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José Manuel Galán, un momento antes de bajar a la playa y meterse en el mar a coger olas Javier Cotera
«A veces uno encuentra lo que no está buscando: eso es serendipia»

«A veces uno encuentra lo que no está buscando: eso es serendipia»

Según José Manuel Galán, la vida del egiptólogo puede no ser tan emocionante como uno se imagina: este científico dice que dedica mucho más tiempo a buscar dinero para su proyecto que a excavar

José Ahumada

Santander

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Miércoles, 9 de agosto 2017, 07:54

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Cuando empezó a excavar la tumba, buscaba alguna pista sobre su dueño. Encontró eso y mucho más: la biografía del difunto (un noble egipcio con inquietudes literarias), una cámara sepulcral con las paredes cubiertas de inscripciones, cientos de momias de animales y hasta un jardín funerario. José Manuel Galán, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), dirige el Proyecto Djehuty en Luxor desde 2000.

-¿Quién era Djehuty?

-Era supervisor del tesoro de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres que reinó en el Antiguo Egipto, en torno al 1470 antes de Cristo. Como supervisor del tesoro está involucrado en una expedición comercial que mandó la reina al cuerno de África para proveerse de oro, incienso y mirra, pieles de pantera, rabos de jirafa... un poco como las Américas de los egipcios. Cuando vuelve a Luxor, la antigua Tebas, Djehuty es el encargado de registrar por escrito lo que llega. Era el responsable de recaudar los impuestos y de redistribuir los metales y piedras preciosas a los templos para decorarlos, y entre una cosa y otra se quedó con una parte que le sirvió para construirse una tumba.

«En Francia están haciendo réplicas de cuevas, y los turistas visitan esas réplicas»

-¿Cuando empezó a excavar pensó que la tumba daría para tanto?

-Al principio no sabíamos ni que el proyecto iba a durar tantos años ni que sería tan fructífero. Estábamos concentrados en dos tumbas y pensábamos que el proyecto duraría unos cinco años. Llevamos ya 16 campañas y el asunto se nos va complicando y aumentando de tamaño.

-Lo último que han encontrado ha sido un jardín funerario.

-Caímos en la cuenta de que Djehuty situó su tumba en mitad de un cementerio más antiguo, y así se rodeó de los reyes y príncipes de la dinastía anterior. Excavando a la entrada de una tumba anterior -sobre el 2000 a. C.- teníamos la esperanza de encontrar alguna inscripción, pero algunas veces uno encuentra lo que no está buscando: eso es la serendipia. No encontramos inscripciones, pero a la entrada dimos con un jardín funerario de hace 4.000 años. Hasta ahora no se había encontrado ninguno en Tebas, en parte porque, generalmente, los egiptólogos no excavan fuera de las tumbas, sino dentro, como los ladrones.

- Tengo que preguntarlo: ¿en qué se parece su trabajo al de Indiana Jones?

-Nuestro proyecto tiene la peculiaridad de que las tumbas forman como una especie de urbanización de chalés adosados: las tumbas se colocan unas junto a otras. Años después, los tabiques de separación se derrumban y todo se convierte en una especie de catacumbas, un laberinto gigante. En la película, Indiana Jones está dando clase en la Universidad de Chicago -la más importante de Egiptología de América-, y les dice a los alumnos: «No tengáis una visión tan romántica de la profesión, porque la mayor parte del tiempo lo pasamos en la biblioteca. Nosotros excavamos seis semanas al año, el resto lo pasamos en la biblioteca o, en mi caso, buscando dinero y justificando el que has conseguido.

-¿Se pasa la vida pensando en Egipto?

- Yo tengo la suerte de que mi puesto de trabajo me permite dedicar el cien por cien de la atención al proyecto: los científicos del CSIC no damos clase, y eso me permite estar volcado completamente en ello, para bien y para mal. Para bien porque tengo plena libertad de dedicación, y para mal porque estoy todo el rato pensando en lo mismo.

-Y viene a despejarse...

-Yo soy feliz aquí gracias a mi mujer, que veraneaba en Suances desde pequeñita y me arrastró a Cantabria. Me gusta la combinación de mar y montaña: el otro día estuve en Tres Mares y ahora, en cuanto terminemos aquí, me iré a la playa a coger olas. Veraneamos desde hace años en esta posada -Caborredondo, en Oreña-, y tenemos un prado ahí cerca. Nos gusta esto.

-Aquí al lado tiene las cuevas de Altamira. Hay quien piensa que para qué las queremos si no se abren para la gente.

-No tengo suficiente información sobre ellas, y no hay que caer en el vicio español de que todos opinan de todo. Hay que entender las dos posturas, pero no hay que ignorar lo que te dicen los expertos. Cuando Sergio viene a mi proyecto (Sergio Sánchez Moral, geólogo, redactó un informe desaconsejando la reapertura de Altamira) y nos metemos en la cámara, me dice: «Tú eres lo peor que le ha pasado a Djehuty. Antes estaba perfecto, y en el momento en que entraste empezó a deteriorarse». Hay que ser consciente del daño que produces, minimizarlo y ser lógico, pero se puede llegar a una solución buena para todos. El turismo de hoy es muy dañino: somos muchos que queremos hacer lo mismo al mismo tiempo. Para eso hay una réplica de la cueva y un museo estupendo. En Francia, con otras cuevas importantes, están haciendo réplicas y los turistas visitan esas réplicas. Creo que para el 99 por ciento de la gente es suficiente, pero no tengo la respuesta sobre qué hay que hacer.

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