medios científicos de referencia han arrojado datos demoledores en contra de estas bombas dulces, haciéndolas responsables directas del incremento de las tasas de obesidad y diabetes tipo 2; dos problemas de Salud Pública de índole mundial, además de caries dental e, incluso, algunos tumores.

Un estudio, publicado en abril de 2015 en la revista Circulation, atribuía a las bebidas azucaradas nada menos que 184.000 muertes anuales en el mundo. De éstas, 133.000 se deben a la diabetes tipo 2; 45.000 a enfermedades cardiovasculares y 6.450 a diferentes clases de cáncer.

Contentos, pero no eufóricos

  • LOS EXPERTOS OPINAN

  • Los expertos en salud y nutrición han acogido la medida de gravar las bebidas azucaradas con lo que podríamos llamar «optimismo moderado». En líneas generales, y a falta de que la normativa se articule definitivamente, opinan que se trata de una medida adecuada, aunque en realidad es sólo un paso de un largo camino que aún queda por recorrer.

  • «Implantar políticas impositivas sobre alimentos de perfil nutricional poco recomendable es positivo, aunque deben formar parte de una actuación integral e integradora que comprenda un conjunto de medidas que van mucho más allá que gravar con impuestos», explica Revenga.

  • «Si esto queda en una norma aislada el efecto será puramente recaudatorio, pero no tendrá ningún impacto en la salud pública. Cada uno de los actores implicados en lo que comemos y bebemos, como son gobiernos, empresas, medios de comunicación y consumidores debe hacerse corresponsable y tomar parte activa en la solución de un problema de magnitud global», abunda la directora técnica de Alimmenta.

  • En esta línea se manifiesta César Bustos, director de PROnaf. «La medida está bien, pero no es suficiente. Tenemos ejemplos similares con el alcohol o el tabaco. Si únicamente se suben los impuestos y no se hace nada más la población no cambia su patrón de consumo».

  • Educación nutricional en los colegios, campañas divulgativas independientes, publicidad más honesta, medios de comunicación más responsables con la información que publican, ampliación de los programas formativos para implicar a los profesionales y despertar en los consumidores mayor juicio crítico, configuración de un entorno que haga más accesibles y baratos los productos saludables en detrimento de los que no lo son, promoción de la actividad física... son solo algunas de las medidas que enumeran para que el nuevo impuesto a las bebidas azucaradas no se convierta en un brindis al sol.

  • «También sería conveniente ampliar el foco y no ponerlo únicamente en las bebidas azucaradas. En cualquier supermercado hay un montón productos con grandes cantidades de azúcar libre, grasas perjudiciales y sal que han escapado a este decreto, pero que también deberían estar en tela de juicio», añade Laura Kohan.

  • «A las autoridades sanitarias les pediría que aplicasen lo que se ha comprobado que funciona de verdad. Hay evidencia sólida de que prohibir la aparición de famosos en la publicidad, gravar con impuestos repercutidos en el precio, no incluir juguetes ni regalos en las cajas de producto o mejorar el acceso de la población a productos saludables es efectivo... háganlo», exhortaba Aitor Sánchez en el seno del Congreso de Autocontrol y Seguridad Alimentaria Kausal 2016 celebrado el pasado mes de mayo en Vitoria.

Por su parte, otro trabajo recogido en las páginas de The New England Journal of Medicine, liderado por científicos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, señalaba que las bebidas azucaradas guardaban una estrecha relación con la predisposición genética a la adiposidad y al incremento de peso, siendo un disparador de primer orden.

Numerosas investigaciones han puesto de manifiesto, además, que las versiones light (con menos azúcar) y cero (edulcoradas artificialmente) no compensan el efecto negativo de sus versiones completas. Bien porque el usuario consume más cantidad de producto, bien porque lo complementa con otros alimentos azucarados... lo cierto es que los refrescos ligeros tampoco pueden atribuirse ningún envoltorio saludable como se puede pensar.

En la misma línea se expresa Juana María González Prada, directora técnica de Alimmenta, quien además hace hincapié en que «con una sola lata ya se supera ampliamente la cantidad diaria recomendada de azúcares; pero es que además el azúcar que contienen estas bebidas es un producto especialmente perjudicial porque aporta calorías y ningún otro nutriente o elemento valioso. No tiene nada que ver con los azúcares que obtenemos del resto de alimentos de nuestra dieta, ya que estos sí llevan minerales, vitaminas, fibra...».

Esta especialista recuerda que, además, las bebidas azucaradas desplazan a otras, como el agua o la leche que sí son necesarias o recomendables en la dieta; fundamentalmente cuando se trata de niños.

¿Funcionan los impuestos?

«Las bebidas azucaradas conforman un factor dietético único y modificable que afecta directamente a la muerte e incapacidad evitable en adultos en países con ingresos altos, medios y bajos, lo que sugiere una necesidad urgente de programas de prevención sólidos a nivel mundial», concluían los autores del trabajo de Circulation.

Y esto es precisamente lo que demanda la OMS en su informe Políticas fiscales para la Dieta y la Prevención de las Enfermedades No Transmisibles. «Las políticas fiscales que repercuten al menos en el 20% del precio de venta al público de las bebidas azucaradas podrían redundar en una reducción proporcional del consumo de estos productos», reza el escrito.

Por su parte, Douglas Bettcher, Director del Departamento de Prevención de Enfermedades No Transmisibles de la OMS, apostilla que «la ingesta de azúcares libres, entre ellos los contenidos en productos como las bebidas azucaradas, es uno de los principales factores que está dando lugar a un aumento de la obesidad y la diabetes en el mundo. Si los gobiernos gravan productos como las bebidas azucaradas pueden evitar el sufrimiento de muchas personas y salvar vidas. Además, se reduciría el gasto sanitario y aumentarían los ingresos fiscales, que se podrían invertir en los servicios de salud».

Juan Revenga, autor del blog El nutricionista de la General, aplaude tanto el informe de la OMS como la decisión de las autoridades españolas, ya que «por primera vez, independientemente de la existencia de un fin recaudatorio, hay datos suficientes, claros y objetivos para calificar a estos productos como verdaderos enemigos de la Salud Pública».

«Los profesionales de manera aislada podemos dar fe de cómo mejoran nuestros pacientes cuando dejan de tomar estos productos; no solo porque ellos te dicen que se encuentran bien, sino porque sus analíticas y datos clínicos lo muestran. Sin embargo, informes como el de la OMS remachan lo que la Ciencia viene demostrando desde hace años: el azúcar libre es un elemento dañino para la salud y las bebidas azucaradas son uno de sus principales vehículos», narra Laura Kohan, responsable de The Food Therapy.

No obstante, los especialistas advierten de algunos matices que habrán de tenerse en cuenta para que sea efectiva en materia de salud pública. «La Organización Mundial de la Salud estima que el gravamen ha de resultar en un incremento del precio para el público de al menos el 20%. Si son las marcas las que absorben este coste y el usuario no lo nota en el bolsillo, la medida no resultará», apunta Revenga.

Además de los refrescos...

En opinión de los especialistas, la norma anunciada por Montoro está incompleta porque únicamente alude a las bebidas azucaradas... carbonatadas; es decir, afecta fundamentalmente a los refrescos pero deja fuera otras bebidas que también tienen gran cantidad de azúcar añadido, como son los batidos, los refrescos sin gas y los zumos industriales.

«Algunos de estos productos aportan más del 12% del azúcar recomendable, cuando no deberían superar el 7%. Son igualmente desaconsejables, pero vienen en un taxi mejor», argumenta la directora técnica de Alimmenta, refiriéndose a la tranquilidad que despiertan en el consumidor a la hora de tomarlos y ofrecérselos a los niños. En este sentido Revenga recuerda que la OMS «también ha advertido de que los zumos industriales contribuyen al incremento de la obesidad, especialmente la infantil, y existen varios trabajos [uno de los más recientes publicado el pasado mes de marzo en la revista BMJ Open] que denuncian que la mayoría de estos productos contienen niveles inaceptablemente altos de azúcar».

Por otro lado, los zumos encierran otra trampa, y no es otra que la de jugar a la confusión de ofrecerlo como sustituto de la fruta y con la etiqueta «sin azúcar añadido». El hecho de no añadir azúcar no quiere decir que el zumo no lo contenga en gran cantidad aunque sea naturalmente presente. Además, el zumo contiene el azúcar equivalente a varias piezas de fruta (algo no demasiado recomendable para mantener estable la glucemia, evitar las caries y el sobrepeso), pero no las vitaminas o la fibra.

Finalmente, después de las bebidas, los expertos en salud y nutrición reclaman medidas igualmente punitivas para otros productos como galletas, cacao soluble, salsas preparadas, aperitivos, precocinados, cereales de desayuno y un largo etcétera de alimentos que contienen grandes cantidades de grasas nocivas, azúcares libres y sal.

La reacción de la industria

En definitiva, los expertos temen que la reacción de la industria no se quede en la publicación del comunicado antes aludido y pongan en marcha toda su maquinaria para retrasar la articulación de este tipo de medidas o para impedir que éstas se apliquen con todo su rigor.

Al fin y al cabo, una investigación publicada en octubre en American Journal of Preventive Medicine, reveló que los dos principales fabricantes de refrescos a nivel mundial habían financiado a casi un centenar de entidades, entre las que figuraban Cruz Roja, la Asociación Americana de Diabetes, varias universidades de prestigio, la Asociación Médica Americana (AMA) la sociedad Americana del Cáncer o el mismo Centro para el Control de Enfermedades (CDC) para que mejorasen la imagen de los refrescos a base de reducir el apoyo a las leyes encaminadas a reducir su consumo.

En opinión de los autores del trabajo, al aceptar la financiacion de estos dos gigantes de los refrescos, las organizaciones de salud se habían convertido en colaboradores de sus estrategias comerciales «participando sin saberlo en sus planes de marketing».

«Patrocinios, campañas de responsabilidad social corporativa... se trata de un fenómeno extendido para dar buena imagen pero lo único que persigue es engordar la cuenta de resultados», sentencia Revenga. «En España hay códigos de autorregulación de la publicidad que no se cumplen y además están elaborados por los fabricantes de productos que directamente no deberían darse a los niños, campañas ministeriales en los que se ve un producto nada recomendable con un mensaje casi ilegible en positivo... es todo un engaño. Así el consumidor no es libre para elegir qué es lo que consume».

Productos más saludables

Llegados a este punto, cabe preguntarse por qué no compensa hacer productos más saludables. La respuesta es, según los especialistas, de índole económica. «Si hubiera un compromiso real unánime por parte de todos los fabricantes compensaría. Pero mientras haya quien siga haciendo las cosas mal, no tenga consecuencias negativas y encima cuadre la cuenta de resultados... me temo que hay poco que hacer», augura Juan Revenga.

«Tampoco se premia o se incentiva a las empresas que hacen las cosas bien... y eso es un error», apunta González Prada.

Por su parte, el autor del Blog Mi dieta Cojea, Aitor Sánchez, reflexiona «en todos mis años de carrera me han contactado muchas entidades de la industria para plantearme cómo colocar sus productos en el mercado. Solo una me preguntó cómo podían hacer productos mejores».

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