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«Hay gente que lleva días sin ducha y a bocadillos»
Transportistas ·
Con todo cerrado, están más solos que nunca en la carretera para garantizar que el país no se pare. «Es duro y los primeros días fueron un caos»La palabra arquilla no aparece en el diccionario, pero los transportistas saben de sobra lo que significa. Félix, que llegó a las doce a Hoznayo e hizo noche en el aparcamiento que hay tras la gasolinera, se baja de la cabina y la enseña. Es un cajón en los bajos. Una especie de despensa. Él viene de Escocia con pescado fresco como carga y va a Burela (Galicia). Lleva cocinilla, cacharros y una compra entera. Pasta, fruta, galletas, zumos, café... «Estos días esto -la arquilla- ha sido prácticamente mi casa y la de algún compañero que se arrima». La carretera, ahora, es más solitaria que nunca y ellos no paran. «Al principio no había nada abierto. Los primeros días fue un caos». Complicado para ir al baño, tomar un café o darse una ducha. Y, como todos, con el miedo en el cuerpo por el virus. «Yo sólo espero que, cuando acabe todo esto, nos respeten un poco más». Eso lo dice Francisco en Anero. Anda llevando leche a San Sebastián.
A la altura de Solares, ya metido en autovía un martes pasadas las nueve de la mañana, es fácil darse cuenta. Casi todo lo que circula son camiones o furgonetas. Muy pocos coches. Y a los lados de la carretera no queda nada abierto. Esos bares de menú tan de camioneros han bajado la persiana, lo mismo que los hoteles para descansar y pegarse una ducha rápida. Hasta un café -que es clave en su trabajo- cuesta. Sólo las gasolineras dan servicio y los transportistas cuentan que en sus viajes tuvieron problemas en algunos puntos para poder usar los baños (la patronal de las estaciones de servicio en Cantabria aclara que ellos tienen los suyos abiertos desde el día 16, tras la publicación en el BOE de la norma la noche antes).
«Tengo compañeros que llevan varios días sin ducharse y a bocadillos». Lo cuenta Francisco Gómez desde la cabina y manteniendo la distancia. Está en Hoznayo, a punto de salir. Explica, tras parar el motor, que intenta cumplir todas las normas. Con lo que tiene. Por ejemplo, la mascarilla que le ha hecho su mujer, «que es costurera». Para él y para algunos de sus compañeros. «Pero en muchos sitios se lo pasan todo por el forro». De hecho, ya ha puesto varias denuncias. Ni mascarilla, ni guantes, ni limpieza en botones o pantallas de puntos de carga y descarga por donde pasa todo el mundo... «Hay muchos errores. Yo todo lo que veo mal, lo digo y he tenido varias broncas. Y todavía hay demasiada gente en la carretera», explica. «Ahora ya no hay tanto problema con los baños de las gasolineras, pero al principio sí. Y también te encuentras restaurantes muy solidarios que están sirviendo menús para llevarse y que puedas comer algo caliente». Él cree que «deberían liberar peajes» en las autopistas en este periodo, que tardarían menos ahora que el tiempo es oro. Y está lo otro. «El llegar a casa con la preocupación. A mí me ha hecho mi mujer hasta raparme el pelo. Es duro», dice ya antes de coger ruta.
«Muchos sitios se pasan todas las normas por el forro. Los primeros días puse varias denuncias. Si veo algo mal, lo digo»
Francisco Gómez Peña - Lleva leche al País Vasco
«Estamos trabajando como buenamente se puede. No hay donde comer, no hay donde ducharse ni nada »
José Mon - Lleva acero a Francia
«La arquilla (cajón del camión, como una despensa) está siendo prácticamente mi casa y la de algún compañero»
Félix Muñiz - Lleva pescado a Galicia
«Estoy mal, todos estamos al límite y sólo espero que cuando todo esto acabe nos respeten un poco más en todas partes»
Francisco Barquinero - Lleva leche al País Vasco
«Hemos pedido a Sanidad y a Delegación de Gobierno una solución porque necesitamos medios para desinfectar esos baños»
Jorge de Benito - Asociación de Empresarios de Estaciones de Servicio
Uno se va y otro llega. La ruta. «Yo personalmente no tengo miedo porque soy un cabra, por mi forma de ser. Pero claro, tienes la preocupación de llevárselo a la familia y de lo que venga después. Porque si esto no acaba en hambruna, vamos bien». José Mon, asturiano, cargó el lunes en Gijón y va camino del norte de Francia. Lleva acero. «No hay donde comer, no hay donde ducharse... La semana pasada tuve algún problema por ahí porque no me dejaban entrar al baño. En Francia dejan entrar de uno en uno y estaba mejor organizado. Estamos trabajando como se puede». Lo suyo es una parada rápida delante del Adelma y la pequeña charla con los periodistas nada más poner pie a tierra. «Lo que queráis». Una especie de camaradería entre quienes deben seguir trabajando. Y sobre eso reflexiona. Él piensa -eso explica- que hay que vencer al miedo, que hay que mostrar una imagen de serenidad, hasta de optimismo. «Porque el miedo es muy contagioso». Esa misma buena disposición a contar su experiencia muestra Félix Muñiz -el que venía de Escocia y sale en la foto con la arquilla llena-. Apura en el aparcamiento sus últimos minutos de descanso y antes de bajar de la cabina (en la que ha dormido) se pone la camisa y los zapatos.
-¿Cómo lo lleva?
-Como mejor se puede teniendo en cuenta que se está muriendo el país.
En lo suyo, en lo ceñido a la ruta, explica que hay menos controles de la Guardia Civil y que les dejan andar sin interrupciones. Donde hay más control es en los puntos de carga y descarga. «Lo descargan ellos directamente, no nos dejan entrar...». Él aprovechó el tránsito en el ferri -viene de Escocia- para pegarse una ducha y descansar, «pero el ferri está entre una semana para arriba y otra para abajo». De ahí el cargamento que lleva a cuestas para su manutención, para comer caliente y para apañarse con todo cerrado. Lo explica mientras abre el grifo del depósito que tiene también en su camión para lavarse las manos antes de regresar al volante. «Intentas cumplir con las normas de seguridad que te indican para evitar contagios, pero a veces es imposible».
Un café en Anero
De Hoznayo a Anero. Cinco minutos. Otro punto habitual para ver camiones. El rastro de las paradas rápidas es evidente en una de las papeleras. Latas de conserva vacías, cáscaras de plátano, platos de plástico desechables, el envoltorio de una cajetilla de tabaco, guantes usados... «Servicio para transportistas», pone en un cartel acompañado de una flecha en la cristalera del restaurante que hay pegado a la gasolinera. Está cerrado, pero sirven café para llevar a los camioneros -aunque hay un montón de letreros que recuerdan que es eso, para llevar, y que no se puede consumir en la terraza-. «Tomar este cafetuco ayuda después de haberme comido algo de fruta en el camión», dice con acento entre asturiano y gallego uno de los que se ha detenido (es de Castropol, en la zona que separa ambas comunidades). Se mueve por toda la cornisa norte, entre el País Vasco y Barcelona («Ahora a Madrid voy bastante menos») y lleva pasta de papel (aunque estos días le ha tocado mover también alimentación y papel higiénico). «No comer caliente te fastidia, pero yo lo que peor llevo es la ducha o el aseo, lo que más echo en falta estos días». En la charla vuelve a salir a relucir que «los primeros días» las cosas funcionaron «muy mal». «Ni ir al baño -él lo dice de una manera mucho más explícita, pero es fácil hacerse a la idea-, ni tomar un café... Ahora hay bastantes bares de familia o gasolineras que te dejan entrar y, si tienen cafetera, te ponen algo para que te lo puedas llevar».
-¿Y anímicamente?
-Pues regular. No sé si es por el virus en sí. Por mí. Sobre todo porque tengo dos crías y lo que más me preocupa es que estando yo por ahí todo el día se lo pueda llevar a casa.
Eso, «y la incertidumbre del después». «Estás pagando letras e historias, así que imagínate. Un camión nuevo, plataforma... Hay que pagar mucho y el saco, antes que esto, no se llenó lo suficiente para lo que viene».
«Mal, yo estoy mal»
Es justo en ese punto de la conversación cuando se suma Francisco Barquinero. Él es cántabro, de Solares, y es el que anda llevando leche a San Sebastián. «No quiero molestar, pero si me permites...». Tiene ganas de expresar lo que siente. Reconoce que se siente «mal», que tiene «dos chiquillas pequeñas y la mujer» y se le palpa la preocupación desde bien lejos. «Yo te diría que algunos vamos a necesitar apoyo psicológico. Llevamos quince días a tope, día y noche». Cuenta que de esas mascarillas que han prometido para el sector no ha visto nada. «¿Dónde están». Y también que en plataformas o centros logísticos de los centros comerciales no les dejan «ni usar la máquina de café», ni bajarse del camión. «Todos estamos al límite porque te tratan mal en cualquier parte. Esto hay que ver el día a día cómo es. Los médicos, los periodistas, la gente del supermercado... Ellos están haciendo estos días su trabajo y nosotros también el nuestro. Yo sólo espero que cuando todo esto acabe nos traten con un poco más de respeto, porque a veces tenemos la sensación de ser la mierda en todas partes».
«Los baños están abiertos por humanidad y por dar el servicio»
Desde la Asociación Regional de Empresarios de Estaciones de Servicio explican que los 85 negocios que engloban tenían la notificación sobre la apertura de los baños «junto con cartelería para poner que sólo eran para los transportista a las 08.30 de la mañana» del lunes 16 (la orden se publicó el 15 por la noche). Del mismo modo, aclaran que todas las gasolineras –las 85– los tienen abiertos y no sólo las que están en el listado que facilitaron a Industria para destacar con las que están a menos de un kilómetro de una salida de autovía. Eso sí, reclaman ayuda para la limpieza de esos baños.