Boso, el hombre de las palabras isla
‘Mi jaula es una celda’, ingente obra de Ediciones La Bahía, rescata la figura del poeta y traductor Felipe Boso y convierte su ‘Correspondencia’ en una «herramienta historiográfica» fundamental
Guillermo Balbona
Santander
Domingo, 5 de noviembre 2017, 08:50
«Un hombre de letras». El epígrafe que acompaña el prólogo y estudio de esta edición ingente y singular es tan contundente como significativo. La ... definición exacta de quien amaba las palabras y vivió para ellas. Ahora, a través de mil páginas y más de cien poetas, editores, escritores, amigos y artistas, una cuidada publicación rescata y reivindica al poeta, escritor y traductor Felipe Boso (Villarramiel de Campos (Palencia, 1924 - Meckenheim (Alemania, 1983). El creador, vinculado a Cantabria tanto por factores humanos como familiares y editoriales, mantuvo una profusa correspondencia entre 1969 y 1983, dando lugar así a un monumental corpus epistolar de más de mil cartas, que ahora ve la luz. A su vez esta ambiciosa producción de Ediciones La Bahía, ‘Mi jaula es una celda (correspondencia, 1969-1983)’, se convierte en «una herramienta historiográfica ineludible para conocer las entrañas de la evolución y desarrollo de la escritura experimental en España» durante esa etapa, además de situar definitivamente a Boso como una de las «figuras clave» en esa evolución.
Juan Eduardo Cirlot, José Luis Castillejo, Juan Hidalgo, Esther Ferrer, Walter Marchetti, Eugen Gomringer, Fernando Millán, Francisco Pino, Ignacio Gómez de Liaño, Joan Brossa, Guillem Viladot, Jaime Siles, Carlos Edmundo de Ory, Gabriel Celaya, Julián Ríos, Carlos Barral, Jesús García Sánchez, Elena Asins, Javier Maderuelo, Esther Tusquets, Andrés Sánchez Robayna... son sólo algunos de los nombres que forman parte de ese cosmos cuyo epicentro fue Boso y su mundo. De monumental «potencia creadora», la correspondencia de Boso tuvo proporciones colosales y le llevó a tener estrecho contacto, a lo largo de casi tres lustros, entre 1969 y 1983, con los más destacados experimentalistas españoles y también con parte de la «nueva» poesía y literatura discursiva emergente en ese periodo. Una correspondencia que hoy se ha convertido «en una herramienta historiográfica ineludible para conocer los entresijos de la historia de la escritura experimental en España, y con cuya lectura tanto los especialistas en la materia como los aficionados serán testigos de primera mano de muchos de los acontecimientos clave en el desarrollo y consolidación de este universo creativo en nuestro país», según subraya el poeta Juan Antonio González Fuentes, autor de la edición, prólogo e investigación gracias a una inmersión de más de dos años en las cartas del autor.
Javier Maderuelo, escritor de arte, crítico y ensayista, autor del epílogo de esta publicación se refiere a Felipe Boso como «un hombre tenaz y un trabajador infatigable. Estudiaba, leía y traducía durante todo el día, encerrado en un pequeño despacho que tenía una cristalera abierta a un pequeño patio interior muy zen, y por la noche, cuando la familia dormía, escribía poesía, experimentaba con las palabras, realizaba collages e ideaba ediciones».
«La historia de la poesía experimental en España es una gran desconocida. Nadie hasta ahora había tenido la posibilidad de leer y estudiar estos testimonios directos»
Antje Reumann, viuda de Felipe Boso, visitaba en 2010 el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS) con motivo de la exposición ‘Escritura experimental española (1965-1983)’ en la que se mostraban dos de las creaciones de su marido: ‘Silencio difícilmente audible’ y ‘Parafrase’. José María Lafuente, era el propietario de las obras y Maderuelo realizó una performance partiendo de un libro de Boso. La figura de este referente básico de la poesía experimental, rescatada siete años después por Ediciones La Bahía, el singular proyecto editorial y documental de José María Lafuente paralelo a su Archivo, se ha plasmado en una obra, configurada por su correspondencia ingente con escritores, poetas y personalidades de la cultura española, fruto de un intenso trabajo de más de dos años en el que se ha combinado y aunado lo documental, editorial y el estudio, lo que permite además acercar una figura casi desconocida tras una investigación nacional sin precedentes.
Boso, cuyo verdadero nombre era Felipe Segundo Fernández Alonso, nació en 1924 en un pequeño pueblo llamado Villarramiel de Campos, y murió en Meckenheim, cerca de Bonn, en 1983. Tenía 58 años de edad. Se licenció en Historia en la Universidad de Santiago de Compostela y en 1952 marchó como becario a la Universidad de Bonn, donde profundizó su conocimiento del alemán y estudió diversas materias relacionadas con la geografía, la geología y la etnología. Se casó y fijó su residencia en Alemania. Para contribuir al sostenimiento de su familia, Boso comenzó a trabajar como traductor. Además de competente y muy trabajador, poseía una notable formación cultural, lo que le convirtió en un traductor muy apreciado y demandado.
Pero su contribución a la historia reciente de la literatura radica en ser un referente esencial de lo que se ha denominado poesía experimental. Desde su elegido exilio alemán, Boso se convirtió durante el periodo que va de finales de los años 60 hasta su muerte en 1983 «en un nexo de unión para la experimentación poética española, y él mismo se erigió con sus trabajos en uno de los pocos nombres ineludibles», según subraya González Fuentes. Además, a través de su labor como traductor, Boso se convirtió también en uno de los mejores introductores de la poesía contemporánea alemana en español. En este sentido a él se deben dos trabajos fundamentales: ‘21 poetas alemanes, 1945-1975’, 2 vol. (Visor, Madrid, 1980) y ‘Cambio de aliento’, de Paul Celan (Poesía/Cátedra, Madrid, 1983).
Por último, también se convirtió en los años 70 y principios de los 80 en uno de los «importantes difusores de la literatura española en Alemania». Lo hizo a través de tres antologías que marcaron un antes y un después en la recepción de nuestra literatura, tanto la experimental como la no experimental. El entramado de creación y relaciones España/Alemania está «perfectamente reflejado en la correspondencia que Boso mantuvo con buena parte de los literatos españoles de la época».
El ingente volumen ‘Mi jaula es una celda’, recoge entre las más de mil cartas nombres ligados a Cantabria como el escritor, galerista y poeta cántabro Manuel Arce, y el también poeta cántabro Rafael Gutiérrez Colomer; pero también premios Nobel como Aleixandre y Cela, además de otros editores, artistas y creadores como Carlos Barral, Joan Brossa, Jaime Siles, Jaime Gil de Biedma, entre otros.
González Fuentes, en su recorrido analítico, apunta que además de «competente y muy trabajador», Felipe Boso «poseía una notable formación cultural, lo que le convirtió en un traductor muy apreciado y demandado, un traductor que terminó obteniendo sólidos ingresos profesionales y que, con el tiempo, incluso tuvo que contratar a un secretario que le ayudase a sacar adelante la copiosa tarea cotidiana».
«De las cartas se destila la enorme generosidad de un hombre que creía en la poesía»
De su trayectoria creativa, muy diversificada, que cuenta con numerosas canalizaciones, la edición subraya su adscripción a la corriente creativa que puede calificarse de experimental: «El Boso de los poemas discursivos recogidos en ‘T de trama’ y en algunas páginas de ‘Los poemas concretos’, textos próximos al espíritu de la poesía concreta, pero en los que también pueden rastrearse, por ejemplo, el influjo del letrismo francés o el estructuralismo lingüístico, y a la vez un lirismo lógico y especulativo no ajeno a una tendencia metafísica llevada al límite en su lógica expresiva». Por otro lado, el Boso «más transparentemente experimental, es decir, al del libro ‘Las palabra islas’, un trabajo radical construido desde la racionalidad, la despersonalización y la objetivación de los mecanismos creativos». Estos senderos poéticos y experimentales en su obra, señala González Fuentes, «se dieron de forma paralela en el tiempo y con evidentes conexiones entre sí, y son los más fácilmente ‘rastreables’ en la producción conocida del poeta».
Vínculo con Santander
La relación de Felipe Boso con Santander fue realmente decisiva, pues el único de sus libros que él llegó a ver en vida, el hoy ya legendario ‘T de Trama’, vio la luz en nuestra ciudad editado en su colección La isla de los ratones por Arce.
Los posteriores intentos de publicar un libro siempre chocaron con dificultades insalvables. Sin embargo, Boso nunca cejó en su actividad creativa y fue construyendo libros que nunca vieron la luz (Libro rojo, Libro casi blanco de Robinson, Libro cárdeno), mientras publicaba parte de su obra en antologías, revistas y publicaciones periódicas, de El Urogallo o Cuadernos Hispanoamericanos a Papeles de Son Armadans. Además, Boso cruzó misivas con los escritores santanderinos Arturo del Villar y con el citado Gutiérrez Colomer, quienes se ocuparon de su obra y, en el caso de éste, al que animó e influyó.
Este corpus de Correspondencia está llamado a ser, según el editor, «una fuente básica y primordial de información y para trazar «una cartografía del panorama literario español y de las relaciones que se establecían durante la década que va de 1970 a 1980».
Ediciones La Bahía, mientras, prosigue su especial labor con estudios que vislumbran obras de Jaime Vindel, ‘El colectivo artístico La Familia Lavapiés y la Unión Popular de Artistas’; y de Ricardo Boglione/Rodrigo Gutiérrez Viñuales, ‘Latinoamérica: modernidades gráficas (1915-1940)’.
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