La edad media de los funcionarios del Estado en Cantabria es de 54 años, dos más que en España
UGT denuncia el envejecimiento de las plantillas de la Administración General del Estado, resultado de unos recortes que impiden la llegada de empleados jóvenes
Cuando entra usted en la sede de la Agencia Tributaria, en la delegación de la Seguridad Social o cuando visita alguna instalación de prisiones en ... Cantabria, acierta de pleno si le da la sensación de que los jóvenes son una muy rara avis entre los funcionarios. Apenas 14 del total de 2.117 empleados públicos que el Estado tiene en la comunidad autónoma son menores de 30 años y más del 80% del personal ya dejó atrás los 50. Una cuarta parte de la plantilla, de hecho, tiene más de 60 años y se encuentra próxima a la jubilación.
Así se desprende de un estudio realizado por la sección sindical correspondiente de la Federación de Servicios Públicos de UGT, que ha estudiado a fondo el empleo en la Administración General del Estado (AGE) en la región para llamar la atención sobre dos cuestiones que van íntimamente ligadas: hay necesidad de incrementar las plantillas y, de paso, de rejuvenecerlas. Porque en Cantabria, la edad media del personal de la Administración General del Estado (AGE) ha alcanzado ya los 54,3 años, dos por encima del promedio nacional (que esta en los 52) si bien en algunos servicios de la región, caso de la Agencia Tributaria, el envejecimiento se acentúa y el promedio ha llegado a los 56 años. Allí solo hay un trabajador que todavía no haya soplado las 30 velas.
Lo mismo sucede en las dependencias de la Seguridad Social, donde solo un funcionario está por debajo de esa edad y solo otros 23 tienen menos de 50. Las prisiones tampoco andan mucho mejor en cuanto a efectivos jóvenes. Contabilizan 330 trabajadores, de los que solo tres bajan de los 30. Por el contrario, el 78% supera el medio siglo de vida.
«Todos querríamos una plantilla más joven y con tiempo para aprender»
«En parte no me voy por vergüenza torera. A mí este trabajo me ha dado mucho: estabilidad, seguridad... Empecé a cotizar tarde y también quiero completar la carrera profesional. Pero me gusta mi labor y, con una carga como la que tenemos...». Habla Dolores Bustillo, funcionaria del Instituto de la Seguridad Social (departamento de revisiones de incapacidad) donde la crisis disparó la actividad al tiempo que las sillas que se vaciaban por jubilación no se ocupaban más. Ella se ha pasado dos años de la edad oficial de retiro y le gustaría que «llegara gente nueva y, sobre todo, que se le diera tiempo para aprender. Todos querríamos una plantilla más joven». Porque, cuando Bustillo accedió a su puesto hace tres décadas, «había personal suficiente y el que se iba enseñaba al que entraba». Eso no ocurre en 2019. «Ahora el que viene detrás tiene que cogerlo todo sobre la marcha: si alguien se dedica a enseñar, se acumulan los expedientes y no nos lo podemos permitir. La gente se cree que aquí le das a un botón y todo lo hace el ordenador. Nada más lejos de la realidad».
Unas medias de edad «demasiado altas», lamenta Luis Álvarez, delegado de UGT, más si se tiene en cuenta que las plantillas son «excesivamente cortas». Al combinarse ambos factores, se dan dos circunstancias. En clave interna, empleados que ya tienen una edad se ven sobrecargados de trabajo porque siguen desarrollando sus funciones y tienen que asumir las de quienes se jubilan. Y de cara al exterior, los ciudadanos tienen motivos de queja porque «expedientes que tendrían que estar resueltos en pocas semanas, pueden tardar meses».
Según los datos que maneja la central sindical, desde hace siete años, en Cantabria la plantilla de laAGE se ha contraído en casi un 16%, es decir, que hay 397 funcionarios menos. Esto provoca que la edad promedio no deje de crecer y una sobrecarga de actividad que, en algunos casos, es insostenible», explica el sindicalista, que agrega que el 90% del empleo perdido corresponde a personal de ministerios encargados de la atención directa al público y esta labor se tiene que seguir haciendo, «no se puede obviar».
«Me sorprendió saber que soy uno de los de menos edad»
No es de los benjamines de la Administración General del Estado en Cantabria, pero aún se siente de estreno: llegó en la última hornada de empleados públicos que recibió la comunidad autónoma que, según los datos de UGT, fueron solo cinco. El canario Enrique López ejerció un tiempo como abogado y luego opositó, de forma que el Instituto de la Seguridad Social es, desde julio, su primer destino como funcionario. Cuando se incorporó, le llamó la atención «que hace falta personal. Todos tenemos un volumen muy alto de actividad». En ese sentido, rompe una lanza por sus compañeros, «un ejemplo de trabajo y esfuerzo» para que todo funcione. «Hay carga de trabajo, pero se saca». Cuando aterrizó en su puesto, le sorprendió enterarse de que él, a sus 39 años, es uno de los más jóvenes del lugar. También defiende la labor del funcionariado. «Se suele pensar que ésta es una actividad muy rutinaria, pero no es así. El puesto (está en reclamación y previsión de pensiones) es muy dinámico, se resuelven muchos problemas diferentes».
Por eso, pide que, «de una vez por todas, las plazas convocadas en las últimas ofertas públicas de empleo lleguen a Cantabria». La Administración del Estado es la única donde no se repone una vacante obligatoriamente en el territorio que la pierde por jubilación. A sus ojos, también es muy necesario que se agilicen los procesos selectivos y de incorporación al puesto: «se tarda tres años o más» desde que se detecta un hueco hasta que se cubre y «no puede ser» que la AGE sobreviva «gracias al sobreesfuerzo y la profesionalidad de sus empleados».
No lo dice con las mismas palabras, pero confirma que la edad puede ser un problema en ciertos puestos un empleado público de la vigilancia aduanera (adscrito a la Agencia Tributaria) que prefiere no dar su nombre. A sus 32 años, este trabajador afirma ser «el más joven, con diferencia», de su entorno laboral, algo que le parece cuestionable «porque ya debería haber otros hasta más jóvenes, incluso». Asegura que una plantilla corta hace que las funciones «no se acometan con la normalidad con que se debería» y que la edad «condiciona todo lo demás. Algún compañero ha prolongado voluntariamente su vida laboral «pese a que trabajamos embarcados y de noche». Hay trabajadores que no están en el momento ideal «para saltar de un barco a otro».
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