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Ya es posible fabricar joyas con una impresora 3D.
Piratas de la impresión 3D

Piratas de la impresión 3D

Cada vez más objetos pueden crearse con una impresora 3D, desde prótesis hasta joyas y piezas para aviones. Con tal cantidad de diseños y creadores, ¿hay protección jurídica para evitar su copia ilegal?

lucía caballero

Martes, 9 de febrero 2016, 17:35

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El director de la Agencia Espacial Europea, Jan Woerner, aseguraba recientemente en París que una aldea lunar podría sustituir a la actual Estación Espacial Internacional cuando esta quede inoperativa. Woener añadía dos detalles más al escenario futurista: los obreros serían robots e impresoras 3D utilizarían polvo del satélite como material de construcción.

De momento, las impresoras 3D no han llegado a la Luna, pero sí han levantado el vuelo: hace años que empresas como Boeing y Airbus fabrican miles de las piezas de sus aviones mediante esta técnica. La impresión en tres dimensiones continúa protagonizado una revolución que ya se ha hecho evidente en sectores como la medicina, la automoción, la joyería o la telefonía móvil, por citar solo algunos ejemplos.

Las máquinas, cada vez más baratas, han llegado también a hogares y talleres donde aficionados y makers crean sus propios diseños con programas especializados, para guardarlos en forma de archivos. Basta contar con el modelo de aparato adecuado para poder materializar el objeto, sin necesidad de que su fabricante sea el mismo que el autor.

El problema viene cuando el creador quiere proteger su obra para que nadie más pueda imprimirla sin pedirle permiso o pagarle por ello. ¿Es posible proteger legalmente un documento digital? ¿La jurisprudencia tiene ya en cuenta las particularidades de este tipo de obras?

Según indica Andy Ramos, abogado especializado en propiedad intelectual e industrial, se emplean ambos tipos de derechos, según la naturaleza de la obra. En realidad, "no se protege el la manifestación física, sino el activo intangible de la pieza, ya se plasme en un papel o un archivo informático", explica el letrado.

De esta manera, las impresiones y sus archivos podrían gozar de los derechos de exclusividad otorgados por la propiedad intelectual, una patente, por el diseño o por la marca, con lo que la reproducción sin autorización constituiría una infracción.

Piezas sin pagar

"El Diseño Industrial se aplica a los objetos que cumplen dos requisitos mínimos: son singulares y novedosos, diferentes a lo que había previamente, aunque no son artísticos", indica Ramos. Así, el diseño de una taza, un plato o una lámpara estarían protegidos jurídicamente siempre que su autor solicite su inclusión en el Registro de Diseños de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) y esta las acepte. También un archivo puede registrarse.

Sin embargo, "el prototipo de una pieza de un avión impresa en 3D está protegido por la patente del mismo", explica David Fernández, director del curso de Técnico de Impresión en 3D de CCC. Tanto en este caso, como en el de Diseño Industrial, "sería ilegal utilizar ese archivo para fabricar la pieza sin pagar", prosigue.

Sin embargo, aunque difícilmente podría aplicarse en aeronáutica, existe una opción para saltarse las restricciones: solo hace falta un escáner. "Hay guitarras eléctricas fabricadas mediante impresión 3D que están registradas por su autor", dice Fernández. Si alguien escaneara el modelo, tendría un fichero con el que poder fabricarlo. Muchos se aprovechan de esta posibilidad, que dificulta la protección jurídica de las obras; "se hace porque a veces es más difícil perseguirlo y denunciarlo que pasarlo por alto", admite el responsable del curso.

Cuando se trata de una obra creativa, como una escultura, esta quedaría protegida por Propiedad Intelectual desde su creación, lo mismo que el archivo original. "Afecta al diseño y las formas físicas de la escultura, da igual que sea una réplica física o un archivo informático", sostiene Ramos.

En este sentido, también sería ilegal crear un archivo para imprimir en 3D, pongamos, un personaje de Star Wars porque "estarías reproduciendo una obra creativa en un fichero informático", explica Ramos, lo mismo que si se estampase en una camiseta.

No obstante, en el área de la impresión 3D también se aplica la excepción de la copia privada. Es decir, si una persona fabrica un diseño para uso propio (sin venderlo ni distribuirlo), no tendría que rendir cuentas ante la ley. "Hasta ahora esta salvedad no tenía tanta importancia, pero con las impresoras y escáneres es mucho más fácil copiar objetos en el ámbito doméstico", advierte Ramos.

Una opción alternativa para el autor, la más extendida, es la aplicación al diseño de una licencia Creative Commons, que permite su uso por terceros libremente o bajo ciertas condiciones de atribución (tendría que citarse al autor original en la propia pieza impresa).

Así es como se distribuyen la inmensa mayoría de los archivos de los diseños en repositorios de internet donde los makers los intercambian y mejoran. La estrategia parece la más lógica, dado la dificultad para controlar las copias. Una ventaja para los dueños de una impresora 3D doméstica; pueden así aprender y compartir sus creaciones, y utilizar las de otros sin problema.

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