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El acusado negó haber engañado al anticuario.
El fiscal retira la acusación contra el vendedor de una fíbula romana falsa

El fiscal retira la acusación contra el vendedor de una fíbula romana falsa

El anticuario que se dice estafado sostiene que el acusado llegó a la tienda, le ofreció la pieza y le pagó los 72.000 euros que pidió, algo inverosímil para el fiscal

consuelo de la peña

Miércoles, 19 de abril 2017, 07:54

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La declaración de un anticuario supuestamente estafado por un hombre que le vendió como auténtico un broche grecorromano falso hizo aguas por tantos sitios durante el juicio celebrado ayer que el fiscal no tuvo más remedio que retirar la acusación.

En sus conclusiones provisionales, el Ministerio Público había solicitado tres años de prisión y 4.050 euros de multa para el acusado, Antonio L. por un supuesto delito de estafa, además de la nulidad del contrato y la restitución del dinero pagado, lo mismo que la supuesta víctima, personada como acusación.

El fiscal sostenía que el imputado ofreció al coleccionista una fíbula grecorromana auténtica a sabiendas de que se trataba de un falso histórico del siglo XIX, y que pagó por ella 72.000 euros cuando su valor real según los expertos no supera los 6.000 euros.

Pero todo cambió tras escuchar en la vista oral, celebrada en la Audiencia de Cantabria, el relato del anticuario Blas Moreno, un testimonio que sorprendió a propios y extraños. El testigo y acusador, que aseguró que tiene un taller de calderería en el País Vasco, además de una tienda pequeña de antiguedades y almoneda en Castro Urdiales, explicó que no conocía de nada al acusado y que esa misma tarde del 23 de junio de 2004 apareció por el local para ofrecerle una diadema antigua, un jarrón griego y la fíbula de la discordia. Según su versión, traía documentación que avalaba el jarrón pero no así el broche de oro, una pieza que el abuelo del vendedor había traído de Egipto, según le contó. Los argumentos le parecieron tan convincentes a Blas que pagó al acusado los 72.000 euros que le pidió sin regatear y sin consultar a especialistas. El dinero, contante y sonante, lo tenía en su casa y era fruto de la venta de un negocio y de sus ahorros.

Al presidente del tribunal le pareció tan extraño el proceder del anticuario como al fiscal. El magistrado le preguntó por qué no verificó la autenticidad de la pieza antes de comprarla y por qué no adquirió el jarrón, que tenía informes de autenticidad, y sin embargo compró la fíbula. «Porque el jarrón no me gustaba. Yo no vivo de la tienda, vivo de mi taller, y cuando me parece bien el precio de algo que me gusta lo pago», musitó. En fechas posteriores, ante las dudas sobre la autenticidad del broche, acudió a un experto en Madrid, que confirmó la falsedad del adorno. Este experto, Jesús Vico, le corrigió después. Aseguró que fue él quien viajó a Castro para analizar la fíbula a petición de Blas Moreno. Por videoconferencia declaró que había comprado esa pieza en Chicago, en una exposición sobre reproduciones de oro de la época victoriana, y que la vendió, aunque no recordó a quien. Un año después fue cuando le llamaron de Castro y la identificó al instante.

Previamente, el acusado había negado las acusaciones. Aseguró que ignoraba el valor de la pieza y que se la dejó a Blas Moreno porque era un experto para que la vendiera a un tercero a cambio de una comisión. Pero el anticuario la quería para él y entonces hubo una negociación hasta fijar el precio en 72.000 euros.

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