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Aquella niñez…

Aquella niñez…

LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·

En el pasado los más pequeños eran los reyes de la calle y los juegos eran más caseros e ingeniosos

Javier Rodríguez

Santander

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Domingo, 21 de abril 2019, 10:54

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De la comparación entre la niñez de otros tiempos y la actual se derivan dos conclusiones claras. La primera, que en la infancia de antaño los críos éramos los reyes de la calle. Ahora, en cambio, la dominan los coches. Ya no se puede jugar, pues, en ella. Nos divertíamos a tope al venir por la tarde del cole, y los fines de semana.

La segunda, que en aquella época disfrutábamos con cosas muy sencillas, debido a que no estaba la economía doméstica para tirar demasiados cohetes. En consecuencia, había que agudizar el ingenio para pasarlo bien, como se dice ahora, en plan 'low cost'.

¿De qué modo se lograba tal milagro en materia de ocio? Ejemplos: con dos prendas colocadas en el suelo ejerciendo de porterías de fútbol, con las chapas, con las canicas, con la comba, con la goma, con el esconde, con… Cualquier idea servía para gozar al máximo en la rúe junto a los colegas de pandilla.

En las intensas sesiones de esparcimiento callejero surgía de vez en cuando un inevitable golpe o un rasponazo acompañado por la correspondiente ración de sangre. ¡Nadie se salvaba del descalabro! Al producirse, había que acudir en plan víctima a casa.

Mamá se encargaba entonces de aplicar en la herida el famoso e inolvidable mercurocromo, que la ilustraba en color rojo intenso (con el paso de los días, se volvía amarillento). Quedaba, pues, marca en la epidermis para una temporada. Gajes del oficio de ser niño…

Hoy día, en cambio, peques y adolescentes se entretienen con ingenios muy distintos a los mencionados. Y no baratos. Móviles, tablets, consolas, etcétera.., son los aparatos que les atrapan en la red tecnológica. Tal escena de dependencia, invita a reflexionar.

En la niñez actual, gracias a la alegría de la cartera hemos pasado de la nada al todo. Lo inquietante de la cuestión radica en preguntarse qué hay después del todo. Y si en el todo radica la felicidad.

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