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Ángeles Ruiz. RC
La verdadera inventora del eBook en 1949 tendrá calle en Madrid

La verdadera inventora del eBook en 1949 tendrá calle en Madrid

Ángela Ruiz Robles, maestra y comprometida con la innovación, creó un libro que incorporaba sonidos, gráficos y autoiluminación

David Valera

Madrid

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Viernes, 23 de febrero 2018, 13:38

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Imaginen un libro electrónico que contuviese todas las asignaturas que los alumnos van a estudiar en el curso. Que incluyera todo tipo de gráficos y dibujos interactivos para facilitar la labor pedagógica de los docentes en las etapas educativas inferiores. Y además que incorporara la posibilidad de que las lecciones se pudiesen reproducir mediante un sistema de voz muy útil, por ejemplo, para personas con algún tipo de minusvalía visual. ¿Se trata de un ‘e-book’ o una tableta? Sí, pero de 1949 y de origen español. Y es que la leonesa Ángeles Ruiz Robles se adelantó casi medio siglo a la idea del libro electrónico y le encontró una gran utilidad: la escuela.

Ángeles Ruiz nació en Villamanín (León) en 1895. Desde pequeña destacó en por su vocación docente. Así las cosas, tuvo claro que escogiera cursar los estudios de magisterio en León. Allí empezó a impartir clases de mecanografía o contabilidad. En 1918 obtuvo una plaza como maestra en una pequeña aldea próxima a Ferrol. Allí permanece varios años y su labor fue reconocida por los vecinos. En 1934 se hace cargo de la Escuela Nacional de Niñas del Hospicio y posteriormente, ya en los años cuarenta recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio en reconocimiento a su encomiable trayectoria.

Ahora la precursora del libro electrónico dará su nombre a una calle del distrito de Villaverde, en Madrid. Así lo aprobó la Junta de Gobierno del Ayuntamiento en la reunión celebrada este jueves.

Entre clase y clase, Ruiz tuvo tiempo para concebir su gran idea: la enciclopedia mecánica. Su objetivo era concentrar todos los libros de las diferentes materias en uno solo para, por un lado, facilitar el acceso de los menores a la educación y por otro conseguir mejoras pedagógicas a través de unos contenidos más atractivos.

Pesaba cinco kilos

En un primer momento su intención era crear únicamente un Atlas Científico Gramatical donde se recogiesen las normas sintácticas, fonéticas y morfológicas. Sin embargo, su ingenio le permitieron embarcarse en un proyecto más ambicioso. Así, en 1949 patentó «un procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros». Este artilugio portátil de 24 por 22 centímetros de tamaño y cinco kilos permitía ya la posibilidad de incluir todos los contenidos escolares a través de una bobina o cartuchos de contenidos que permitía añadir o excluir capítulos en función de las necesidades. Además, este libro mecánico contaba con espacios reservados para que los alumnos escribiesen.

Otra de las claves del invento era su operatividad. Es decir, la obsesión de esta docente siempre era facilitar el acceso de los niños a la educación. Para ello pensó en utilizar para su construcción materiales resistentes pero baratos, como por ejemplo los plásticos, para lograr un precio asumible por el mayor número de estudiantes. Además, la idea era que algunos contenidos pudieran ser impresos en tinta luminiscente de manera que pudieran leerse también con poca luz.

Sin financiación

Sin embargo, a pesar de la brillantez de su planteamiento ninguna institución quiso hacerse cargo y financiar el proyecto. Algo que no desmotivó a su creadora. Todo lo contrario. Tras jubilarse en 1959 insistió en su enciclopedia y aportó nuevas mejoras como la posibilidad de añadir añadir lecciones sonoras que luego los estudiantes pudieran escuchar apretando un simple botón.

Una vez hechas las mejoras, Ruiz quiso demostrar a esas instituciones y organismos que le habían dado la espalda la viabilidad de su proyecto. Así, dirigió en persona la construcción en el Parque de Artillería de Ferrol de un prototipo de la enciclopedia mecánica. El resultado fue impactante, pero una vez más, el ingenio no pasó de ese primer modelo y nunca llegó a comercializarse. El tiempo ha demostrado que la idea de Ángela Ruiz no era ninguna locura o sueño imposible, sino una tremenda innovación.

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