José Coronado: «Quiero que esta estupidez llamada fama sirva para aportar algo a la sociedad»
El intérprete, que ayer recogió el Faro de Honor del Festival de Cine de Santander, estrena hoy su última película, 'Puntos suspensivos'
En los quince minutos que José Coronado (Madrid, 1957) estuvo en el pachinko del Centro Botín atendiendo ayer a los medios, una veintena de personas ... se arremolinó a su alrededor y no dudaron en reconocerse como fans del actor, que respondió a todos con amabilidad y cercanía. Un veterano de la escena, con cuatro décadas de carrera, que recogió ayer en Santander su Faro de Honor, en el Festival de Cine que acogió el preestreno de 'Puntos suspensivos', su última película, que llega hoy a las salas.
–A uno de sus fans acaba de decirle que una cosa es ser actor y otra un mentiroso
–Sin duda alguna. Un actor encarna a un personaje y convence. Por eso son muy malos actores los políticos y sin embargo son muy buenos mentirosos.
–¿Se acostumbra uno a ser reconocido y cercano para el público mayoritario?
–Me acostumbro porque son casi cuarenta años en la profesión y he funcionado casi siempre, la gente me ha ido conociendo y siempre me ha tratado con muchísimo respeto. No solo me he acostumbrado sino que además lo disfruto, a diferencia de otra gente que huye, cuando yo me cruzo con alguien así me aportan una sonrisa en la cara y una energía positiva de la que yo me nutro. Sería un estúpido si renegase de eso.
–Está aquí Isaki Lacuesta, mejor película de este festival y nominado para la carrera de los Oscar. ¿Por qué su trabajo merecería ese reconocimiento?
–Tanto él como Isa (Campos) son muy auténticos, muy luchadores e intentan que la sociedad mejore a través de sus trabajos. Se han ganado ese respeto del que hablábamos antes, por ser gente comprometida y que aporta siempre cosas nuevas.
–Coincide con Alfonso Cortés-Cavanillas, director de 'El Molino'; hay historias que es necesario contar porque nos hacen mejores. ¿Es un factor para usted al elegir proyectos?
–Es un plus muy importante. A priori, tu misión es entretener al margen de lo que estés contando, contándolo de una forma orgánica y veraz para que la gente se lo crea. Si encima eres consciente de que ese trabajo que haces está llegando a la gente y le hace ser mejores personas, miel sobre hojuelas. Yo no me consideré actor hasta que llevaba diez años de profesión, interpretando una obra de teatro, 'Algo en común', sobre un homosexual que perdía a su novio por el sida.
–¿Qué ocurrió?
–Aunque soy muy crítico, creo que hice un buen trabajo y empezó a venir gente a los camerinos con lágrimas en los ojos, diciendo cómo habían entendido lo que les pasaba a través de mi personaje, cómo eso les servía para seguir adelante. No solo homosexuales, sino señoras a las que su marido les había pegado el sida. Me di cuenta de que no solo estaba entreteniendo, sino aportando a la sociedad. Eso fue algo que siempre me preocupó, que si no fuera por mis películas o mis obras, dar una salida a esta estupidez llamada fama para que aportase algo a la sociedad.
–Una de las cosas que se pone en valor en esta película es su estructura teatral. ¿Qué aporta al resultado?
–El disfrute y la obtención de escenas muy ricas en matices. Hubo un día que hicimos veinticinco páginas de guion seguida en la batalla verbal que tienen estos dos descerebrados, por llamarlos de alguna forma. Era estar haciendo teatro, porque el cine suele ser un coitus interruptus de escenas. También tiene estructura teatral porque todo se condensa en un espacio que es el caserón, un protagonista más, como en 'Psicosis' o 'El Resplandor'. Como reto para nosotros es que éramos personajes dentro de personajes, que actúan y se transforman. Hay una línea muy delgada entre lo orgánico y natural y lo artificioso que quieres construir. Un doble juego muy rico.
–¿El concepto de entretenimiento ha devaluado la visión de la cultura?
–Como en todo,hay que poner nota en cuanto a calidad. Hay entretenimiento de caca, culo, pedo, pis, que no te aporta nada y otro que tiene un mensaje, aporta una reflexión y merece el sobresaliente.
–Una interpretación con muy buena dicción y emociones imprevisibles, defiende su compañero Diego Peretti.
–Son todo giros y emociones. Y lo de la dicción es importante, porque David Marqués (el director) te está proponiendo un juego, un rompecabezas y si no escuchas bien, no se entiende.
–Reflexionan sobre la idea de que las palabras son un arma. ¿No lo son siempre?
–No, porque ahora, en la mayoría de los thrillers prima la velocidad, las persecuciones, la violencia… Aquí no; las armas son la palabra y la inteligencia de dos personajes muy diferentes y muy extremos. Mi padre siempre me decía: hay que hablar con propiedad. No todo tienen que ser efectos especiales; la palabra es lo que a veces seduce, cautiva y enamora. Y abrimos un camino para recuperar un género, el del cine de suspense, que se había perdido.
–Ha rodado con Camus, Gutiérrez Aragón, su representante está vinculada a Cantabria. ¿Qué le sugiere este lugar como plató?
–Es un escenario natural desaprovechado, porque es una maravilla, un paraíso. Necesitaría más comunicaciones. Ese es el gran problema; la dificultad para traer un equipo de rodaje a estas localizaciones. Si contase con eso, subiría como la espuma, porque recursos los tiene todos.
–Si hablamos de símbolos, ¿con cuál se vería representado?
–Este faro me gusta. Es el símbolo de una coherencia de vida y de profesión en la que has sabido no desviarte de rumbo y caer en tentaciones, que en mi profesión hay muchas. Has intentado tener un criterio que te lleva hasta el punto en que te pueden dar este galardón. Entiendo que es por esa honestidad en mi carrera.
–¿Y exige disciplina?
–Sí. Soy muy germánico y tremendamente disciplinado. Ahora ya me relajo más, pero antes me fustigaba mucho.
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