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Imagen de la galería santanderina Juan Silió, en ARCO 2016.
El valor del mercado del arte no está en las ferias

El valor del mercado del arte no está en las ferias

¿Qué supone para el ciudadano que citas como ARCO sean un éxito? Las galerías cántabras hablan de "cambio de tendencia" pero también de la repercusión que tiene para la sociedad: que el arte esté presente en el día a día de la cultura y sea "algo consumible para todo el mundo"

Marta San Miguel

Miércoles, 2 de marzo 2016, 19:14

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ARCO cerraba su última edición con cierta sensación de euforia después de años de lánguido desencuentro entre galeristas y compradores. La crisis dejó las transacciones en el dique seco pero, según los responsables de la feria internacional, las grandes colecciones públicas y privadas han vuelto a adquirir obra. Pero, ¿y qué supone esto para el ciudadano?, ¿o para el aficionado a los actos culturales de una ciudad pequeña?, ¿o para ese nuevo artista que busca desesperado un lugar para hacer su primera exposición? ARCO se antoja como algo dirigido a una élite cultural y económica. Sin embargo, como otras ferias internacionales de su envergadura, son el iceberg a la vista mediática que bajo su imponente presencia esconde la supervivencia de la cultura como algo afín al ciudadano de a pie.

La participación de cinco galerías cántabras en tres ferias en Madrid evidencia el desigual ritmo de recuperación pero un mismo objetivo. Funciona para explicarlo la eterna metáfora: si ARCO estornuda, las galerías tienen fiebre. El hecho de que la feria funcione ayuda a que éstas sigan adelante con su quehacer diario en sus respectivas sedes. En su actividad privada ofrecen cada varios meses la posiblidad de algo nuevo, de asistir a discursos plásticos distintos, de asomarse a muestras de fotograría, de videoarte, de nuevos nombres internacionales que están empezando... Estas son las puertas que se abren en las galerías que, sin olvidar su sentido de negocio, aportan con su actividad una forma de entender el arte como parte de la oferta cultural.

El reto de las ferias es la supervivencia de un modelo de negocio, eso es innegable, pero detrás de lo puramente económico que es el mercado del arte se sostiene otro mercado, el del valor de lo cultural, que más que monetario es vinculante. «Lo que debemos recuperar es que el arte forme parte cotidiana del día a día de la sociedad, con un número cada vez más amplio de personas», dice el galerista cántabro Juan Riancho. Ha participado en la primera edición de la feria Drawing Room, un formato que apuesta por el dibujo como eje vertebrador de las propuestas expositivas bajo la dirección de la también cántabra Mónica Álvarez Careaga.

Nuevas ferias suponen nuevas oportunidades, y ahí también se ha colocado la oferta de la galería santanderina Espacio Creativo Alexandra. Su experiencia ha sido buena, pero preguntada por la otra cara del negocio advierte esa dualidad: «El mercado del arte no es lo mismo que el arte. Cuando hablamos de mercado entiendo que hay un intento de transacción económica pero detrás de todo esto existe una voluntad de hacer del arte algo consumible para todo el mundo, y no hablo consumible como compra sino también como una forma de visitar una exposición, que es lo que hacemos los galeristas». Su paso por la feria Drawing Room le deja una «buena sensación».

Equilibrio entre ventas y público

Hubo ventas, encuentro con gente y nuevos contactos, pero el punto positivo del encuentro ha sido para ella ese movimiento que se atisba al otro lado de lo puramente comercial: «Hace falta que el arte llegue a más gente», dice Alexandra García. «En la feria he visto que hay asistencia de coleccionistas y de público que está muy dispuesto a comprar, pero también gente joven, de institutos y escuelas de arte. Es la gente de a pie la que sostiene cualquier entorno», concluye. Y coincide en este análisis con Riancho, para quien el hecho de que en España existan «seis o sesenta grandes coleccionistas» no es sinónimo de una fortaleza en el sector: «Quien soportaba el comercio del arte tiene que sacar aún la cabeza, recobrar su capacidad y su poder adquisitivo», admite, porque a su juicio, «es necesario generar una base mucho más sólida para poder sostener a los artistas que están empezando, a galeristas, comisarios, críticos, como sucedía a finales de los 90, cuando había muchísima gente que consumía arte, que leían, que iban al teatro». En definitiva, conseguir que «el arte forme parte de nuestras vidas, como algo cotidiano».

El galerista Manolo Saenz Messía, cuyo paso por la capital este fin de semana le ha llevado a la feria ArtMadrid, le ha dejado un sabor agridulce. Si bien la feria, dice, «ha estado decente», advierte sin embargo de que en lo económico sigue pinchando y no habla de esta mentada recuperación que llega desde el Ifema. «Es una cuestión que tiene que ver con que el dinero va a lo seguro, a piezas gordas de autores sólidos que están en ARCO», dice el responsable de la galería Espiral de Noja. Y apunta a ese verdadero mercado que es el amplio espectro de propuestas, trayectorias y formatos que España está aún en vías de construir: «Las ferias más alternativas y los creadores jóvenes están en una situación de buscar su sitio y es más difícil», dice.

En ese sentido se enmarca el análisis que hace José Luis de la Fuente, que junto a Juan Silió han sido los dos cántabros que han participado en ARCO, donde se juega la liga más importante del arte en España por presupuesto, participantes y trayectoria. La feria maneja cinco millones y parte de su potencia está en los recursos para atraer como invitados a coleccionistas internacionales de renombre. Si a eso se suma que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ha adquirido obras por 400.000 euros, y que las colecciones públicas y privadas como las de Sabadell, DKV, y las fundaciones Helga de Alvear también han hecho transacciones, el balance que hacía en la clausura este domingo su director Carlos Urroz era positivo: «Es la mejor feria de los últimos años», decía en alusión a los más de 100.000 visitantes que había tenido la cita.

Ese «cambio de tendencia» lo confirmaban, tanto Juan Silió como De la Fuente, que sin embargo matizan dicha euforia. «Arco ha sido una buena feria pero aún es muy evidente que el mercado español es muy débil, y sin incentivos en el coleccionismo y en mecenazgo es muy difícil modificar esa tendencia», advierte José Luis de la Fuente. «El reto está en conseguir una situación de países como Estados Unidos o Inglaterra, donde la producción cultural tiene apoyos directos y se fomenta el consumo del arte. En España eso es una tarea pendiente». Y aunque en ARCO ha habido «muchos visitantes extranjeros que vienen de mercados más activos, necesitamos incorporar a las empresas a través de sus programas de reversión de beneficio social». En ese sentido mira a lo ojos de dos términos como claves: mecenazgo y IVA, los caballos de batalla de una gestión cultural que se encuentra por ahora, y desde hace demasiado tiempo, en funciones.

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