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Ayer falleció un gran empresario, mejor persona y leal amigo. Ramón González Rosalía se fue a la Casa del Padre cuando mejor estaba disfrutando de su vida. Empresario, esposo, cariñoso padre y entregado abuelo, comenzaba a libar lo mejor de la existencia: en su ciudad, con sus amigos, con el prestigio de una trayectoria sin baches.

Nació en 'su' Torrelavega, en el seno de una familia de esas que han hecho de ésta una ciudad importante. Su padre fue, junto a sus hermanos, el creador de una firma que, casi tres cuarto de siglo después, sigue siendo referente. Ramón González y Hermanos es parte de la historia industrial y económica de Torrelavega. Siempre con una sonrisa, siempre cercano, siempre preocupado para que el cliente saliera feliz de su empresa, aunque hubiera llegado enfadado. Eso, se llama clase. Y con clase se nace, no se hace.

No solo empleó su vida profesional para, junto a su cuñado, hacer brillar lo que los padres dejaron, a pesar de la crisis, de los problemas que la automoción ha atravesado. Siempre con buen talante, supo bordear los ríos desbocados de los peores momentos. Además, su tiempo se lo cedió generosamente a la ciudad. Fue presidente de la Cámara de Comercio de Torrelavega y presidente de Sogarca, sucediendo a otro casi torrelaveguense, Luis Gracia Espada, en uno de los órganos más comprometidos de garantía de préstamos para empresarios. Y supo salir por la puerta grande, con solidez.

Para Ramón, lo mejor estaba en su ciudad. Viajero impenitente, que no turista, recorrió casi todos los países, pero para él volver a 'su' Torrelavega era regresar a casa.

Desde su despacho, en el polígono Los Ochos, observaba el devenir de la economía de la región, pero siempre prefirió ver la botella siempre llena, apostando por los positivos valores de los cántabros. Y no sólo eso. Siempre estaba dispuesto Ramón a colaborar en todas las iniciativas sociales y solidarias que se promovieran. Paradójicamente uno de sus principales objetivos fue apoyar la Asociación de Lucha Contra en Cáncer, esa odiosa enfermedad que le ha segado su feliz vida.

Casado con Ana Barca, su mayor satisfacción fue ver a sus hijas crecer y formar sus familias, dándole los nietos que le llenaban de felicidad. Les apoyó en todas sus iniciativas y cuando Ana y Patricia, impulsadas por su madre, decidieron emprender el camino profesional del ballet, Ramón fue su apoyo y guía.

Elegante como pocos, su impecable imagen era ya parte de la Torrelavega más especial. Impulsor de las buenas intenciones, fue fundador del Club Rotario de Torrelavega y de cuantas iniciativas favorables a esta ciudad pudieran plantearle. Luchó contra el cáncer con valentía hasta tal punto de que recibía la quimioterapia y después se iba a su despacho, dando ejemplo de pundonor. Su velatorio se está celebrando en la Fundación Asilo, y por él rezaremos mañana en la iglesia de la Virgen Grande. La tierra, Ramón, te será fértil.

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