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Francisco Velasco y Victoria Ortíz de Zárate, investigadores del Instituto Español de Oceanografía, colaboran en el estudio de la biomasa de especies marinas. Celedonio
Investigadores cántabros aportan datos para fijar los cupos de pesca de la UE

Investigadores cántabros aportan datos para fijar los cupos de pesca de la UE

En el establecimiento de las cuotas de pesca de la UE interviene una amplia red de científicos, entre ellos varios cántabros, que analizan el estado de las distintas especies

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Domingo, 4 de marzo 2018, 08:16

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Es una frase recurrente entre los pescadores cántabros, especialmente los de mayor edad: «Ya no se pesca como antes». Lo dicen quienes disfrutan de una mañana de pesca deportiva en Gamazo, o quienes lanzan sus cañas en la playa de Liencres, pero también pescadores profesionales que viven temporada tras temporada de esta actividad. Cantabria no es ajena a una realidad que confirma cómo la actividad humana a nivel global lleva años fomentando la degradación de un ecosistema marino que, pese a los esfuerzos realizados por numerosos organismos a nivel local e internacional, ofrece importantes síntomas de agotamiento. En este contexto, la gestión de los océanos y de sus recursos es una tarea esencial y de enorme complejidad debido a la gran cantidad de actores que intervienen en su definición, a sus implicaciones económicas y políticas y, por supuesto, a la dificultad que conlleva conocer el estado del ecosistema marino para establecer estrategias adecuadas para su conservación y recuperación.

La tarea de analizar, medir y calcular el estado de las distintas especies de peces que habitan en los océanos es un trabajo científico con un gran impacto en la economía y en la sociedad, cuya necesidad no se hizo evidente hasta principios del siglo XX, aunque ya a finales del siglo XVIII hubo científicos que señalaron esta tendencia a la baja en materia de capturas. Las grandes industrias pesqueras del mundo tuvieron que afrontar diferentes crisis antes de hacerse conscientes de la importancia que tiene conocer y gestionar unos recursos limitados que sufrían cada vez una presión mayor. En esa línea aparecieron los primeros modelos matemáticos para explicar las dinámicas de las poblaciones de peces explotados, como los desarrollados por Russell, Ricker o Gulland, que sirvieron de base para el desarrollo de modelos analíticos más complejos, explica Victoria Ortíz de Zárate, investigadora del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Respecto a esta época, Francisco Velasco, también investigador del IEO en su sede de Santander, destaca que las dos grandes guerras supusieron un respiro para el entorno marino: «Durante las guerras mundiales, en las que la actividad pesquera descendió, se produjo una recuperación de los stocks, pero después el ritmo de pesca volvió a incrementarse rápidamente y en unos años las capturas se cuadriplicaron pasando de 20.000 toneladas a 85.000. Los colapsos de pesquerías como las del bacalao a principio de los 90, la anchoveta peruana, o de la merluza a finales del siglo XX, provocaron que surgieran iniciativas como el código de conducta para la pesca responsable (FAO 1995), como una continuación de la declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo».

Las características de la industria pesquera, así como el hecho de que los peces y 'stocks' no entienden de fronteras, implicaron el desarrollo de instituciones comunes y de acuerdos entre países para coordinar la gestión de los recursos pesqueros. Con el tiempo, se ha consolidado una red de organismos especializados, cuyos máximos representantes a nivel europeo son el ICES (Consejo Internacional para la Explotación del Mar), formado por veinte países, y la ICCAT (Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico). Estos organismos, cuyo objetivo es la ordenación de los stocks de interés comercial , incluyen los recursos pesqueros en la zona económica europea (ZEE) y en aguas internacionales del océano Atlántico y mares adyacentes, respectivamente.

«Gracias a su gestión, el stock del atún blanco se ha mantenido lejos de la sobre explotación»

Victoria Ortíz de Zárate | Investigadora túnidos IEO

Tanto el ICES como la ICCAT se encargan de recoger anualmente los datos aportados por una amplia red de investigadores de distintos países y especialidades, los analizan, evalúan el estado de explotación del stock y establecen una serie de consejos de capturas para que los administradores puedan definir unas cuotas de pesca que garanticen la viabilidad biológica y económica de las distintas especies. En el caso de España, muchos de los investigadores que colaboran con el ICES o con la ICCAT forman parte del IEO, como en los casos de Francisco Velasco y de Victoria Ortíz de Zárate.

«El seguimiento de los consejos científicos para fijar los TACs cada vez es más fiel a las propuestas»

Francisco Velasco | Investigador IEO

Estas recomendaciones de capturas no son, sin embargo, concluyentes, puesto que en los índices de capturas definitivos se contemplan otras variables de carácter social y económico. Un enfoque transversal que responde al hecho de que el cierre o la reducción de una costera puede dejar a muchos barcos y pescadores en tierra, y tener un importante efecto en el precio del pescado. De ahí que las decisiones finales, establecidas por la UE, tengan en cuenta todos los efectos de estas decisiones.

Tras el suministro de datos de las redes de investigadores y su posterior análisis por parte del Comité Permanente de Investigación y Estadísticas para establecer unas recomendaciones para cada stock, la UE define su propuesta de capturas para los diversos stocks. Es en ese momento cuando llegan las tensas reuniones dentro de la Comisión para fijar los TAC (Totales Admisibles de Capturas) de las distintas pesqueras, un reparto esencial para la industria.

Investigación submarina

¿Cómo estiman los científicos el estado de las poblaciones de peces para establecer sus recomendaciones? La complejidad de esta tarea es tal que se han establecido diferentes métodos en función de las características de las numerosas especies a gestionar. A grandes rasgos, y tomando como referencia la realidad de la industria pesquera de Cantabria, se puede distinguir entre las especies demersales, que viven en las inmediaciones de los fondos marinos, y las especies pelágicas, que habitan a una profundidad media o cercanas a la superficie. Dentro de esta última categoría, y debido a su importancia biológica y económica, los túnidos cuentan con su propia gestión, dependiente del ICCAT. En todos los casos, se utilizan diferentes técnicas para calcular la biomasa de las distintas especies. Este concepto, el de biomasa, es fundamental en el análisis del estado de las especies, ya que se corresponde con el peso de todos los peces de una determinada población que existen en el mar, un dato es esencial en la definición de los TAC que se fijan para dichas especies: si la biomasa de una de ellas desciende por debajo de los índices biológicos definidos, los comités aconsejan el descenso del total de capturas a realizar de este pez hasta que los valores vuelven a índices de seguridad.

El dato

  • 7% es el descenso de la cuota de merluza en los caladeros del norte tras los nuevos TAC fijados por la UE.

Las técnicas empleadas varían dependiendo de las especies. En el caso de las demersales, Francisco Velasco señala que existen hasta seis categorías diferentes de poblaciones que requieren distintos métodos para estimar su volumen de capturas. El reclutamiento es una de las variables más importantes, y consiste en «analizar el número de peces que entran en la pesquería cada año», es decir, el número total de una determinada especie capturado durante una campaña. El análisis de los peces capturados y nacidos en un mismo año, que permite analizar la tasa de reproducción, se conoce como 'cohorte'. La mortalidad es otro de los factores más importantes, «tanto la natural, producida por causas naturales, por enfermedades o por predación, como la mortalidad pesquera, producto de la captura de estas especies». La actividad humana ligada a la pesca y su impacto se miden en el llamado 'esfuerzo o presión pesquera', que contempla «la presión de la actividad pesquera sobre los índices de biomasa».

Túnidos

Este trabajo de recopilación de datos y análisis varía en el caso de los atunes, que son especies pelágicas oceánicas que efectúan grandes migraciones en el Atlántico (atún blanco o bonito del norte), y que cuentan con un protocolo particular dependiente de la ICCAT. Victoria Ortiz de Zárate, investigadora del IEO especialista en túnidos, especialmente en el atún blanco, forma parte de la red de científicos que colaboran en el análisis de la biomasa de estas especies, que fue de las primeras en mostrar síntomas de agotamiento en década de los 60 del pasado siglo.

En el caso del atún blanco del Atlántico norte, destaca que «gracias a las medidas adoptadas en este organismo, el stock de esta especie se ha mantenido lejos de la sobreexplotación y tan sólo en algunos años concretos se ha producido sobrepesca». En la última evaluación, realizada en 2016, se constató que la biomasa del stock norte se había recuperado, lo que ha permitido aumentar el TAC para los próximos años, entre 2018 y 2020, con 33.600 toneladas fijadas para este nuevo trienio.

Las mediciones del bonito del norte

Los métodos utilizados para el cálculo de la biomasa del bonito del norte, tan importante en el sector pesquero cántabro, varían respecto a las demás. El análisis comienza por la aplicación de modelos matemáticos que tratan de representar la evolución de su población a partir tanto de los datos recopilados de la actividad de todas las flotas pesqueras como de los conocimientos sobre la biología, explica Ortíz de Zárate. Los datos sobre las migraciones en el Atlántico se obtienen a través de actividades de marcado y recaptura. «Existe una Red de Muestreo e Información del IEO, que en Cantabria tiene dos puertos con seguimiento de la actividad: Santander y Santoña. Durante la costera se obtiene información de la actividad de las flotas de cacea y cebo vivo y muestreos de tallas de los peces capturados».

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