«La literatura, cuanto más auténtica y profunda, más difícil es de etiquetar»
¿Qué es normal y qué es extraordinario?, inquiere la escritora argentina Samanta Schweblin, que lanzará en octubre un nuevo libro con Mondadori
Un amigo de Samanta Schweblin le contó, tras volver de China, que allí es habitual comer pequeños pulpos vivos. Al parecer, cuando vas de meterlos ... en la boca, los octópodos tratan de impedirlo asiéndose a la boca del comensal. A Schweblin la imagen le pareció un espanto. «Pero después una escribe un cuento sobre una chica que come pájaros vivos, y eso otro no es posible, ¿no?», se pregunta la autora en un descanso del taller literario que imparte en la UIMP. También se lo pregunta en su literatura:«Me llama la atención cómo marcamos los límites entre normal y anormal, y todo lo que decidimos no ver cuando los marcamos».
–Indica en la presentación del taller que «desmenuzará viejos mitos y prejuicios». ¿Cuáles?
–Uno de los problemas que tiene el aprendizaje de la escritura literaria es que todos sabemos escribir. Un aprende de danza o música, y aprende de cero. Pero de escritura ya sabemos un montón, y eso que sabemos, en realidad, pertenece al mundo de las comunicaciones cotidianas, pero no tiene nada que ver con el literario. También hay mitos sobre qué es una gran narración: cuando los estudiantes empiezan, tienen estas ideas a veces gradilocuentes, poéticas o abstractas acerca de lo que es la narración, cuando la narración es materialidad pura, está llena de acciones concretas. Y hay también prejuicios sobre ser original a nivel literario. Cuando alguien empieza a escribir está obsesionado por ser original, y el gran problema de esas personas son sus propios lugares comunes. Es algo de lo que no se habla mucho, y trae problemas a la escritura.
–¿Está en lo extraordinario de lo cotidiano el chispazo de sus historias?
–Lo extraordinario de lo cotidiano me interesa muchísimo. Me interesan los límites, casi diría sociales, que hay entre lo que nosotros etiquetamos como lo normal y lo que etiquetamos como anormal. Lo anormal no es algo que no pueda suceder, o que pertenezca a otro orden, sino que es parte del mundo real. Pero decidimos no verlo, o catalogarlo como distinto, no aceptado.
–¿Por qué introduce el absurdo en sus textos, así rebaja la tensión?
–Uno a veces genera tanta tensión que es bueno descargar. Pero también creo que el absurdo, otras veces, se arma de manera natural por el descubrimiento de lo absurdo de esos límites: quiero decir que el absurdo, a veces, se arma en la cabeza del lector, y no tanto en el texto. Y me gusta jugar con eso.
–Se han creado muchas etiquetas para calificar su literatura: «Traficante de imágenes», autora «desasosegante»...
–Las etiquetas son cosas que les pasan a los libros, que ponen los críticos y los libreros para colocar el libro en un estante y no en otro. A mí, como lectora, los libros que más me han impactado y me han sacudido, son muy difíciles de etiquetar. La literatura, lo literario, cuanto más auténtico, profundo y fuerte, más difícil es de etiquetar y nombrar. Al final, uno usa 200 páginas para contar una historia que no podría resumirse, que nunca podría etiquetarse y que es lo que es por sí misma. Entiendo la funcionalidad de las etiquetas, pero, en todo caso, no pertenecen a los escritores, que no sé si sabemos muy bien qué hacer con eso.
–¿Algún ejemplo de esos libros que le sacudieron por dentro?
–Un libro que me impactó mucho, diez años atrás, fue 'El tercer policía', de Flann O'Brien. Pienso cuando, a mis quince años, leí 'Crimen y castigo', de Dostoievski. Son los libros, pero también son los momentos en que se leen, cuánto uno se permite involucrarse.
–Sus personajes revelan una enorme y agitada vida interior que bulle casi como la que ocurre fuera. ¿Quiere hacerlas equiparables?
–La literatura se arma con mundo interior; siempre está anclada en un personaje,a veces el personaje es el narrador. La literatura, al final, conecta a un escritor con un lector a nivel emocional, y esa conexión viaja a través de las vidas personales de los personajes. Eso es importante para que un texto se sostenga, para que se pueda tocar y sea tangible.
–En 'Distancia de rescate', la trama avanza gracias a un diálogo desesperado. ¿Por qué esa estructura?
–Amanda, personaje principal, necesita saber algo sobre su pasado reciente que no puede ver claramente. Para salvar a su hijita necesita entender lo que pasó. La idea era, con una urgencia más dramática, replicar un poco la sesión del psicoanalista. Hay alguien que está acostado, Amanda, y hay alguien que está sentado, cerca, tratando de guiar la búsqueda. El psicoanálisis [Schweblin lo practicó dos años] pasa por lugares por los que se ha pasado muchas veces. Y, de pronto, se encuentra algo nuevo que lo transforma todo. Tras la revelación, uno ya no puede volver a ese lugar del mismo modo.
–Hay años de distancia entre sus libros. ¿No siente la obligación del mercado, puede marcar los tiempos?
–A mí me gusta mucho escribir, y me gustaría que los libros que escribo tengan larga vida. Quizá es un interés egocéntrico, pero me hace ilusión, y esa ilusión es la fuerza de mi escritura. Si publicara cualquier cosa, estaría ahorcándome. Un lector aprecia un buen libro, y no que un escritor publique rápido [ríe]. Pienso en mis escritores preferidos y no tengo un registro sobre cuánto pasó entre un libro y otro, pero sí lo tengo de lo que me gustaron o desilusionaron esos libros. Hay un compromiso con el lector de tratar de hacerlo lo mejor posible.
–Dicho esto, ¿está involucrada en algún proyecto literario?
–Estoy a punto de publicar una nueva novela en octubre llamada 'Kentuckys', en España con Random House.
– Argentina ha votado contra la legalización del aborto. ¿A qué se debe?
–Es un tema complicado. Fue triste. Un gobierno que, supuestamente, representaba a la mayoría, nos defraudó en el Senado. Lo que pasó con esta ley hizo visible cómo todo el sistema democrático argentino no está funcionando. Y esto es bueno, que esto de pronto se haga visible despertó muchas conciencias. Cuando el tema llegó a las calles finalmente se entendió qué y por qué se defendía esta ley, con la que se trata de regularizar, de atender a las mujeres, que no sea solo un derecho de las ricas sino de todas. Está demostrado en los países que han implementado esta ley, que baja la cifra de abortos. Ytambién quedó claro que es un sistema que no nos representa. Y eso dejó una fuerza y una furia que nos va a hacer muy bien.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión