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El director de cine Wim Wenders durante la presentación de 'Inmersión' (2017) en el Festival de Cine de San Sebastián.
Wim Wenders, conciencia del cine europeo

Wim Wenders, conciencia del cine europeo

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El director alemán, gurú del cine de autor, ha ahondado en el desarraigo a lo largo de medio siglo de carrera. Ahora regresa con 'Inmersión'

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Jueves, 5 de abril 2018

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De acuerdo. En algún momento de los 90, el autor de obras maestras como 'París, Texas' y 'Cielo sobre Berlín' perdió la inspiración. Como ha apuntado algún malévolo crítico, los últimos largometrajes de Wim Wenders (Düsseldorf, 1945) resultan más interesantes como reflexión que como texto fílmico. Estamos ante un cineasta atrapado en su propio discurso. Y eso que el director más destacado de la segunda hornada del llamado 'nuevo cine alemán' fue el paradigma de la modernidad, de un cierto tipo de cine 'intelectual'.

«Mis películas tratan de cosas muy personales, no de asuntos generales. Esto es una declaración altamente política», aseveraba a finales de los 70, aún reciente el éxito de 'El amigo americano' y en trámites de acometer 'Hammet' para Coppola, quien había llegado al extremo de bautizar Wim's un restaurante de su propiedad en honor del cineasta alemán. La aventura americana del pastiche que resultó ser 'Hammet' contribuiría a hundir Zoetrope, la compañía de Coppola.

Wenders insistiría en tratar de comprender las presiones de la vida contemporánea con la feliz excursión por el universo de Sam Shepard que supuso 'París, Texas'.

Al autor de 'En el curso del tiempo' siempre le ha inquietado conocer el rumbo del cine clásico al enfrentarse a las exigencias estéticas de los nuevos tiempos. De ahí que recogiera sin ningún tipo de pudor la agonía de Nicholas Ray en 'Relámpago sobre el agua'.

El director de cine Wim Wenders durante la presentación de 'Inmersión' (2017) en el Festival de Cine de San Sebastián.
El director de cine Wim Wenders durante la presentación de 'Inmersión' (2017) en el Festival de Cine de San Sebastián. José Usoz (Diario Vasco)

A Wenders, que fue a París a estudiar y se pasó un año devorando películas en la Filmoteca, le obsesiona la sensación de identidad que proporciona contar con un hogar al que poder regresar. Los nudos de autopistas de 'París, Texas' y los andenes de Hamburgo en 'El amigo americano' han sido escenarios idóneos para sus personajes sin raíces, fugitivos de relaciones rotas. Esa fascinación por la idea de tránsito encontraba acomodo en la magna 'Cielo sobre Berlín', con su metáfora del ángel como «ciudadano recién nacido al mundo», en palabras de su autor.

La música rock, siempre presente en su vida hasta el punto de hacerle abandonar a los dieciséis años la temprana vocación de sacerdote, es otro pilar en su filmografía. Las canciones de U2 (y los guiones de su amigo Bono) suenan en muchas de sus películas.

Victimas y verdugos

'Inmersión'llega ahora a las salas tras inaugurar el pasado Festival de San Sebastián, más por el relumbrón de contar con su director y actriz (Alicia Vikander, ganadora del Oscar por 'La chica danesa' y nueva Lara Croft) que por sus virtudes fílmicas. Viene a confirmar que en los últimos tiempos el mejor Wenders está en el documental -'La sal de la tierra', 'Pina'- y no en la ficción.

Wenders, que preside la Academia del Cine Europeo, confesó a EL CORREO en el Zinemaldia que hace mucho que no lee las críticas de sus películas: «Solo las de los demás». Así que no sufrirá con las reseñas de esta ambiciosa odisea, que salta de los fondos del océano al terrorismo yihadista. «Si solo nos fijamos en lo que está sucediendo te desesperas, pero si tomas distancia quizás veas otras cosas», explicaba.

«Hace 500 años la Inquisición quemaba herejes en España. Ahora con distancia puedes ver a víctimas y verdugos con otros ojos. Creo que tenemos que empezar a hacerlo con el terrorismo actual y darnos cuenta de que no son extranjeros, sino que nacieron en países europeos».

Wenders, que rueda estos días un documental sobre el Papa Francisco, viene a decirnos que en Occidente estamos insensibilizados frente al terrorismo que no nos azota de cerca. «Lo leemos todo el rato, pero mientras el horror no suceda a nuestro lado preferimos no saberlo». El rodaje en Yibuti le abrió los ojos a este director errante, conciencia del cine europeo. «Esto es un problema que viene de antiguo y que se debe a la falta de equilibrio en el planeta entre ricos y pobres», concluye.

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