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La mitad de los cántabros tenemos sobrepeso, entre otras razones porque la vida estresada que llevamos nos conduce al sedentarismo, aunque parezca un contrasentido. Siempre estamos con prisa por llegar al trabajo, a la escuela o al domicilio, pero en cuanto estamos en nuestro destino lo primero que hacemos es sentarnos. Tampoco dedicamos el tiempo necesario para alimentarnos correctamente o para hacer deporte, e incluso, nada dados a prevenir, preferimos combatir los resultados de nuestro abandono con pastillas, apoyándonos en la seguridad que nos da la medicina.

Precisamente le comentaba este fin de semana a un amigo que me parecían arriesgados sus hábitos alimentarios, ricos en sal y grasas. «Para regularlos tomo las pastillas de la tensión y el colesterol», me contestó, impasible, mientras seguía mojando con fruición pan en la salsa. «Ya, pero hay que andarse con cuidado –insistí–. Ahora resulta que algunas de las pastillas de las que utilizan 'valsartán' para controlar la tensión tienen un producto potencialmente cancerígeno, con lo cual puede ser peor el remedio que la enfermedad». «No te preocupes. Mis pastillas contienen 'enalapril'». Me resultó imposible convencerlo. Así que no es de extrañar que, ante tanto cliente como él, se vayan a abrir treinta y una nuevas farmacias en Cantabria.

Lo que parece que no bajará ni con pastillas es el precio del cine. El IVA se ha reducido al 10%, pero en la mayor parte de las salas la bajada no ha tenido repercusión en el espectador. Han sido muchos años de reclamaciones que al final parece que van a quedarse en la falsa afirmación que aprendimos cuando adoptamos el euro. El café, que valía cien pesetas, pasó a valer un euro: moneda por moneda, nos dijeron, aunque en realidad fuese un 66% más caro. No pienso protestar, porque sé a ciencia cierta que lo costoso no es el cine en sí, sino todo lo que hay a su alrededor. Mezcla muy bien combinada de sales (palomitas) y azúcares (bebidas de cola) que deglutimos de manera compulsiva mientras vivimos otras vidas y descuidamos la nuestra. Yo, un tonto entre tanto tonto, también.

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