Swinton etérea y carnal
Cine Los Ángeles ·
Una historia de atmósfera gótica en la que habitan mujeres con fantasmas interiores y recuerdos teñidos de espectros emocionalesYa se sabe, pero cada paso suyo tiene algo de revelación. Donde pisa Tilda Swinton el cine crece con una espesura especial y lo críptico, ... enigmático e intrigante se retuerce pero también se vuelve claridad deslumbrante. 'La hija eterna' certifica esto por enésima vez pero lo hace por partida doble, o si se prefiere como el eco de una resonancia emocional interminable o el reflejo repetido de un rostro, el de la actriz, y de unos personajes, madre e hija, que cobijan fantasmas interiores. Swinton es el eje real, virtual, gótico y fantástico, o demasiado real, que de forma etérea o en carne viva atraviesa este filme extraño, pero sutil que va impregnando la pantalla de un embrujo de dolor y sentimiento de culpa, entre recuerdos y olvidos.
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País Reino Unido
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Año 2022
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Dirección y guion Joanna Hogg
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Reparto Tilda Swinton,Carly-Sophia Davies, Joseph Mydel, August Joshi, Zinnia Davies-Cooke yAlfie Sankey
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Género Intriga
Curiosamente las criaturas que acaparan la atención de la trama, aunque la casa familiar/hotel sea otro personaje más, son una cineasta y su madre que ya asomaban en el díptico 'The Souvenir'de Joanna Hogg. Con apenas seis largometrajes ha logrado una muy personal construcción de cinefilia, aunque el problema sigue estando en la dificultad o limitaciones que plantea el mercado para poder ver sus películas. 'La hija eterna' ironiza y juega con los códigos del subgénero de casas encantadas, de los límites entre el miedo sugerido y sugerente de las estancias vacías, los ruidos, golpes y temblores.
Pero no es una historia de sustos, sino un paseo emocional a través de estados de ánimo y sensaciones, donde la atmósfera envolvente y precisa erosiona a la propia ficción, pero deja un rastro imposible de obviar. Hogg, cineasta de 'Archipelago', en realidad bucea en un pozo de recuerdos, de intimidades, de traumas que afloran entre las estancias de esa mansión. Los diálogos, las intuiciones, las historias sumidas en el pasado constituyen los verdaderos fantasmas de este filme en el que artificio, catarsis e introspección acaba por ser la misma cosa. Y tras lo que no tiene nombre siempre asoma Tilda Swinton, huésped, anfitriona y habitante tanto del filme como del grado de imaginación que quiere trasladar al espectador. Joanna Hogg salpica el escenario único con elementos sensoriales y guiños que rodean a la intérprete desdoblada en los papeles entre lo incompatible y la reconciliación. En los lugares y objetos, subrayados por una excelente fotografía, se posan los afectos invisibles. Inquietante, desconcertante también, el tiempo convierte todo en espectro.
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