Los ganaderos que nunca se rinden
La dermatosis nodular es el último contratiempo para un sector acostumbrado a pasar por momentos de enorme dificultad y con familias que se sobreponen a duros golpes por enfermedades dentro de sus cabañas
Rosa María del Río Ganadera en Voto
«La enfermedad hemorrágica fue una catástrofe, pero hemos conseguido salir adelante»
La Bien Aparecida es una fecha difícil de olvidar para Rosa María del Río. Descendiente de ganaderos, dirige una explotación con vacas cruzadas y toros de raza limusín, junto a su hermano Dionisio, bajo la sociedad Arganadera 2015, en Voto. Ese 15 de septiembre de 2023 marcó un antes y un después para la ganadería familiar al detectar el primer caso de la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE). «En aquel momento vivíamos la alerta de la enfermedad como si fuese el covid para los animales, pensando que nunca iba a llegar. Esa mañana al ir a ver las vacas, como de costumbre, vimos una que presentaba los síntomas», relata Del Río. En un primer momento, la ganadera optó por meter a la vaca afectada en una cuadra sola, sin contacto con el resto. «Pensábamos que solo podían tener riesgo de contagio las que estaban con ella, pero a la semana tuvimos otra con el mismo cuadro médico en el otro extremo del municipio. Y ahí ya se nos desbordó».
Sin duda, un mal presagio de todo lo que les tocó vivir después. «Empezamos a pasarlo bastante mal, todos las mañanas cogíamos el botiquín para ir a curar y ver lo que nos encontrábamos. Tan pronto llegabas y veías una ligera mejoría, como que al día siguiente, llegabas y estaba muerta», explica la ganadera. «Aunque intentamos hacer todo lo mejor que pudimos, en esos primeros momentos, nadie tenía muy claro cómo hacer frente a la enfermedad. Solamente podías ver lo que las vacas exteriorizaban, como la lengua afuera o los mocos, pero hasta que no llegó el frío no mejoró la situación». Con más de una treintena de cabezas de ganado muertas y centenares de ellas infectadas, Del Río habla del sufrimiento y la angustia al ver cómo los animales no reaccionaban con «ningún tipo de tratamiento». Pese a las pérdidas sufridas, con las vacas fallecidas y las que quedaron con secuelas, nunca se planteó abandonar su ganadería extensiva de carne. «No podemos dejarlo, somos nietos e hijos de ganaderos, lo llevamos en la sangre», asegura. «La enfermedad hemorrágica fue una catástrofe, pero hemos conseguido salir adelante».
En ese intento de volver a la normalidad, han tenido que tomar la decisión de sacrificar a las que no han podido superar las consecuencias de la EHE. «Hemos sustituido esas vacas con terneras pequeñas para criarlas». Del Río espera que la experiencia vivida con la enfermedad hemorrágica pueda ayudar a hacer frente a la dermatosis nodular. «De aquello hemos aprendido a lo que nos viene ahora, con estas medidas ojalá podamos prevenir esta enfermedad y salvar a nuestros animales para que en un futuro cercano volvamos a la normalidad», puntualiza.
Ana Isabel Ríos Ganadera en Pámanes
«Las pérdidas fueron tremendas con la EHE, aunque lo peor fue ver sufrir a los animales»
Desde la explotación que lleva regentando casi treinta años en Pámanes, Ana Isabel Ríos recuerda que todavía no ha superado del todo las consecuencias de la enfermedad hemorrágica. «Me dio de lleno. Fui de las primeras en tenerla hace dos años, es algo que hemos arrastrado durante todo este tiempo, por todas las vacas que se murieron, las que sufrieron abortos y otras tantas que se quedaron infértiles», subraya. «Cuando nos tocó vivirlo en primera persona fueron momentos muy duros, ya no solo en lo económico, sino en lo personal, el ver a los animales sufrir lo indecible y lo pasamos realmente mal. La EHE nos dejó unas pérdidas tremendas».
La ganadera rememora que los días con la enfermedad en su cabaña consistieron en pasar mañana, tarde y noche curando a los animales enfermos: «Pensábamos que los podíamos salvar a todos y fue una equivocación, porque se murieron la inmensa mayoría». Ríos señala que perdió el 25% de las vacas nodrizas, más de un tercio de los terneros, entre los que no llegaron a nacer y los que murieron a las 24 horas del parto: «Las madres habían tenido tanta fiebre y tanto daño, que los recién nacidos no eran capaces de sobrevivir». Ríos revela el padecimiento de ese primer año con la enfermedad: «Se pasa muy mal, estuvimos al borde del infarto, porque era tremendo, no me quiero imaginar lo que tiene que ser un vaciado sanitario».
El comienzo del «bucle»
Aunque si hay un momento que no puede olvidar fue aquel primer día en el que fue consciente de que tenía la enfermedad circulando entre sus animales. «Me parió una novilla, cuando bajé a ver que la ternera habría mamado, me di cuenta de que la madre estaba coja y era algo extraño. Llamé al veterinario, vino a verla y no se levantaba. Y ahí empezó todo en bucle», detalla. «Aparecieron los mocos impresionantes, no podían comer. Era horroroso. Con la fiebre se les ponían unas llagas en la boca, hasta a un par se les llegaron a caer los dientes. A algunas les pude salvar la boca con la ayuda de aloe vera, era increíble ver cómo las vacas tenían un comportamiento de humano para que las intentaras ayudar».
Ríos destaca que los «únicos» animales que libraron la enfermedad hemorrágica fueron los terneros que tenía en el cebadero y los toros. «Sé que en otras explotaciones a los toros les afectó muchísimo, pero en mi caso tuve suerte en ese aspecto». Aún así cuenta que este pasado año volvió a tener cinco muertes por la EHE». Ahora es cuando la ganadera empieza a ver la luz al final del túnel. «Los terneros están naciendo fuertes y sanos. Los partos de ahora no tienen nada que ver con los de hace dos años. Aunque todavía me queda alguna vaca mayor con problemas de fertilidad, que me está costando recuperar, porque es verdad que yo no mandé a ninguna vaca al matadero. He intentado por todos los medios habidos salvarlas a todas, hay mucha gente que vio llegar la enfermedad y empezó a quitarse animales de la explotación al ver que daba igual a donde las llevases que nos encontrábamos en la zona cero y había una enorme carga vírica circulando», revela.
A la pregunta de cómo ha podido sobrellevar la situación tan compleja vivida en estos dos últimos años, Ríos responde con «mucho esfuerzo, sacrificio y tirando de ahorros». Sin embargo, no pierde de vista la irrupción de la dermatosis nodular en España y admite su preocupación por los riesgos que supone para el sector. «Ahora nos toca rezar, porque tenemos otra amenaza encima y como acabe llegando a Cantabria va a ser un gran problema», asegura. «Si aparece la dermatosis será definitivamente la puntilla para muchísimas explotaciones ganaderas cántabras. O sea, que nos tengan que hacer ahora un vacío sanitario, hablando en mi caso, no lo podría soportar económicamente. No puedes volver a iniciar otra vez la explotación, llevo 29 años con ella y volver a tener esta cantidad de animales de hoy es inviable».
Alberto Ortega Ganadero en Camijanes
«Es muy duro ver cómo en un año y pico te sobra una nave entera y parte de otra»
Acostumbrado a pelear contra la tuberculosis bovina desde hace muchos años, Alberto Ortega reconoce desde su granja de Camijanes (Herrerías) el desgaste que le ha producido el «goteo» de animales afectados por la enfermedad. «Estuve a punto de decir esto se acabó», confiesa el ganadero. «Los que nos dedicamos a esto es porque nos gusta, pero hay que tener muchísima moral y buscar ese punto de ilusión».
En la actualidad, cuenta con una explotación de 50 cabezas de raza frisona, entre pequeñas y grandes, dedicadas a la producción de leche. Ortega señala que esta zona de campo ha sido «propensa» a sufrir con esta enfermedad. «Me afectó hace unos años y hace un año volví a sufrirla. De momento, puedo decir que llevo un año sin problemas. En total, he perdido cerca de treinta vacas en todo este tiempo», relata. «Es un palo bueno, tanto en lo económico como en el tema de la genética de tus animales, porque montar una ganadería no es nada sencillo».
Uno de los problemas que el ganadero subraya es la «dificultad» de identificar los síntomas y la forma en la que les afecta a las vacas. «A los animales que les ha tocado vivirla no les he notado nada extraño, no se manifiesta a la vista. Les tienen que sacar sangre para detectarlo, pero no se nota a la hora de dar leche», añade. «Es muy duro ver cómo en un año y pico te sobra una nave entera y parte de otra».
Con más de 40 años dedicados a la ganadería, Ortega hace hincapié en los escollos por los que pasa un ganadero cuando le entra una enfermedad en su cabaña. «Yo estuve casi dos años llevándome animales y sin poder reponerlos. Es algo complejo de gestionar», suscribe. «A mí nunca me han dejado de recoger leche, ya que con la pasteurización por la que pasa, no hay ningún tipo de problema para su consumo, pero conozco casos de otros ganaderos que sí han tenido más problemas a la hora de su recogida por parte de determinadas empresas, puesto que ellas ponen sus propias normas y hay que respetarlo».
Ortega también reconoce su preocupación por la irrupción de la dermatosis nodular en España, además en su caso por la cercanía con Asturias. «Tenemos bastante miedo al tema del transporte, de momento parece que en el norte del país no la tenemos, pero es que un positivo puede ser tu final como ganadero. Algunos lo intentarán, pero muchos tirarán la toalla», desliza. «Estamos en un momento muy complicado para el sector, hay pocos jóvenes como titulares principales de explotaciones, la mayoría está en un perfil de ayudar a los padres y entiendo que mucha gente ahora mismo se pueda quedar por el camino a la hora de afrontar todos los problemas que azotan al sector».
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