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El verdel pica el anzuelo sin necesidad de cebo.

Un día a bordo de un pesquero de Santoña

Pescan con anzuelo, sienten el mar con pasión y temen que los límites de los cupos acaben con la viabilidad de los barcos más pequeños

PPLL

Lunes, 8 de mayo 2017, 12:15

Cuando el pesquero 'Nuevo Salvador Padre' deja el puerto de Santoña un día cualquiera para aventurarse mar adentro en la penumbra de la madrugada, uno mira al frente y no encuentra referente en el horizonte negro. Es casi una metáfora de la incertidumbre con que los barcos apuran estos últimos días de la costera de verdel. "Aquí no queda otra que guiarte por el instinto y ponerte a mirar el sónar hasta que das con un banco de peces. Pero ahora cada vez es más difícil, y aunque los encuentres son menos densos, hay menos pescado", cuenta Adrián Fernández (26 años), patrón y armador de este barco de 16 metros de eslora que se adentró la pasada semana en el Cantábrico para capturar con medios artesanales los coletazos del cupo de caballa que permite la Unión Europea.

EN CIFRAS

  • barcos cántabros, incluidos los de artes menores y cerco, han pescado verdel en esta costera.

  • kilos es el cupo de pesca que ha establecido la Unión Europea para la flota cántabra.

  • de ese cupo queda aún por pescar. Muchos barcos dejan esta parte para el segundo semestre del año.

"Nosotros pescamos con anzuelo, como toda la vida. No tiene nada que ver con la pesca de cerco, donde el pez sufre mucho más porque es capturado en grandes redes", cuenta el patrón del barco. La calidad de la carne es idéntica, pero lo cierto es que a la vista, el pez de anzuelo tiene una presencia completamente diferente. "No está golpeado, tiene brillo, está íntegro". Sin embargo, esta pesca artesanal pueden tener los días contados.

"Nuestra demanda desde hace ya mucho tiempo es siempre la misma: necesitamos pescar más, se puede pescar más", solicita Fernández. "Hay peces de sobra y la Unión Europea nos limita mucho. A este paso lo que van a conseguir es que la flota de bajura termine por desaparecer porque no nos sale rentable echarnos al mar", denuncia. "El verdel es un pez muy voraz, lo pescamos con anzuelo y sin cebo, algo que parece incomprensible, pero es así. Son como pirañas, si te caes ahí abajo, te comen, y es una pena que no podamos coger todo este pescado que corre por nuestras aguas", denuncia Fernández.

Sin cebo

Colocan una ristra de anzuelos sujetos por un cordel rojo a un sedal transparente. "Justo un anzuelo por cada 40 centímetros". El cable rodea el barco, de babor a estribor, y se sumerge a varios metros de profundidad, hasta el mismo corazón del banco. Los pescadores aguardan pacientes desde la superficie, controlan la tensión del hilo y aprenden a identificar ese punto dulce cuando hay que tirar.

"Coges el cable y cuando llevas tiempo en esto ya notas cuando hay peces mordiendo", aclaran. Entonces pulsan el botón que acciona el motor hidráulico de la maquinaria que sube el aparejo y los peces empiezan a emerger hacia una cuña que deja pasar el cable pero no el pescado. El sol aclara ya todo el horizonte y la superficie de la embarcación se cubre de una mezcla de sangre y agua, hasta el punto de que, aislada de ese contexto, la imagen asustaría por el aspecto de carnicería. Fuera, un vistazo alrededor acredita que ese es el único lugar en kilómetros a la redonda donde se puede pescar verdel. "Estamos rodeados de barcos porque todos apuntamos aquí abajo", se le escucha al patrón.

Dosificación

Aunque muchos profesionales ya han cerrado su cupo -la práctica totalidad en el caso del cerco-, aún falta por recogerse el 10% de los seis millones de kilos que tiene asignada Cantabria. De las 6.000 toneladas que tiene asignada la región, Santoña se lleva la mayor parte, el 40,5%. Le siguen San Vicente de la Barquera (15,9%), Laredo (15%), Colindres (14,6%), Santander (11,8%) y Castro Urdiales (2%). La costera arrancó hace dos meses y se ha prolongado hasta finales de abril.

El recorrido del verdel comienza en el norte, baja desde Islandia, pasando por Reino Unido, bordeando las costas francesas y continuando frente al Cantábrico, hasta descender a Cádiz. Después vuelve a ascender y regresa por Noruega. El pez se mueve continuamente, durante todo el año, pero la especie ha encontrado en la costa norte de España un ecosistema idóneo para el desove. Por eso se puede pescar durante todo el año y eso ayuda a que muchos barcos no agoten por completo sus cupos hasta el segundo semestre.

"La gente pregunta por qué no pescamos todo de una vez, pero hay que entender que no tendría sentido. Si hiciésemos eso tiraríamos los precios", explica el patrón. A esa obviedad se le une la lógica que debe regir la vida del pescador, que debe echarse al mar cada día. Una jornada laboral que muchos disfrutan con la pasión de quien ha vivido el barco desde el nacimiento, como parte de la realidad familiar.

"Es emocionante cuando le das al botón y ves que hay peces, que lo que notabas desde aquí arriba efectivamente estaba bajo el agua", celebran en la superficie, entre bromas y gritos de júbilo. "Yo no tengo gran necesidad de embarcarme y lo hago", confiesa José Manuel Ruiz, santoñés de 37 años y de familia pescadora. "Lo he vivido desde pequeño porque mi familia tenía un barco y he salido a la mar siempre. Ahora me dedico a otra cosa. Soy decorador de interiores, pero como tengo régimen de autónomo aprovecho un mes al año para sumarme a la costera del verdel como uno más de la tripulación. Gano un dinero pero, sobre todo, sigo con un pie en el agua".

Hay un tercer santoñés en el barco, Iván Gutiérrez, también de 37 años. Antes de la crisis era electricista, pero la construcción no termina de repuntar. "Me he echado a la mar y ahora me toca aprender. Como quien dice estoy empezando", aclara. Y como a todos los novatos, el mareo lo sorprende en cualquier descuido. "El otro día estuve medio muerto durante tres horas. Me mareé y no hubo manera de levantar cabeza. Creo que fue porque tomé lácteos. Dicen que no se puede beber leche, ni yogur, ni comer queso", comenta.

El patrón más joven

Desde el puente de mando Adrián Fernández presume de su condición: "A día de hoy creo que soy uno de los patrones más jóvenes de Cantabria", asegura. Tiene 26 años y lleva dos años al frente del 'Nuevo salvador padre', "que antes era de mi padre y que ahora llevo yo". Solo teme por el futuro de la pesca. "Este barco pescaba hace años unos 150.000 kilos de verdel y ahora nos lo han limitado a 49.000. Y eso en un barco en el que ahora estamos subidas tres personas porque estamos al final de la costera, pero del que comen al menos cinco familias", protesta Fernández.

Una premisa clara en el mar es que el beneficio ha de ser proporcional al sacrificio. "En campañas como la del verdel es fácil conjugar la vida familiar con la profesional. Pero cuando la gente sale a bonitos, te pasas más de 20 días allá fuera, lejos de tu casa. Regresas 24 ó 48 horas y después vuelves al barco. Eso es muy, muy difícil. Solo se entiende cuando se ha vivido", explica José Manuel Ruiz. "A veces la mar cansa, agota. Hay días en que uno se enerva y salta y es difícil mantener la armonía entre todos los tripulantes de un barco. Sobre todo cuando pasas más de veinte días a bordo y tienes que convivir con una tripulación de 15 personas".

Cuando los peces empiezan a rebosar las cajas los rostros de los pescadores parecen más tranquilos, satisfechos. Abren unas barras de pan y las embuten de chorizo y jamón. Es la hora del almuerzo. Quedan dos horas de navegación de regreso a casa. Al llegar a puerto se libra la última batalla, la de lograr unos metros en medio de un espacio frente a la lonja atestado de embarcaciones que pugnan por ser las primeras en descargar.

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