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El sello de Baz Luhrmann resulta inconfundible.
'The Get Down': Netflix se pone espléndida

'The Get Down': Netflix se pone espléndida

Baz Luhrmann lleva el Bronx a la televisión a través de una serie con algunas luces (de colores) y muchas sombras

Mikel Labastida

Jueves, 1 de septiembre 2016, 15:25

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El verano empezó con la irrupción de 'Stranger things' en nuestras vidas seriéfilas (llenándolas de nostalgia) y termina con los ecos (a ritmo de rap y de hip hop) que está dejando 'The Get Down'. Ambas tienen un denominador común, Netflix, la plataforma de contenidos audiovisuales bajo demanda, que sigue acaparando titulares y centrando conversaciones. Para bien y para mal.

'The Get Down' ha sido el último capricho de la plataforma de pago. Y no le ha salido barato. Es lo que tiene trabajar con Baz Luhrmann. No hay cifras oficiales, pero diversos medios de comunicación americanos fijaron en 70 millones de dólares el presupuesto para los doce capítulos de la serie. Y algunos de esos medios contaron que al final la producción se había disparado hasta superar los 100 millones. Estamos hablando de cantidades que en la televisión sólo manejan títulos como 'Juego de Tronos'. ¿Se pueden equiparar los resultados finales de ambas propuestas? Por desgracia no. Pero vayamos por partes.

Las partidas económicas holgadas han sido una constante en la carrera de Luhrmann. Sobre todo en los últimos tiempos. 'Moulin Rouge' contó con un presupuesto de 50 millones y recaudó, eso sí, más de 180. Venía de un taquillazo como había sido 'Romeo+Julieta', que logró 150 millones para una producción que había costado apenas 14. Hasta aquí todo bien. Después las cuentas empezaron a no cuadrar tanto. 130 millones costó poner en marcha 'Australia', que, con Nicole Kidman y Hugh Jackman, estaba diseñada para despertar el entusiasmo generalizado pero que se quedó lejos de las mejores previsiones. Recuperó por poco en sus pases por todo el mundo lo que se había invertido en ella. Para su último filme, la nueva versión de 'El Gran Gatsby', necesitó disponer de 125 millones.

Si Netflix quería contar con él sabía que debía rascarse el bolsillo. Y lo hizo, poniendo sobre la mesa dinero para su producción más cara. El resultado se ha visto ya a medias. En agosto se estrenaron los primeros seis episodios de 'The Get Down'. Para ver el resto habrá que esperar hasta 2017. ¿La impresión? Quien quisiera encontrar el sello Luhrmann lo hallará sin problemas. Rezuma por todos los costados. Hay mucha luz, hay mucho color, hay mucho pop. Algunas exigencias estéticas de este director no se pierden por mucho que la trama que quiere contar se desarrolla en el Bronx de los años 70.

Hasta allí se traslada para narrar la historia de Ezekiel y Mylene, dos jóvenes con enorme potencial y ambiciones, que tratan de salir de un barrio que no les ofrece oportunidades de futuro. Y para ello el salvoconducto será la música. Ella es la hija de un reverendo y vive en un ambiente opresor. La estrecha vigilancia de su familia y los peros a permitirle realizar cualquier actividad de gente de su edad frustran a la joven, que quiere convertirse en una estrella de la música disco, y para ello no duda en tocar todas las puertas. Ezekiel tiene un potencial escribiendo que no pasa desapercibido para nadie. Su profesora le anima a aprovecharse de él para ir a la universidad. Él quiere salir del barrio, sí, pero no quiere olvidarlo. Porque su deseo es volver para transformarlo y hacer la vida más fácil a los que viven allí. Desea triunfar en el rap y en el hip-hop y para ello forma su propia banda.

El Bronx de 'The Get Down' es ese lugar siniestro en el que no existía ley, en el que las guerras de pandillas sembraban el terror por las calles, en el que los propietarios de edificios preferían quemarlos para cobrar el seguro que alquilarlos. Y sin embargo el barrio no luce sombrío ni tenebroso en la serie de Netflix. Todo lo contrario. Nunca unas ruinas, unos inmuebles derribados o una paredes plagadas de grafitis habían tenido tanta luz y color. En realidad parece un gran escenario de cartón piedra sobre el que nos van a narrar un gran musical. Si alguien busca un ambiente veraz y un tono de denuncia se ha equivocado de lugar.

Superandos estos reparos es cuando se puede disfrutar de lo mejor de 'The Get Down', del gusto por la música de los protagonistas, de la afinidad entre ellos y sus amigos y de la alegría que contagian cuando les dejan sacar lo mejor de sí. Las escenas que funcionan de verdad son esas en la que ellos buscan cómo cumplir sus sueños y se destapan: el primer baile de Ezequiel y Mylene en una discoteca salida del infierno del Bronx, la actuación de ella en la iglesia de su padre, la batalla de él para deslumbrar con su banda en el barrio... Todas ellas están orquestadas como si perteneciesen a un musical caótico (que bebe de 'West Side Story', de 'Grease' o del propio 'Moulin Rouge') que se representa sobre un escenario con decorados carísimos que simulan el Bronx. Si a esto se le une una banda sonora en la que tienen presencia grandes del disco como Boney M., Donna Summer o The Trammps el balance podría haber sido redondo.

El problema es que no se acaba ahí. A Luhrmann se le dan bien las historias de amor bellas e intrascendentes. Cuando coquetea en otros derroteros naufraga. Y así lo hace cuando trata de retratar el mundo del hampa con unos gangsters paródicos a más no poder, o cuando se aproxima a la corrupción política a través de un líder (Papa Fuerte Cruz) de chiste. Por no hablar del nada convincente reverendo encarnado por un Giancarlo Espósito en ningún estado de gracia (lo sacan de Los Pollos Hermanos y no convence en nada). El guión es torpe, la media de las interpretaciones mediocre. Si sólo se hubiese centrado en la afición musical y en la relación sentimental entre los protagonistas se habría salvado, pero la ambición pierde a 'The Get Down' y no llega a ser la gran obra que pretende. Y que seguramente Netflix esperaba.

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