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Imágenes captadas por las cámaras de seguridad de uno de los establecimientos.

Una ola de robos alarma a los vecinos y comerciantes del Barrio Covadonga

Una banda juvenil rompe las lunas de los establecimientos de madrugada utilizando tapas de hierro de arquetas y alcantarillas

José Ignacio Arminio

Torrelavega

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Martes, 29 de mayo 2018, 07:05

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Alarmas, persianas metálicas, lunas blindadas, cámaras, máquinas tragaperras precintadas, seguros... Los hosteleros y comerciantes del Barrio Covadonga ya no saben qué hacer para proteger sus negocios ante la ola de robos que están sufriendo. Bares, peluquerías, carnicerías, supermercados, panaderías... Nadie parece estar a salvo de una banda juvenil que actúa de madrugada y casi siempre de la misma forma. Vídeos grabados por vecinos y cámaras de seguridad lo dejan claro: los chavales primero vigilan el entorno, luego cogen una tapa de hierro de alguna arqueta o alcantarilla próxima, después la lanzan contra las lunas de los establecimientos y, finalmente, entran a robar lo que pueden en apenas dos minutos para que la Policía no llegue a tiempo.

Siempre es más escaso el botín que los destrozos que realizan. Jamones, unas latas de atún, calderilla, huchas con las propinas... Los afectados están hartos y se sienten desprotegidos por el sistema. Dicen que los cacos apenas tardan unas horas en salir en libertad cuando son detenidos. Así se lo han explicado a los responsables de la Policía, tanto Nacional como Local, en una reciente reunión en Torrelavega, tras contactar con la Delegación del Gobierno en Cantabria.

Desde entonces, los agentes han incrementando sus patrullas por el barrio, entre dos y cinco de la mañana. El concejal de Seguridad, Pedro Pérez Noriega, recuerda que «hacen falta pruebas, pillarlos in fraganti». Porque los vecinos y comerciantes dicen conocer a los culpables, incluso hasta sus nombres, «pero no se sabe con certeza porque llevan capucha», señala el edil.

«Hemos incrementado las patrullas. Hacen falta pruebas, pillarlos in fraganti»

Pedro Pérez Noriega | Concejal de Seguridad

Lo cierto es que un breve recorrido por los negocios situados en el corazón del Barrio Covadonga, en el entorno de la fuente luminosa, resulta desolador. Ezequiel Saiz regenta una peluquería en la esquina con la Avenida del Besaya, a la que los amigos de lo ajeno ya han entrado dos veces, la última hace pocos días. «Estáis en el lugar indicado para hacer un buen artículo; han robado aquí, allí, más allá... Nunca me había pasado en 20 años y hace cuatro meses echaron abajo aquella luna grande. Se llevaron la hucha de las propinas y reponer la luna me costó 2.000 euros. No tenía seguro porque pensé que esas cosas aquí no pasaban», explica.

Marisa y Jaime, que regentan un supermercado y un bar, muestran el lugar por el que entraron los cacos la última vez.
Marisa y Jaime, que regentan un supermercado y un bar, muestran el lugar por el que entraron los cacos la última vez. Luis Palomeque

«La segunda vez -añade- forzaron la persiana con el pie de hormigón de una sombrilla. Uno de ellos se coló reptando, rompió el cristal de la puerta y se llevaron los 80 euros que había en la caja registradora, porque esta vez había escondido la hucha. Ahora cojo y dejo la caja abierta encima del mostrador para que la vean y no me revienten el local». Ezequiel dice que son chavales del barrio «enganchados a la gilipollez, ninis que prefieren robar antes que trabajar», y que su intención era repartir sus fotografías por el barrio para que no pudiesen «ni comprar el pan», pero «la Policía no me ha querido dar sus nombres por la Ley de Protección de Datos; parece que tienen más derechos ellos que nosotros».

Calderilla y huchas

Dos días después los cacos entraron de nuevo en el bar Bejes, a escasos metros. Su propietario, Pedro Luis Belmonte, ya no sabe qué hacer y ha pedido a las autoridades que suelden las tapas de las arquetas. «En los últimos meses me han robado cuatro veces. El bar está rodeado de esas tapas y como no tengo persianas... A mí también me han llevado calderilla, una hucha con monedas... Son del barrio, les conocemos todos. Tengo varios vídeos y se les ve bien. Han robado hasta las cazadoras que llevan puestas. La Policía lo sabe todo», asegura.

A Rubén, de carnicería Gloria, le robaron jamones.
A Rubén, de carnicería Gloria, le robaron jamones. Luis Palomeque

«Me han entrado cuatro veces. He pedido que suelden las tapas de las arquetas»

Pedro Luis Belmonte | Bar Bejes

Ezequiel nos acompaña hasta el bar y vuelve a quejarse: «Es que los cogen por la mañana, por la tarde ya están libres y por la noche vuelven a liarla. Es evidente que el sistema no funciona». «Y como pillen a alguno y sea menor, como me ha pasado a mí -apunta Pedro-, tienes que ir a declarar al juzgado a Santander y te vuelven loco».

Muy cerca, en el bar Los Ángeles, no lograron entrar porque han puesto lunas blindadas y persianas metálicas. «Lo intentaron hace unos meses, pero sólo pudieron hacer un agujero pequeño. Les conocemos a todos. El padre de uno daba palos hace 30 años y ahora los da el hijo y sus amiguitos. También nosotros hemos tenido que ir a juicio porque el seguro reclama el dinero de los cristales rotos», explica María, que trabaja en el establecimiento. Miguel, un cliente que regenta la peluquería Niki, en La Inmobiliaria, dice que a él le han entrado tres veces y que tiene un juicio la próxima semana. «He tenido que poner cámaras, alarma, persiana metálica... Lo peor es que no roban nada, calderilla, y parece que tienen obsesión con las peluquerías», afirma.

Ezequiel Saiz se queja de los destrozos en su peluquería.
Ezequiel Saiz se queja de los destrozos en su peluquería. Luis Palomeque

«Los cogen por la mañana, por la tarde ya están libres y por la noche vuelven a liarla»

Ezequiel Saiz | Peluquería Body Care

Jaime y Marisa regentan un bar y un supermercado, y tampoco se han librado. «Estamos hartos, sentimos rabia, impotencia... Suena el teléfono y saltamos de la cama. Cualquier noche es buena para ellos», indica Marisa. A esta pareja le suelen romper las lunas del supermercado y después llegan hasta el bar, un local anexo. Jaime, que luce orgulloso su camiseta de la Gimnástica, se queja de lo mismo: «Nos entraron tres veces el mismo mes y es más el destrozo que lo que se llevan».

A Rubén, de Carnicería Gloria, no le roban desde que instaló una persiana metálica. Dice que a él le asaltaron dos veces y que se llevaron «algunos jamones y 30 euros». «Uno de ellos era menor y le pillaron por las huellas dactilares», recuerda el comerciante.

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