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De izquierda a derecha, Héctor Saiz, Diego González, Manuel López, Alberto Alegre, Pablo Ábalos y Marcos Agüeros. Roberto Ruiz
Un año después de la Dana

«Fue lo más parecido a una guerra»

Profesionales de varias unidades, desde bomberos a rescatadores, viajaron a Valencia hace ahora un año para devolver la normalidad a un pueblo castigado por el desastre

José Carlos Rojo

Santander

Miércoles, 29 de octubre 2025, 07:12

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Cuando los medios de comunicación comenzaron a ofrecer las primeras imágenes de lo que estaba ocurriendo en Valencia aquel fatídico 29 de octubre, el día en que el cielo descargó un océano sobre la tierra, muchos de los profesionales que aparecen en este reportaje observaron la catástrofe desde el sofá de su casa. Sentían la impotencia de quien quiere ayudar pero no puede. Todo cambió en los días posteriores, cuando se organizó en toda España una marea de ayuda a los damnificados. Miles de efectivos viajaron de todo el país para limpiar el barro de las calles y hogares, para reparar las infraestructuras destruidas y, en definitiva, para devolver algo de normalidad a un pueblo castigado por el desastre.

Este miércoles, exactamente un año después de lo ocurrido, una muestra del retén enviado desde Cantabria –hasta 165 efectivos de diferentes unidades viajaron a Valencia– recuerdan el que fue, según dicen, el trabajo que más les ha marcado en su carrera. El turno más largo pero también el más reconfortante, el que mejor poso les dejó por el cariño de la gente. «Nos traían de todo, comida, bebida, de todo. Nos preguntaban de dónde veníamos y cuando decíamos que éramos los cántabros, nos agradecían todo lo que estábamos haciendo, viniendo de tan lejos». Manuel López es bombero municipal del parque de Torrelavega. Ha estado en el Ejército, estuvo incluso destinado en el tsunami de Haití, «y pese a todo lo que he visto, no creo que me haya impresionado tanto como lo que vi en Valencia», sentencia. «Había coches subidos a un segundo piso, el barro cubría por encima de las ventanas de las casas y barrios enteros estaban anegados», recuerda. Ha sido la experiencia más dura que han vivido en toda su carrera.

Su compañero de parque, Pablo Ábalos, compartió desde el primer momento la inquietud por ayudar. «Pensábamos que teníamos el material y los conocimientos para hacer algo pero no había manera de canalizarlo», explica. Finalmente la Federación Cántabra de Municipios activó la iniciativa y se entroncó con la movilización que comenzaba a hacerse desde otros puntos de España.

Manguerazos a las viviendas

Marcos Agüeros, bombero forestal de la cuadrilla del Nansa, llegó en la primera tanda, el 2 de noviembre. «Lo que vimos era impresionante». Ellos, que estaban acostumbrados a sofocar incendios con las autobombas, tenían ahora que limpiar toneladas de barro. «Entrábamos en las casas de los vecinos que vivían en los bajos y limpiábamos como podíamos con agua a presión. Es impresionante entrar en casa de alguien y hacer eso, pero es que es lo que había que hacer». Encontró muebles completamente escondidos bajo el agua, pisos enteros cubiertos de fango, y eso fue lo peor, porque a la hora de vaciar espacios anegados, todos estaban acostumbrados a bombear agua, pero no barro. «Las máquinas no estaban preparadas para ello», cuentan los bomberos de Torrelavega.

A Diego González, responsable de Protección Civil de Corvera de Toranzo, le sorprendió la orden que recibieron de los mandos nacionales. «Cuando se bajaba a algún garaje en el que se sospechaba que pudiera haber fallecidos, nos decían que teníamos que vaciar de barro hasta que el nivel llegara por debajo de las ventanillas de los vehículos. Era lo que necesitaban los bomberos y los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) para reventar las ventanillas y confirmar que no había nadie en los coches».

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AUX STEP FOR JS

Él estuvo al frente de la coordinación de los efectivos cántabros en muchos momentos. «Lo peor era la logística porque cuando bajamos desde Cantabria nadie nos garantizaba lo que nos íbamos a encontrar. Teníamos que contar con ser totalmente autosuficientes en lo energético y en todo. Bajábamos tiendas de campaña y comida por si acaso, aunque al final no hizo falta porque los vecinos nos apoyaron con todo lo necesario como agradecimiento por toda la ayuda que les prestamos», recuerda.

La interacción con las personas fue una de las labores principales de la Cruz Roja. «Llevamos un buen grupo de psicólogos de toda España porque el apoyo era fundamental tras un suceso de esta envergadura», explica Alberto Alegre, uno de los que se ofrecieron para viajar desde Cantabria en nombre de la organización humanitaria. Realizaron labores de limpieza y abastecimiento. «Me sorprendió mucho ver cómo la ciudad estaba intacta y sin embargo los pueblos se habían llevado la peor parte», evoca de aquellas imágenes desoladoras que han quedado grabadas en su cabeza. Los demás también rescatan de la memoria aquellas semanas de trabajo lejos de casa y lo complicado que fue para ellos pese a que sabían que su deber era ayudar.

«Al final estás lejos de los tuyos y se vuelve complicado pero sabes que tu lugar está allí, que tienes que aguantar tu turno y hacer el trabajo de la mejor manera posible», explica Héctor Sáiz, jefe de Bomberos del parque de Reinosa perteneciente al Semca. «No he estado en una guerra pero no creo que vaya a ser peor que lo que vi allí», confiesa, y en el movil muestra un vídeo que grabó cuando sus compañeros trataban de avanzar con un vehículo de bomberos a través de un hilo de calle que había quedado tras el paso del agua. «Es impresionante ver que lo que antes era una carretera ahora era un abismo de varios metros. Es increíble pensar la cantidad de agua que debió pasar por allí para hacer el daño que hizo, increíble». A él le tocó ver lo peor de lo peor. «En los primeros compases del viaje no tuvimos ese contacto con las zonas cero pero luego sí que estuvimos en el barranco del Pollo, por ejemplo, donde todo lo relacionado con la civilización había desaparecido, estaba destruido». Ahora que comparten sus experiencias para este reportaje, todos juntos en una mesa, se preguntan cómo estará ahora el paisaje. «No sé lo que les habrá dado tiempo a reconstruir, pero me imagino que aún tendrán mucho por hacer. Me gustaría ver lo que han hecho hasta ahora, me gustaría ver cómo están», confiesa Agueros. A todos les queda la satisfacción de saber que al menos en aquellos días, los vecinos de Valencia estuvieron mejor gracias a ellos. .

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