El temporal descarna las playas
Las olas se llevan toneladas de arena y dejan a la vista enormes tramos de roca y piedras
Álvaro Machín
Viernes, 12 de febrero 2016, 07:26
El tipo con el perro se detiene ante la raíz mientras el animal, encantado y suelto, va y viene. Palpa y piensa. Se pone a medir con ese metro impreciso que llevamos en la mirada y se pregunta cómo narices ha podido llegar eso hasta allí. Y así, uno tras otro. Todos -que ayer no eran muchos- los que pasaron por delante en su paseo por la playa de Liencres. Alucinados. En mitad de la arena, aún mojado, hay un tronco de 25 metros. Como estirado después de pasar por la batidora del Cantábrico. Un ejemplo. Más allá de lunas rotas y puertas reventadas, el temporal ha dejado en la costa un reguero de imágenes. Ha dejado muchos restos, pero muy poca arena. Allí mismo, desde el tronco, la estampa más impactante con la marea baja es la de las dunas cortadas 'a cuchillo'. Mordidas otra vez por el mar. Toneladas perdidas en Tagle, Santa Justa, El Sardinero, Portio... En las pequeñas calas y en las grandes lenguas del litoral cántabro. Las playas se han quedado pequeñas o llenas de piedras. Vacías de arena. «El mar baja la arena a la barra, se lleva la playa 'seca' y deposita en zonas más profundas», explican desde Costas. Joaquín, que va a hacer setenta y conoce la playa «como la palma de la mano», también hace balance. «Aquí, en Tagle, se ha llevado como dos metros».
Se nota, sobre todo, donde hay fondo rocoso. «La semana pasada había arena. Las rocas se ven, pero porque sobresalen». La joven miraba Portio desde las alturas. El agua ha metido restos hasta el camino asfaltado de acceso a la playa. 'Palucada' y basura, con un envase de queso Philadelphia bien reconocible, por ejemplo. Y en el camino de vuelta marea abajo, el Cantábrico ha 'limpiado' el piso, que ahora es una enorme plataforma de color gris. «Hace dos años se llevó todo, como ahora. Pero había vuelto».
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Un reguero de imágenes
'Solo la naturaleza hace grandes obras sin esperar nada a cambio', pone en la pared que hay en el hueco por el que se accede a Covachos. Hay un cartel que indica que el que toma ese camino para bajar lo hace «bajo su estricta responsabilidad». Ahora más que nunca. La mordida de arena eleva el salto que hay que dar desde el último escalón. Nada fácil llegar abajo. Se ven restos en las piedras del fondo y es más que posible, además, que algún trozo de roca se haya desprendido de la pared. También la Arnía o San Juan de la Canal parecen más menguadas, con 'lastras' a la vista. En el escenario de la famosa hoguera, la rampa de acceso muestra sus 'tripas' en los bajos. Todas tienen una característica común -además de acumular algo más de suciedad que de costumbre por todo lo que trae la corriente-: se han quedado como alfombras perfectamente lisas, sin montículos, casi pulidas. Es la sensación de una playa lamida por una lengua enorme. Eso también pasa en Liencres, con la marea baja (ayer, a media mañana, era evidente). Aquí también ha dejado en los huesos la rampa de acceso, que acumula porquería junto a las papeleras. Aquí una botella, allí una sandalia...
De entrada, lo llamativo es el corte que se dibuja en las dunas del fondo. «No ha sido como la otra vez y no ha destruido los sistemas dunares como pasó en Loredo, por ejemplo. El agua los partía y entraba a su espalda», explica José Antonio Osorio, responsable de la Demarcación de Costas. Esta vez no hay rotura, pero sí un tajazo. El golpe de las olas ha partido alguno de los postes que fijan el terreno y ha reducido la malla que asienta la arena a un ovillo enredado. «Allí al fondo había muchos troncos grandes y los ha arrastrado al otro lado», contaba un paseante. Y tanto. Ya cerca del final del paseo, donde la línea dunar deja un hueco -como el hueco de una muralla desdentada- se acumulan restos. Allí está el tronco de los 25 metros (26 pasos contados) o un tocón enorme que no se puede abarcar con los brazos. Hay decenas de árboles. «Esto es todo lo que ha bajado de los incendios», comenta otro habitual de la playa, ya con la vista puesta en la ría, con Mogro de fondo. Un cono de tráfico, un pájaro ya en proceso de descomposición, otro par de gurruños de malla...
«Proceso asimétrico»
«El fenómeno es similar al del 2014. Se reproduce. El mar deposita la arena en el fondo, hace un 'caballón' que hace que la ola rompa más adentro y, de ese modo, protege la línea de costa. Es un proceso natural que irá recuperándose, pero con asimetría en el tiempo. Porque la acción del temporal es rápida y la reposición es lenta», explica Osorio, que recuerda que se notó que las playas tenían menos arena en el verano de 2014, pero también que el propio cauce de la naturaleza devolvió una buena parte de lo que se había llevado.
«Vamos a esperar porque estamos en el principio de la etapa de temporales. Ahora estamos valorando los daños y viendo las necesidades de reparaciones más urgentes. Desperfectos en paseos, barandillas... Con el objetivo que de cara al verano o antes tengamos las playas en condiciones». Antes porque la Semana Santa, clave para el turismo como primer baremo para calibrar el año, está a la vuelta de la esquina. ¿Y la arena? ¿Habrá que reponer? «Haremos -responde el jefe de Costas en Cantabria- un seguimiento cuando pasen los temporales y veremos a ver, pero si fuera necesario, actuaríamos». No están lejos, en este sentido, las estampas de la draga 'Trud' frente a las costas de Santander. Llegó de Tarragona en mayo de 2014 con el objetivo de escupir 31.000 metros cúbicos para rellenar las playas de la capital. El buque, de 75 metros de largo y 12 de manga, no estuvo solo en la tarea. Antes de su labor de 'bombeo' fue necesario conectar cuatrocientos metros de tubería que llamaron la atención de los que se acercaron a la zona. Eso y los gusanos que vinieron con la nueva arena. «No son propiamente gusanos», señalaba Gerardo García Castrillo, director del Museo Marítimo del Cantábrico, al ver las fotografías de los ejemplares. «Se trata de ejemplares de sipunculus nudus, unos invertebrados inofensivos que viven enterrados en los fangos y zonas arenosas de los fondos poco profundos del mar». La anécdota durante los trabajos a pie de orilla.
Pedregales
Tareas, en su día, para recuperar pérdidas de arena como los dos metros que Joaquín Delgado dice que han desaparecido de El Sable (Tagle). «Soy del pueblo -un vecino que sabe lo que es salir a pescar durante años y patearse la costa-, lo conozco bien. La parte de arriba se ha quedado sin arena. De palucada no es una exageración lo que ha traído esta vez, pero de arena en la parte de arriba se ha llevado todo», comenta mientras pasea con Conchi, su mujer. «Se ha llevado la arena otra vez», confirma también el alcalde pedáneo del pueblo.
El recorrido visual lo confirma. Los palos -aquí sí- se acumulaban en La Concha o en La Ribera (Suances). Se veían los restos de una silla junto a las duchas mientras los operarios limpiaban (en ello estaban ayer) el paseo. La pasarela de acceso a El Sable conduce estos días a una plataforma de roca salpicada de piedras. Y ese rincón mágico que es Santa Justa (cerca de Ubiarco) parece una especie de cantera al borde mismo del mar. Todo eso a media mañana, con la marea baja y tras el último 'lametazo' del Cantábrico. El último, solo por ahora.