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Dos mujeres ponen flores en un nicho de Ciriego este sábado.

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Dos mujeres ponen flores en un nicho de Ciriego este sábado. Daniel Pedriza
Visitas a los cementerios

Recuerdos íntimos entre flores mojadas

En un día gris, miles de cántabros se acercaron como cada año a los camposantos de la región

Álvaro Machín

Santander

Sábado, 1 de noviembre 2025, 17:04

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Uno tiene la sensación de que Todos Los Santos cae siempre en días ásperos. Húmedos, oscuros. Aquí no hay disfraces de monstruos ni trucos ni tratos. Es una fecha de recuerdos, de homenajes, de compañía con los ausentes y –eso sí– de flores. Este sábado, como siempre, muchos cántabros atravesaron las puertas de un cementerio para entrar y luego salir. Para compartir un rato con los que solo hicieron hasta aquí el viaje de ida. En Geloria, en el de Ballena, bajo la inquietante mirada del ángel de Comillas, en Ciriego… O en esa lista enorme de pequeños camposantos de pueblo repartidos por todo el mapa regional. Esos con rejas que chirrían al moverse bajo las que pone mensajes como 'Aquí concluye el placer de los injustos. Empieza la gloria de los justos'.

En Ciriego, en Santander, a eso de las diez, aún se podía encontrar un hueco para aparcar (a las once ya estaba imposible y la grúa andaba merodeando). Dar un paseo en esta jornada es coleccionar postales del día entre cruces y nichos. Encontrarte con algún conocido y repetir frases comunes, fijarse en las tumbas con flores (y en las que llevan años sin tenerlas), cruzarse con gente que busca el lugar exacto donde quedó para siempre uno de los suyos y con otros cargados con trapos y botellitas de agua con jabón. Y con ramos, claro. Los trabajadores del camposanto llenaban un contenedor con los marchitos que el tiempo o el viento –o los dos– se ocuparon de esparcir, mientras los visitantes colocaban los suyos con flores frescas o de plástico colorido («hemos cogido estas, que duran más»). Hay quien lleva sillas para pasar el día entero y quien está diez minutos y se marcha. Están los que se detienen en la capilla y los que echan un vistazo a los nombres del pabellón de nombres ilustres. Los que rezan, los que permanecen en silencio, los que se ríen con alguna anécdota que incluye al difunto («¿te acuerdas cuando fuimos a no sé dónde y tu padre se perdió y acabó en...?», cosas así)...

Siempre hay mucha gente. Pese a que las costumbres cambien y hagan que otros muchos se acerquen este día a algún rincón personal en el que hicieron volar unas cenizas que tuvieron nombre. Es el recuerdo, al fin y al cabo, lo que importa.

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