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Héctor Díaz

La diseñadora Beda Herrezuelo: «Fue muy doloroso pasar por delante de mi tienda y verla cerrada»

'Mazón & Cía' ·

La empresaria santanderina recuerda con cariño y pasión lo que supuso Lucio Herrezuelo para sus clientes de Santander

Álvaro Machín

Santander

Jueves, 30 de octubre 2025

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La primera frase y la última de Jesús Mazón en su encuentro con Beda Herrezuelo para el vídeo-pódcast 'Mazón & Cía' –que puede verse en la web de El Diario Montañés– son un homenaje a la complicidad. «Súper Beda, bienvenida», recibe el comunicador, que despide a su invitada con un «tu nombre apareció desde el principio al pensar en este proyecto». Y se nota. La charla con la empresaria y diseñadora es un remanso de confianza. Y de vida.

Beda Herrezuelo Gran forma parte de la historia de Santander desde sus apellidos. Habla de ello y de la «exigencia de estar a la altura en una familia muy brillante». Nada fácil. Como lo fue dar el paso cuando faltaron su padre y su hermano al frente de uno de esos negocios que dan personalidad a una capital, como fue Lucio Herrezuelo. «Jamás –explica– imaginé que iba a acabar siendo una empresaria de éxito y además una diseñadora». Mazón, en la charla, le traslada la tristeza del escaparate cerrado cuando llegó el momento por unos problemas de salud. «Fue tan duro cerrar Lucio Herrezuelo como sacar adelante mi salud. El cuerpo tiene un aguante y yo tenía unas imperfecciones que no conocía». Beda reflexiona sobre «la energía que necesitaba» para curarse y «salir victoriosa de aquella oscuridad», y también sobre lo duro que fue ver aquel histórico local «sucio, vacío, abandonado». «Sólo suspiraba al verlo». Algo doloroso.

Pero la conversación en absoluto se queda anclada en la tristeza. Beda es vitalidad y Mazón lo sabe. Relata cómo está «disfrutando» de su «doble rehabilitación». «La física y la emocional». Y cuenta con devoción cómo conoció a su marido en un club de lectura. «Si fuese protocolaria diría que el amor a esta edad es sereno. Pero no. Me acuesto con una carcajada, y me levanto con el desayuno en la cama y un beso. Cada día que le veo me late el corazón. Éstá siendo mi gran medicina».

Y puestos a buscar frases para enmarcar, un par. La primera, que la elegancia –y ella sabe de eso– «en absoluto» tiene que ver con el dinero. Y la segundo, mucho más personal. «Ahora vivo un poco más despacio. Tengo el alma más tranquila para ver lo que discurre por delante de mí. Cuando estás en la batalla la vida se ve muy distinta que cuando estás fuera. No vale la pena tomárselo todo tan a pecho».

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