Baile terminal
Cinesa. ·
La sombra del final acecha en esta fábula en tres actos contados a la inversa. Entre Carl Sagan y Gene kelly, entre lo hímnico de Walt Whitman y un baile inolvidableGoza de una sutil empatía, aunque no conmueva. Es un tríptico, a modo de fábula, contado a la inversa en tres actos sobre otros tantos ... argumentos, situaciones y personajes, unos divergentes, otros comunes. La sombra del final acecha en las tres partes que son una: el miedo, que es soledad y temblor cósmico; el baile insólito e inesperado, el mejor, ese sin ningún sentido, pero con todo el sentido del mundo; y un relato de iniciación. Y todos ellos envueltos en una nebulosa de parábola y alegoría finalista entre rictus sentimentales y guiños humanistas.
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Año 2024
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País Estados Unidos
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Dirección y guion Mike Flanagan
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Reparto Tom Hiddleston, Chiwetel Ejiofor, Karen Gillan, Jacob Tremblay
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Género Drama / Fantástico
Se mueve entre Carl Sagan y Gene Kelly o Fred Astaire y, sobre todo, está presidido por los versos del autor de 'Hojas de hierba', Walt Whitman, «¿Me contradigo?/ Muy bien, me contradigo. / (Soy inmenso, contengo multitudes)». Basada en un cuento de Stephen King, se zambulle no en la veta del terror habitual en el escritor de Maine, sino en su otra vía más emocional, excéntrica y melancólica. El hombre y el mundo, la incomunicación y el despertar sentimental cruzan de lado a lado este viaje en el tiempo que el cineasta de 'Doctor sueño' dirige pendiente más de su complicidad con el autor de 'Carrie', que de potenciar con su personalidad visual algunos de los microcosmos narrativos que 'La vida de Chuck' siembra entre los resquicios y las estancias de una historia que son muchas.
En ocasiones se decanta por lo exótico y en otras por lo extraño. Cabe la sorpresa, el juego azaroso y un recital coral al servicio de una historia imaginativa que elude caer en la complacencia y en la cursilería. Es la vida de un hombre, entre la distopía apocalíptica, el recuerdo más intenso y la casa encantada con sus fantasmas. El cineasta de 'El juego de Gerald ' deja empaparse de un juego fronterizo de luces y sombras sobre la vida y la muerte que reivindica el asombro y lo oculto. La sensación, no obstante, es de ligera trascendencia y complejidad leve. El hombre cualquiera, Chuck, somos todos. En el filme, de manera inversa, el trayecto comienza en lo apocalíptico ingenuo (sin internet, sin móviles), discurre por el baile y llega a la infancia. Y de nuevo Whitman: «Un mundo me ve, el mas grande de todos los mundos: Yo». Un diálogo entre el carpe diem y el inevitable final. En el epicentro de este latido no siempre lo suficiente sonoro, vibra el baile de Tom Hiddleston. Un elegante, limpio y contagioso joie de vivre con la percusión como guía que parece enmarcar el canto hímnico del poeta. Y bailaremos sobre nuestra tumba.
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