«Los jóvenes han perdido el sentido del esfuerzo»
El día que se jubiló tenía claro a qué dedicaría su tiempo libre: acompañar a las personas mayores que viven solas. Anima a seguir su ejemplo
Cuando carmen Lamalfa (Santoña, 1942) se jubiló como matrona, tenía claro que no iba a dejar la vida pasar. Tenía aún mucho que ofrecer a ... la sociedad. Ya conocía de primera mano el voluntariado, pero al encontrarse con tanto tiempo libre «consideré que era casi una obligación moral dedicar parte de mis horas a ayudar a los demás. Era muy consciente de lo sola que están las personas mayores y por ello invierto en ellas parte de mi tiempo». A sus 77 años no le fallan la fuerzas, «mientras pueda, seguiré ofreciendo compañía a quien la quiera. Creo que es una manera muy positiva de vivir y además, me hace sentir bien».
–¿Qué le llevó a querer ser voluntaria una vez jubilada?
–Era algo que me rondaba antes de jubilarme. Los hijos crecen y van controlando su vida. Así llegué a la conclusión de que con el tiempo libre que se duplicaría, qué mejor que utilizarlo en algo positivo. Además, los años pasan para todos y te das cuenta de lo que nos espera y de que un día quizá lo necesite yo.
–¿Por qué eligió el programa de voluntariado de 'la Caixa' para colaborar?
–Yo soy voluntaria desde hace más de 20 años. Por aquel entonces, vivía en Santander. Comencé en lo que ahora se llama Centro de Acogida Princesa Letizia, en Candina, donde atendía a las personas que llegaban, para conocer sus necesidades. Después, comencé a acompañar en sus casas a dos señoras ciegas, encantadoras, de la ONCE. Pero cuando me mudé a Maliaño, lo tuve que dejar y fue a través del Centro Social de Mayores de Camargo donde descubrí las actividades de Participación y Voluntariado del Programa de Personas Mayores de 'la Caixa'. Me hace sentir muy bien. Me di cuenta de que era una labor positiva.
–Usted colabora en diferentes proyectos. ¿Cuál es su labor en cada uno de ellos?
–A través del voluntariado de 'la Caixa', lo que hago es ir a visitar un día a la semana a los residentes de Las Alondras, en Muriedas. Los mayores nos reciben con alegría y esperan ese día con ansia. Les encanta charlar de sus cosas, sobre todo de su pasado. Además, soy socia de la Asociación de Jubilados de Camargo, donde desde hace años también visitamos a personas mayores. En este caso hacemos visitas tanto a diferentes residencias como a casas particulares. Todos ellos son personas muy necesitadas de compañía.
–¿Cómo supo dónde era el mejor lugar en el que ayudar? Muchas veces, las personas no dan el paso porque desconocen qué hacer con sus habilidades.
–Yo comencé esta labor sin saber muy bien a dónde me llevaría. Hay muchas asociaciones. Todas ellas disponen de medios para guiarnos hacía la mejor colaboración. Pero debemos ser abiertos y lo que no se sabe, se pregunta. Y a todos los que dudan, yo les hablaría de la satisfacción que reporta el acompañar a las personas que viven en soledad. Ese rato de nuestro tiempo que les damos, ellos nos lo devuelven con creces, con gran gratitud.
–¿Cómo ve la vida?
–La vida ha cambiado mucho en los últimos años. Nada tiene que ver con lo que hemos vivido las personas de mi edad, que ya tengo 77 años. Hoy, a la velocidad a la que se circula, no se deja tiempo para pensar en los demás. Todo avanza a una velocidad de vértigo y las personas mayores se quedan relegadas, no por culpa de nadie, sino porque la sociedad, con sus avances tecnológicos (que por cierto, no todos me parecen positivos), no deja descanso. Nuestra generación ha trabajado mucho, en ocasiones sin posibilidad de dedicarnos tiempo a nosotros mismos ni a la cultura. Por ello, algunos con salud y ganas, nos reciclados en lo que podemos; pero a la mayoría no les responde su cuerpo. A estos son a los que hay que cuidar con cariño.
–¿La sociedad está poco sensibilizada hacia las personas mayores en cuanto a la atención que se les presta?
– Hay mucho que hacer en este sentido, pero también los mayores debemos intentar ser independientes y solucionar nuestros problemas. Por otra parte, los abuelos colaboran con hijos, en el cuidado de los nietos. Sin embargo, noto que los jóvenes han perdido el sentido del esfuerzo. Se les da todo con mucha facilidad y no se les enseña el valor de las cosas. Se va perdiendo el respeto a los demás y sobre todo a los mayores. Debemos enseñar a los jóvenes que para alcanzar el bienestar hay que realizar antes un pequeño esfuerzo. Yo noto que los niños están muy protegidos.
–¿Cómo se organiza su día a día para poder compatibilizar sus actividades personales con las de voluntariado?
–El tiempo lo distribuyo buscando calidad de vida que creo que me he ganado, cumpliendo con mis obligaciones como trabajadora, como madre y como persona. Siempre me ha guiado el sentido común, que bien utilizado, ayuda mucho. La piscina es mi primer trabajo mañanero (todos los días), recados, comida, reposo ligero y la tarde llena de actividades diversas. Voluntariado, canto, baile, club de lectura, ajedrez... Siempre ocupando el tiempo, sin descuidar a las amigas para el café o el paseo. También me encanta viajar. Pienso que es mi segunda oportunidad para disfrutar de la vida. La curiosidad también forma parte de mí y me mueve a conocer. Aprender algo nuevo me mantiene el ánimo arriba.
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