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Aspecto de la exposición que muestra obras del arquitecto Leonardo Rucabado (1875-1918) en Castro Urdiales Pedro Puente Hoyos
Leonardo Rucabado, el caballero andante que defendió la arquitectura española

Leonardo Rucabado, el caballero andante que defendió la arquitectura española

Se cumple un siglo del fallecimiento del genio castreño, que logró consolidar un modelo constructivo montañés y luchó «contra molinos de vientos» para marcar un estilo nacional sin influencias extranjeras

Miguel ramos/EFE .

Castro Urdiales

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Lunes, 12 de noviembre 2018, 09:43

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Han pasado cien años pero aún hoy Leonardo Rucabado Gómez (1875-1918) está considerado el «caballero andante» de la arquitectura española del siglo XX porque, tras consolidar un modelo constructivo montañés, luchó «contra molinos de vientos» para marcar un estilo nacional sin influencias extranjeras.

En su última etapa, este arquitecto defendió un diseño unitario ligado a la suma de tradiciones de cada territorio de España y aplicado a un contexto social que confrontaba con los postulados de otros colegas, seducidos por las triunfantes corrientes europeas.

Un hecho que dio lugar a sus palabras: «Algo quijotes hemos de ser los contados ilusos que caminamos por estas aventuras nacionales de la andante caballería arquitectónica».

Su muerte prematura a los 43 años por una gripe, hace hoy, 11 de noviembre, un siglo, truncó la carrera de un «genio» en la técnica de proyectar y construir. Él dejó, sobre todo, en Cantabria, el País Vasco o Madrid, un «extraordinario» legado a día de hoy tras sufrir la piqueta de las tendencias estéticas de ulteriores épocas.

Castro Urdiales, ciudad donde nació y murió y donde se erige parte de su obra, ofrece estos días una exposición sobre la génesis de sus variopintos diseños arquitectónicos que, además de viviendas, engloba extravagantes panteones funerarios, ornamentos y elementos mobiliarios, basados en su teoría «del arte como un todo».

El don de gentes de Rucabado

El catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Cantabria, Miguel Ángel Aramburu-Zabala, comisario de la muestra, descubre a Efe un Rucabado enamorado de la poesía y la literatura del Siglo de Oro, que se ganaba a la clientela por su don de gentes.

«Era amigo del rey Alfonso XIII y por su taller pululaban tanto aristócratas como anarquistas y socialistas», afirma Aramburu-Zabala, quien también resalta su virtuosismo como dibujante.

Hijo y nieto de emigrantes a América, se inició en Barcelona donde se empapó del estilo modernista de la mano de maestros como Luis Domènech y Montaner, José Puig y Cadafalch y Antonio Rovira y Rabassa.

Tras titularse en Arquitectura e Ingeniería Industrial, Rucabado regresó al norte y formó parte del estudio de Severino de Achúcarro, máximo exponente de la proyección del ensanche de Bilbao, quien le abrió las puertas de aristócratas y, en especial, de la familia de los Allende, sus auténticos mecenas.

Pedro Puente Hoyos

«En esta etapa modera los excesos del modernismo y empieza a trabajar a demanda de personas adineradas de Bilbao y Castro Urdiales con un tipo de vivienda que copia de Alemania, Francia e Inglaterra«, sostiene el catedrático, y asegura que con este estilo »obtuvo un éxito arrollador en poco tiempo«.

En 1908, cansado de estos planteamientos, viaja a Austria para participar en el Congreso Internacional de Arquitectos y aprender de la arquitectura «más rabiosamente moderna del momento», conocida como la 'Sezession' vienesa que le inspiró para construir nuevas casas y panteones.

Sin embargo, Rucabado dio un nuevo giro a su producción y llegó a la conclusión de que se debía desechar la influencia exterior y buscar la raíz de una arquitectura tradicional española que se adaptara a las necesidades contemporáneas.

Por ello, viajó por Cantabria para investigar y dibujar casas y monumentos creando un estilo regionalista montañés que presenta en Madrid con su 'Proyecto de Palacio para un noble en la Montaña', gracias al cual consiguió el primer premio del concurso sobre «La Casa Española» y el aplauso de la crítica.

Pedro Puente Hoyos

Un respaldo que se tornó contra él cuando, en el sexto Congreso Nacional de Arquitectos de 1916, intentó defender la teoría de que la libertad de los creadores debía subordinarse al interés común de una arquitectura nacional con la aportación de todos.

Pese a ese revés, Rucabado prosiguió su ideario para definir un estilo propiamente español con pinceladas de la tradición montañesa, lo que le valió otro primer premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1917 y que plasmó en obras póstumas, como la casa de Tomás Allende, de Madrid, y la Biblioteca de Menéndez Pelayo, de Santander.

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