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D. MARTÍNEZ | M. ÁLVAREZ
Santander
Viernes, 24 de mayo 2019, 07:25
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A las 10.00 horas del pasado miércoles salió de la cárcel de El Dueso un violador múltiple condenado por distintas agresiones sexuales cometidas en Galicia en las décadas de los ochenta y noventa. L.P.P., vigués de nacimiento, ha pasado media vida entre rejas por sus delitos. Durante al menos tres décadas ha estado privado de libertad por acciones que los tribunales califican como de gran violencia, y prueba de ello es que en la mayoría de las ocasiones las penas han sido las máximas que recoge la legislación española para este tipo de casos. Ahora, después de cumplir con la justicia, tiene pensado asentarse en Cantabria, tal y como ha indicado a sus compañeros de módulo.
Al menos durante el tiempo que ha estado en el centro penitenciario santoñés, el hombre «nunca se mostró arrepentido». Por eso la Junta de Tratamiento de la cárcel tampoco ha emitido informes favorables para que le fueran concedidos permisos penitenciarios. Se entendía que existía riesgo de repetir el delito en caso de salir temporalmente a la calle.
La última vez que se sentó en un banquillo fue en enero de 2001. En aquella ocasión, la sección 4 de la Audiencia Provincial de Pontevedra le consideró culpable y le condenó a 22 años de prisión, la pena que venía cumpliendo en El Dueso. Su delito fue violar a su hija, que entonces era menor de edad. En la resolución judicial aparecen como hechos probados que las agresiones sexuales comenzaron en 1995, poco después de que L.P.P. saliera de la cárcel por otro asunto de la misma índole.
En la cárcel desde 2001
«Con el fin de satisfacer sus deseos libidinosos» sometió a la menor a toda clase de tocamientos. Esto se siguió repitiendo hasta el verano de 1996. A partir de ese momento la cosa fue a peor. En esa fecha, la menor fue violada oral y vaginalmente por su padre en el interior de un automóvil, a tenor del contenido de la sentencia de la Audiencia de Pontevedra, que también certificó que persistió en este tipo de actitudes delictivas hasta 1999.
En todos esos años, para intentar silenciar a su hija, la amenazaba con pegarla, dejarla sin salir con sus amigos o con llevarla interna a un colegio. Entre las circunstancias que la sala estimaron como agravantes estuvieron «la reincidencia, el parentesco paterno-filial y la edad de la víctima».
en 1987
Aunque L.P.P. era ya un viejo conocido de la justicia gallega por asuntos menores como robos y otros de mayor entidad -su pista se pierde- por los que estuvo privado de libertad por primera vez en 1978, fue en 1987 cuando empezó a cumplir una condena previa por otra agresión sexual. Le cayeron 14 años por ello y otros ocho más por raptar a su víctima, según las conclusiones también de la Audiencia Provincial de Pontevedra.
una constante
No hay muchos datos sobre aquel caso, pero sí del último. Al menos del último conocido. A la madre de su hija la conoció a mediados de los ochenta y fruto de esa relación nació la menor agredida. Cuando entró en la cárcel por la agresión anterior, su compañera inició un romance con otro hombre, pero ocho años después, al recuperar el condenado su libertad, la pareja retomó la convivencia. Compartían piso ambos, la primogénita y un hijo nacido de la segunda relación. En ese contexto fue en el que L.P.P. aprovechó para actuar de nuevo.
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