Eloísa Canga
Eloísa Canga, figura clave del hospital como gestora del servicio de Admisión, se jubila tras más de cuatro décadas de trayectoria con la espina de su cese hace un año: «Pasé a no pintar nada»
«Si alguien representa el espíritu Valdecilla esa es Eloísa Canga». Lo dicen profesionales veteranos que han compartido con ella –con 'Elo'– los avatares del ... hospital y conocen su «entrega y dedicación» en los más de 41 años de trayectoria profesional. Ha sido una figura clave de la organización, el alma del servicio de Admisión, que construyó «de la nada» y «con «muchas dificultades a finales de los noventa, de la mano de Lorenzo López y José Luis Bilbao». «Siempre me he sentido muy querida y respetada», asegura la médico (Torrelavega, 1960), sin haberse hecho a la idea aún de que Valdecilla ha dejado de ser su 'casa' de trabajo. Esa a la que llegó en junio de 1984 como especialista de Nefrología, antes de abrirse camino en el ámbito de la gestión, animada por el consejero de Sanidad del momento, Jaime del Barrio, y por Julio Cotorruelo, nefrólogo y coordinador de trasplantes entonces, más tarde también su marido. Aquella labor no entraba en sus planes, porque «desde que tengo uso de razón quería ser médico», pero acabó «enganchada». Eso sí, con «un lema grabado a fuego: detrás de cada papel hay un paciente».
Recién jubilada, Canga comparte «la sensación extraña» que le invade mientras posa para el fotógrafo frente al hospital «donde lo he vivido todo. Yo tengo dos amores: mi marido y Valdecilla. Aquí me realicé, nacieron mis seis sobrinos, han muerto mis padres, me he enamorado, he reído, he llorado... lo he hecho todo». Hasta esquivó «por los pelos» su propia muerte en el derrumbe de la fachada de Traumatología, aquel trágico 2 de noviembre de 1999, en el que fallecieron cuatro trabajadores, dos de ellos justo al otro lado de la puerta de su despacho: su subdirectora (Julia Hazas) y su secretaria (Isabel Ortega). «Fue la insistencia de Isabel para que atendiera una reunión la que me salvó, quedándome a dos metros de donde el hospital se partió en dos», rememora.
Tras «el tremendo estruendo» de aquella mañana gris, al abrir la puerta se encontró que «ya no había nada, solo una nube de polvo blanco y un gran agujero». Sin tiempo para asimilar el dolor de lo ocurrido y buscar consuelo, «ese mismo día hubo que ponerse a trabajar» para salir del caos. «Nos quedamos sin quirófanos... fueron meses muy duros. Hubo que poner en marcha la Residencia Cantabria, que era el hospital materno-infantil. Todo el mundo creía que había muchas habitaciones en las plantas, pero allí no había nada, eran todo despachos. Parte de nuestra actividad se repartió entre Santa Clotilde, Sierrallana y Liencres, donde se montó el servicio de Ortopedia».
Toda esa reorganización la llevó en primera persona porque en aquella época justo era la directora médica del hospital, un reto que había aceptado «con ilusión» y «cierta inconsciencia» tres años antes (1996), a propuesta del gerente José Manuel Rubín. «Tenía solo 36 años, ¡madre mía! Cuando firmé fue el momento más feliz de mi vida». Se había convertido en la primera mujer en acceder a ese cargo en la historia de Valdecilla. «Pero aquella tarde, al verme en el despacho, empecé a llorar, preguntándome 'qué había hecho', estaba asustadísima», relata Canga.
«Yo era la directora médica cuando nos quedamos sin la mitad del hospital en un minuto en el derrumbe, me salvé por los pelos»
«Hace un año me cesaron porque querían imponerse criterios para las listas de espera que yo critiqué, pero no se cambió nada»
«En el hospital lo he vivido todo: me realicé, nacieron mis sobrinos, murieron mis padres, me enamoré, lloré, reí... ha sido mi vida»
«Realmente fueron unos años muy interesantes, en los que todo iba bien hasta que tuvimos el accidente». A partir de ahí, «la situación se fue complicando con la Gerencia, que tenía una forma diferente de enfocar todo aquello del retraso de las obras; primero iba a haber mucho dinero, luego ya no había. Yo estaba más unida a lo que era el funcionamiento del hospital, a los médicos. Fue una situación muy desagradable y cometí un error terrible en el año 2000, parece que imperdonable, que fue anunciar mi dimisión. Alguien me dijo que había cavado mi propia fosa para siempre. Y eso me costó verme en la prensa haciéndome casi responsable de la lentitud de las obras», lamenta. «Volví entonces a Admisión, donde me pusieron un poco en el ostracismo, hasta que ocho meses después cogí de nuevo las riendas del servicio, y así fue durante toda la reconstrucción».
Canga se va orgullosa del legado que deja, pero con la «espina» de su polémico cese como jefa de Admisión hace un año tras cuestionarse la gestión de las listas de espera. Desde entonces «sentía que ya no pintaba nada». Ella que, por méritos propios, estaba «acostumbrada a pintar mucho» y a ser un referente de confianza para los equipos directivos en cada ciclo político, independientemente del color y «siempre con una relación exquisita». Ahora reconoce que le da «pena» que esta última etapa haya terminado así, «porque de alguna manera es como que se desmorona tu obra» y «nunca entendí el motivo». «Cuando llegó la nueva Dirección, que venía de fuera y ni me conocía, lo primero que dijeron es que ya estaba 'amortizada'. Yo, que soy la obediencia personificada, sí que fui muy crítica con algunas instrucciones que se estaban planteando para gestionar las listas de espera, porque consideraba que no eran justos para los pacientes. Pero lo curioso es que, a día de hoy, de aquellos criterios que se querían imponer no se ha puesto ninguno. Las cosas se quedaron como estaban», expresa. Además, le sorprende «que me cesaran el mismo mes que Valdecilla recibía el premio a la mejor gestión pública y a mejor hospital de España (BIC). ¿Qué premio le hubieran dado de haber tenido una responsable de Admisión que encima lo hubiera hecho bien?», ironiza. «Uno mundial, supongo».
Pese a su amarga salida, «eso no quita mi amor absoluto por Valdecilla». Y con emoción describe uno de esos recuerdos que se lleva en el corazón. «Fue en los momentos duros de la pandemia de covid. Todas las mañanas el gerente, Rafael Tejido, que gestionó aquella terrible crisis de manera admirable, reunía a los jefes de servicio para analizar la situación. Un día me preguntó cómo estaba el hospital y dije 'hoy estoy contenta'. La respuesta del jefe de Nefrología fue que 'si Elo está contenta, todo el hospital también', lo que provocó el aplauso de todos los compañeros, fue un momento emocionante y muy bonito».
«Se está perdiendo el espíritu de Valdecilla»
Eloísa Canga mira al futuro con «preocupación»: «El espíritu Valdecilla, esa idea romántica de la medicina, se está perdiendo. A lo mejor ya no se puede pedir esa vocación sacerdotal de los sanitarios como antes; todo el mundo tiene derecho a la conciliación familiar, pero luego no hay quien supla eso, con lo que sometes a un sobreesfuerzo al resto». Por eso, cree que «los gestores deben dialogar más con la gente de a pie. No sé si cuando otros hemos estado en las direcciones también nos hemos creído los salvadores del hospital. He ido aprendiendo con los años que hay que escuchar más, reconocer el trabajo bien hecho (y no todo es dinero) y tener en cuenta que todas las categorías profesionales son igual de importantes para que el hospital funcione».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión