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ENTREVISTA - MICHAEL BRAUNGART

Hay que reinventar todos los productos que consumimos

No se trata de evitar el daño medioambiental, sino de tener un impacto positivo en el planeta. Es el cambio de paradigma sobre el que predica este químico y activista medioambiental alemán, famoso por proponer un nuevo modelo de diseño industrial.

ENTREVISTA - MICHAEL BRAUNGART Hay que reinventar todos los productos que consumimos

No se trata de evitar el daño medioambiental, sino de tener un impacto positivo en el planeta. Es el cambio de paradigma sobre el que predica este químico y activista medioambiental alemán, famoso por proponer un nuevo modelo de diseño industrial.

Ixone Díaz Landaluce

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El truco, dice Michael Braungart, está en dejar de pensar cómo ser “menos malos” para el planeta. Pero también en sustituir los residuos por nutrientes. Es la filosofía detrás de cradle to cradle (de cuna a cuna), el modelo de diseño industrial propuesto por este químico alemán hace dos décadas. Bregado en el activismo de Greenpeace (fue fundador del departamento de química de la organización en Alemania), este profesor de ecodiseño en la Universidad de Leuphana Lüneburg pone el foco en cómo se fabrican las cosas que nos rodean. Su propuesta implica que los materiales que se desgastan, desde las ruedas de un coche hasta las suelas de los zapatos, pueden volver a la biosfera en forma de nutrientes. Autor del revolucionario libro De la cuna a la cuna: resideñando la forma en que hacemos las cosas, su trabajo ya se ha materializado en más de 11.000 productos creados bajo esta certificación.

En los 80, ya era miembro de Greenpeace. ¿Cómo despertó su conciencia activista?

En 1984, el accidente químico de Bhopal provocó 20.000 muertes. Dos años después, el incendio de la empresa química Sandoz en Suiza, hizo que el río Rin se tiñera de rosa y que todos los peces murieran. No protestar contra todo aquello me parecía una estupidez.

Dice que el problema material es más difícil de resolver que el energético. ¿Por qué?

El problema energético lo resolveremos antes o después, pero el material es mucho más crítico. El sulfato, por ejemplo, es mucho más contaminante que la gasolina. Y eso se debe a que los materiales que se utilizan para fabricar la mayoría de las cosas son producto de una química totalmente primitiva.

Ya se han encontrado microplásticos en el cerebro humano

¿Qué quiere decir?

Llevo 30 años analizando la leche humana y está llena de productos químicos. Muchos de ellos proceden de los materiales con los que están construidos los edificios en los que vivimos y trabajamos, que hacen que la calidad del aire en su interior sea ocho veces peor que en el exterior. Esos materiales nunca fueron pensados para ser utilizados en la construcción. Lo mismo pasa, por ejemplo, con los que se utilizan para fabricar juguetes. Son ejemplos de química primitiva.

¿Cómo se dio cuenta de que era necesario un nuevo modelo de diseño industrial?

Cuando era un estudiante, destripé una televisión y encontré que en su fabricación se habían utilizado 4.360 productos químicos diferentes. Aquello me hizo plantearme: ¿Realmente quiero ser el propietario de 4.360 productos químicos o lo que quiero es ver la ‘tele’? Tenemos una economía de mercado muy extraña en la que privatizamos los beneficios y socializando todos los riesgos.

Denuncia que el reciclaje no funciona. ¿Por qué?

Lo llaman reciclaje, pero no lo es. Solo el cinco por ciento del plástico es reciclable. Lo llamamos protección medioambiental porque destruímos menos, pero solo estamos minimizando el daño. El plástico europeo se exporta y se tira en países como Vietnam o Camboya. Donald Trump es un mentiroso, pero es más honesto que nosotros, que solo pretendemos estar haciendo algo.

Dice que es necesario un cambio de paradigma. ¿De qué tipo?

Cuando piensas en residuos cero, todavía estás pensando en términos de residuos. Yo pienso en nutrientes. Es otra mentalidad. Hay que dejar de pensar que solo podemos ser menos malos. En esa misma lógica, ciudades como Barcelona, Madrid o Sevilla aspiran a ser ciudades de cero emisiones. Si lo piensas, es algo perverso.

¿Por qué?

No hay árboles de emisiones de cero, todos los árboles son buenos para el planeta. minimizar o reducir el daño es una forma de gestionar nuestra culpa. No hay que tratar de hacer perfectas las cosas equivocadas. No se trata de eficiencia, sino de eficacia. La eficiencia optimiza las cosas que ya existen. Pero no es una cuestión de ser más sostenibles sino de hacer lo correcto. De ese espíritu nació cradle to cradle.

Una nueva forma de diseño industrial. ¿En qué consiste?

En lugar de minimizar nuestra huella ecológica, el objetivo es que esa huella sea beneficiosa para el planeta y el resto de las especies que viven en él. Eso significa que tenemos que reinventar todo lo que consumimos: la comida, los detergentes, las suelas de zapatos, las ruedas…

Póngame un ejemplo.

Por ejemplo, una alfombra que no solo evita los malos olores, sino que filtra el aire y lo limpia. Solemos decir que en la fabricación de productos cradle to cradle solo se utilizan productos químicos que podríamos ingerir. Tienen que estar diseñados para entrar en los sistemas biológicos.

Dice que este modelo de producción elimina la culpa del consumidor. ¿Cómo?

La sostenibilidad tradicional convierte al cliente en tu enemigo. Porque si eres capaz de no comprar algo, de no consumir, eres mejor ciudadano. Y no tiene por qué ser así.

¿Los productos tienen que ser más duraderos de lo que son?

No necesitamos que las cosas duren para siempre. Una lavoradora no debería durar más de nueve años, de lo contrario la innovación jamás llegaría al mercado. Además, hay que cambiar el ‘chip’: no estás comprando una lavadora, sino 3.000 coladas.

Advierte de que lo que está en juego es nuestra salud. ¿De qué manera?

Cada semana obtienes del medio ambiente más de cinco gramos de microplásticos, que es el equivalente a una tarjeta de crédito. Y lo estás inhalando. De hecho, se han encontrado microplásticos en el cerebro humano, así que obviamente migran por todo tu cuerpo. Y tiene consecuencias severas para nuestra salud. En Europa, por ejemplo, se pierden 30 veces más vidas por inhalar contaminantes del aire que por los accidentes de tráfico.

¿Y qué otras medidas se pueden tomar?

Hay que atraer a las mejores mentes hacia la química. Hemos perdido ese talento en favor de otros sectores como el tecnológico porque no querían estar relacionados con un sector tan primitivo y con tan mala reputación.

Sostiene que no tenemos que hacer nada de todo esto por una cuestión ética. ¿Por qué no?

Porque el comportamiento moral desaparece en situaciones de estrés. Como cuando conduces demasiado rápido cerca de un colegio. Llegas tarde, aceleras y te da igual que pueda haber niños. Estás estresado y te olvidas de las consideraciones éticas. Además, un producto que deja residuos tras de sí no tiene un problema ético, sino de calidad.

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