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Olympe de Gouges, redactora de la Declaración de los Derechos de la Mujer en 1791, y Angela Davis, del movimiento Black Panther Party
La revolución de las 'femme fatale'

La revolución de las 'femme fatale'

La muestra ‘Francófonas al megáfono’ se sirve del cartel como soporte de reivindicación para contar la vida de mujeres que cambiaron su tiempo desde los libros, el arte, la política o la música

Marta San Miguel

Sábado, 21 de mayo 2016, 20:02

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Si Simone Weil viviera estos días para ver el cisco político en el que están enzarzadas nuestras siglas electorales, habría sido aún más radical en sus reflexiones. La filósofa pasó a la historia, entre otros motivos, por poner en tela de juicio la existencia de las formaciones políticas. «El hecho de que existan no es motivo suficiente para conservarlos», decía en su ensayo Notas sobre la supresión general de los partidos.

Weil, que huyó del nazismo, formó parte de la columna Durruti y ejerció de periodista en Barcelona durante la guerra civil, hizo de las letras una herramienta de combate. No fue la única, y en los siglos XIX y XX muchas se dejaron los dedos tecleando y escribiendo su identidad como seres pensantes, autónomos y libres. Entonces, aquello no era un derecho; era una osadía, y gracias a sus frases, como las que escribió en su día otra Simone, Simone de Beauvoir, que puso su acento en el feminismo, hoy la realidad se conjuga de otra manera. ¿Pero quiénes lograron todo aquello? ¿Quiénes eran Nathalie Lemer, Olympe de Gouges o Dulcie September?

Lo demuestra la artista Angela Magnatta con la colección de carteles que muestra estos días en la Librería Gil de Santander, en las que retrata heroínas, pioneras y defensoras de los derechos humanos históricas y anónimas. Lo hace con una exposición en la que la ambición no radica solamente en contar la vida de estas mujeres sino en picar a quien ve los póster con la perversa necesidad de buscar por qué están ahí esas mujeres, quiénes eran. Sólo así el descubrimiento se convierte en hallazgo. Y transforma.

Más allá de vincular su temática en el acento francés de sus términos (Francófonas al megáfono, retratos de mujeres organizada por la Alianza Francesa), la muestra propone hasta el 10 de junio un guiño que va más allá de la nacionalidad de sus protagonistas y eleva el discurso de la lucha como un ejercicio de dignidad colectivo.

"Este proyecto nació de manera espontánea. Hace unos años leí un poema que me conmovió mucho, un poema de Anna Akhmatova, y de manera natural me puse a dibujarla", dice Magnatta. Luego llegó Angela Davis, y así empezó esta serie en la que habla de mujeres "por las cuales siento mucha admiración y que, de una forma o de otra, marcaron de manera decisiva y positiva la Historia de la humanidad".

El cartel como arma

Como soporte usa el cartel, no sólo para promover el trabajo del dibujante de carteles que en el siglo XIX eran considerados verdaderos artistas, sino como un medio de expresión muy popular: «El cartel permitió en muchas ocasiones que fuesen difundidas noticias no oficiales, pensamientos nuevos, e incluso fue promotor en muchos casos del levantamiento del pueblo». De hecho, fue un cartel el que llevó a una de las protagonistas de la muestra directamente a la guillotina.

Para entenderlas hay que ubicarse en su tiempo, en el tiempo por ejemplo de Olympe de Gouges, que escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadanía en 1791, y que emulaba a la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa, dos años después de haberse redactado. El texto de Gouges fue uno de los primeros de la historia que mencionó la emancipación femenina desde un punto de vista de igualdad de derechos entre ambos sexos. En 1793 publicó un cartel de carácter federalista que denunciaba el Régimen del Terror que siguió a la Revolución. Por ello fue arrestada y condenada a la guillotina, y aunque logró publicar de forma ilegal otros carteles desde la cárcel, murió ejecutada en 1793.

La exposición indaga no sólo en las raíces históricas del discurso de género sino que también sacude sus ramas, las hojas más altas del presente a las que hoy ha llegado la mujer como muestra la imagen de Claire, tía de la artista con la que simboliza la fuerza de una mujer cotidiana, o bien evoca la fortaleza de una madre soltera al pintar a Yolanda, su amiga. También recuerda a Chija Rimitri, música que falleció en 2006 y que fue duramente censurada por el gobierno argelino por cantar y hablar del placer carnal, del feminismo, del alcohol o la libertad; o a Viviane Forrester, autora de El horror económico, ganadora del Goncourt por una biografía de Virginia Woolf y fundadora de un movimiento antiglobalización. Junto a ellas, otras indispensables como Angela Davis, («Cierren los ojos y piensen lo que significa ser mujer, ser negra y ser comunista»); la artista Dora Maar o Dulcie September, política sudafricana contra el apartheid que fue asesinada en París, donde se había exiliado.

La mujer como nación

El protagonismo de la mujer francesa en esta colección, que ya se ha visto en Oviedo, Sabadell, Granada y Cartagena, viene precedido por el encargo de la Alianza Francesa. A juicio de Magnatta, no hay algo en las francesas que la distinga de otras mujeres: «No creo que se pueda identificar diferencias de rasgos», dice. «Los combates son siempre los mismos: luchar en contra de la desigualdad social y de género, derrumbar el racismo o aprender a respetar la vida animal y vegetal».

La muestra llega a Santander de la mano de la librería Gil, donde se puede visitar de lunes a sábado en su espacio de la Plaza de Pombo. Allí, cada imagen está arropada por un breve texto que explica el porqué de esa imagen, de esa protagonista histórica o anónima cuyo heroísmo ha quedado reducido a lo anecdótico por el tiempo.

El hecho de que la exposición sea en una librería supone un punto y aparte para ella: «Es la primera vez y me resulta maravilloso porque las obras miran a los libros, y seguramente en la librería estarán los libros que relatan la vida de estas mujeres». Además ahí, entre el peso gráfico de los carteles, loliterario también tiene su papel protagonista: «En la exposición hago referencia a los ensayos El segundo sexo de Simone de Beauvoir y Journal dUsine (Diario de una fábrica) de Simone Weil, que para mí son obras revolucionarias». Leerlas desde el presente es quizá la trinchera que cavaron sus autoras para que hoy se siga haciendo del discurso y el pensamiento una forma de batalla, ojalá, una batalla sin género.

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