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Los primeros de la playa

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María Gil Lastra

Los primeros de la playa

Un equipo de 20 personas recoge de los arenales a diario 4.000 kilos de basura, entre residuos que dejan los usuarios y vertidos y algas que llegan del mar

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Lunes, 4 de septiembre 2017, 12:43

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Amanece en la ciudad y solo unos pocos disfrutan del placer de una playa recién limpiada. Al pisar, el pie la nota fría, pero también agradece la suavidad de la arena que acaba de ser sacudida, aireada y peinada por el rastrillo de los dos tractores con cribadora que dibujan surcos. Esta maquinaria pesada filtra cada palmo de las siete playas, desde la Segunda de El Sardinero hasta Los Peligros.

Así se hace todos los día durante los cuatro meses de la temporada estival que finaliza el 30 de septiembre. Los madrugadores que pasean por la playa tienen la suerte de disfrutar esa sensación. Algunos acuden a darse un baño rápido, pero satisfactorio, como reflejaban sus caras al volver a la toalla. Otros deportistas, corren por la orilla, disfrutando de la bonita luz que deja el empezar de la jornada, una luz que desde luego anima a 'comerse el día'.

El servicio de limpieza de las playas de Santander está formado por un equipo de 20 trabajadores que van solapando turnos, incluidos domingos, de forma que hay un continuo mantenimiento de la limpieza: «Así tiene que ser, sin descanso, ya que los residuos que dejan las mareas no paran, llegan sin descanso; y también los que dejan los usuarios», explica Emilio Castillo, jefe de taller y jefe del servicio durante 22 años.

«El mar saca de forma constante suciedad, algas, peces muertos o troncos que hay que retirar»

Emilio Castillo

Después, en invierno este equipo se reduce a tres personas que a diario se encargan del mantenimiento de los arenales, recogida de basura y retirada de algas, esto último con mayor prioridad.

«Conozco cada grano de arena de estas playas, me he dedicado a su limpieza con un cuidado como si fueran mías», añade Emilio, que recuerda la época del chapapote como «la más dura vivida, sin duda, debido al frío tan grande y la difícil labor».

Los diferentes turnos se dan el relevo en sus variadas modalidades. Primero, entra la maquinaria pesada, después lo hacen las máquinas de criba manual, los quads, las retropalas y el personal de a pie. Entre todos se recoge la enorme cantidad de basura y residuos que se generan tras de un día de playa.

María Gil Lastra

«Un día sin limpieza sería inviable, en especial los sábados después del botellón en el Rhin»

Francisco Ruiz

En concreto, se recogen a diario un total de 4.000 kilos de residuos entre las siete playas, Mataleñas y Molinucos. En las dos últimas no entra maquinaria por el difícil acceso y se hace manualmente. Sobre todo se encuentran pañales, compresas, plásticos, latas, restos de comida y muchas colillas.

Mientras que en otras comunidades, al servicio de limpieza de playas se le dedica cuatro horas, en Santander ocupa todo el día. Con solo un paréntesis de tres horas, la limpieza y el mantenimiento se realiza desde las diez de la noche hasta las siete de la tarde.

El Camello, la más limpia y cuidada por los usuarios

En el ranking de limpieza de playas, la afluencia de gente es el factor más determinante para la acumulación de basura y residuos, sin bien, cabe destacar que la playa del Camello es la más limpia de Santander a pesar de ser una de los arenales más concurridos, según apunta el personal del servicio de limpieza. El motivo al que aluden es que «sus usuarios la sienten como propia», según Francisco Ruiz, empleado del servicio. «En El Camello hay gente deportista, que juegan a las palas todos los días del año y se dan un baño. Estos usuarios son de toda la vida y parece que tienen un especial respeto por esta playa. Suelen llevarse la basura y recogen más».

En el caso contrario está la playa de Rhin, la Primera, «la más sucia, llena de colillas y de cristales rotos del botellón que se forma todas las noches», aseguran los trabajadores. «Cuanto más jóvenes, menos conciencia. Pasa lo mismo en Bikinis, que se deja mucho más sucia». En esta zona de la Primera playa se dedica un tercio más del tiempo que en las demás.

Seis máquinas se encargan de estas labores: dos tractores con criba y un depósito para filtrar la arena, dos retropalas y dos quads. El primer turno comienza a las diez de la noche con la entrada de la maquinaria pesada entre a la Segunda Playa por la rampa de acceso situada junto al Cormorán y están hasta las 03.30 de la mañana. «Un solo día sin servicio sería un completo desastre, no se podría ir», asegura Emilio. «En esto no hemos mejorado, se sigue dejando mucha basura en la arena», apostilla.

A continuación, hasta las once de la mañana, una pala con remolque se ocupan de la línea intermareal, que es el cordón que forma la línea de marea que deja montoncitos de algas, algún tronco, peces muerto, plásticos... «Te das cuenta de la cantidad de vertidos que se hacen a la mar y el mar lo saca todo», destaca Emilio.

'Papelear' en el argot del gremio se refiere a la función del personal de a pie que, provisto de un pincho y de otros utensilios manuales, recoge los residuos más pequeños, como pueden ser plumas de gaviotas o papeles acumulados en las esquinas, donde no llegan las máquinas grandes. Además, recogen las bolsas de basura de los cubos.

A las diez de la mañana empieza el trabajo de dos quads que continuamente, hasta las siete que se hace el parón, limpian la línea intermareal.

María Gil Lastra

Los peores días

Los días que más trabajo hay son el día de lo Fuegos de Santiago y el de la Hoguera de San Juan, que «amanece la playa con un manto blanco de las bolsas de plástico donde se carga el botellón», describen los trabajadores. «Estos días sacamos el doble de residuos y se llena una bañera y media con un total de 36 metros cúbicos. Solemos necesitar refuerzo», señala José Roiz, que también lleva 22 años desempeñando este servicio en Santander.

Lo más problemático a lo que se tiene que enfrentar el equipo de limpieza es «sin duda, el botellón», afirman. Y es que genera «un auténtico vertedero, en especial en la zona de los bajos del Rhin, en la Primera de El Sardinero, particularmente los sábado por la mañana», lamenta el encargado de la playa, David Ruiz. «Los fines de semana, los del botellón se dedican a romper cada una de las botellas que se beben y llenan de cristales la arena», protesta Francisco Ruiz, uno de los miembros más jóvenes del equipo. «No entiendo la poca conciencia de los chavales, teniendo en cuenta que hay asignaturas en el colegio sobre civismo y reciclaje. No se quedan con nada porque dejan la playa para asustarse. Nadie podría utilizarla sino pasamos antes, sería peligroso», asegura.

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