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David Cerrato, cofundador del primer aerodrónomo cubierto.
El primer aerodrónomo cubierto tiene base en España

El primer aerodrónomo cubierto tiene base en España

Más de 500 metros cuadrados destinados al vuelo y aprendizaje del pilotaje de drones. Un negocio construido desde cero por un tío y un sobrino enamorados de estas aeronaves

JOSÉ A. GONZÁLEZ

Sábado, 11 de febrero 2017, 00:49

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A poco más de 10 kilómetros del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas se sitúa el primer aerodrónomo cubierto español "y quizá del mundo", asegura César de la Macorra, uno de los padres de esta infrarestructura. Escondidas tras las naves industriales de Alcobendas (Madrid) aparecen las instalaciones de César de la Macorra y David Cerrato. A ambos les unen dos cosas: lazos familiares y el gusto por los drones.

"Teníamos esta nave sin actividad desde la crisis y vimos la oportunidad para poder jugar con nuestros equipos", explica De la Macorra. El inicio de la idea se remonta a 2014. "Queríamos probar nuestros drones y por la legislación no se podía", añade Cerrato.

La legislación española es clara: está prohibido volar drones en zonas urbanas, aglomeraciones de personas y zonas cercanas a aeropuertos. Así que la única vía que encontraron tío y sobrino es adecentar su vieja nave industrial. Todo ello llevó un año. "Hemos puesto el césped, hemos colgado las redes de seguridad e incluso hemos hecho nuestro propio 'software'. Todo nosotros", relata Cerrato. La entrada al aerodrónomo es el resumen de los inicios de este proyecto. "Somos el ejemplo de 'Do it Yourself'", comenta De la Macorra.

Gracias a su formación (ambos son ingenieros), consiguieron construir desde cero las cuatro pistas del aerodrónomo, los obstáculos y "también el 'software' que da vida a las misiones que uno puede disfrutar". Una obra informática de "open source". "Nuestro objetivo es que la gente venga aquí, pruebe y aprenda. Pero esta tecnología también está pensada para que una empresa pueda aplicarla e imparta cursos de vuelo para pilotos de drones", añaden.

La nave cuenta con cuatro pequeñas pistas de pilotaje, cuatro puestos de control donde los usuarios "pueden volar sus drones o usar los que tenemos disponibles". Junto a cada lugar de vuelo, cuatro ordenadores independientes permiten seleccionar hasta nueve tipos de misiones para poner en práctica las habilidades de los pilotos. Un clic y el cronómetro empieza a contar. "Puedes intentar mejorar tu récord o solo practicar". Aunque el principal reto desde el inicio es levantar el dron de la mesa de inicio.

Una vez comienza el vuelo, la dificultad de la prueba la establece la misión elegida. Nueve puertas distribuidas en zigzag para completar el trabajo. "Cada obstáculo está diseñado para registrar el paso de cada dron", puntualiza detalladamente De la Macorra.

Gracias a sus conocimientos de ingeniería, tío y sobrino han podido levantar su campo de obstáculos y con 'transponders' (dispositivos que recogen el paso del dron) fabricados en su pequeño taller consiguen registrar los tiempos de sus clientes. Poco más de 30 segundos para demostrar tu habilidad y superar las marcas establecidas por otros usuarios. "Te sorprenderá, pero el récord lo tiene un chaval de 13 años". Una lucha contrarreloj y también contra los mandos de la aeronave. "La habilidad depende de cada persona y no de la edad", explica De la Macorra.

Familiarización previa

Antes de pasar a las pistas de habilidad, es necesario un aprendizaje previo y una familiarización con las naves que se van a pilotar. "No es un juguete", vuelven a recordar. En su garaje particular se pueden encontrar varios tipos de drones, desde el más simple de pilotar -funciona con un piloto automático- hasta una aeronave que alcanza los 100 kilómetros por hora en poco menos de tres segundos. "Aunque esto es solo para gente bastante experimentada", recalca Cerrato.

Por 10 euros, el usuario tiene 20 minutos de experiencia para luchar contra el cronómetro y por 5 "se puede disfrutar de una competición con tus amigos". "Tristemente, la actividad aún no da para mantener toda la infraestructura; no da beneficios", señalan los fundadores.

Labor educativa

Más allá del ocio que se puede disfrutar en este pequeño centro, sus propietarios también ofrecen una labor educativa para el sector. Papá Noel y los Reyes Magos han dejado estas Navidades en muchos hogares un dron, "pero hay que tener en cuenta que esto no es un juguete", alerta David Cerrato.

"Apostamos por una buena labor educativa al respecto, tanto de uso como de seguridad", señala. Para ello, con cierta periodicidad la nave de 520 metros cuadrados acoge en una sala seminarios para formar a aficionados al pilotaje de drones.

"No solo es una labor educativa, también asesoramos en la compra de aparatos porque luego no todos son los ideales. Pero luego las llamadas son cuando ya han cometido el "delito" y no se puede hacer nada, solo resignarse", bromea Cerrato.

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