«Los malabares me han enseñado a conocer mi cuerpo y mi sexualidad»
Guillaume Martinet presenta hoy 'Flaque', «un grafiti de malabarismo», en la Muestra de Teatro Contemporáneo de Santander
El artista francés Guillaume Martinet paseaba un día por París cuando descubrió en la calle a un joven haciendo malabares. Paró, observó y probó. ... Y quedó al día siguiente con el joven para investigar sobre al arte de manipular bolas en el aire, voltearlas y mantener el equilibrio. Fundir danza, música y cuerpo en una sola cosa. En esto consiste 'Flaque', «un grafiti de malabarismo» que hoy acerca a la Muestra de Teatro Contemporáneo de Santander junto a David Maillard y Eric Longequel.
Practica a diario con las bolas, de tres en tres, de cuatro en cuatro... Buscan la lejanía en el techo y ya son seis bolas en sus manos. Sus malabares son como una prolongación del cuerpo y cada movimiento sutil trae un malabarismo sutil. «Nos interesa la energía vital, la poesía», señala. A veces es complicado de entender su mensaje. Todo es más fácil cuando se encienden los focos, suena la música y empieza la danza y la poesía con las bolas. Cuentan su vida, narran su historia y enseñan lo que saben al público. Buscan lo sólido y lo flexible. Experimentan estados físicos. Los malabares son su vida. «Me enseñan a hablar con el público, a comunicarme y entender el contexto; también he aprendido a tocar los objetos, a sentir amor. Es algo muy profundo que me ha enseñado a conocer mi cuerpo y mi sexualidad».
Y es que el malabarismo requiere de un estado permanente de control y escucha activa. Aunque a veces es necesario improvisar y perder el control para «dejarse llevar». Prueba todos los días técnicas nuevas sin saber lo que se va a encontrar. Y con estos experimentos va adentrándose más y más en el malabarismo. Su trabajo le permite «hacer lo que me gusta, de manera independiente, sin jefes». Y es que en el mundo de los malabares se puede ganar mucho dinero en los cabarets alemanes o los casinos de Las Vegas y el Circo del Sol, pero él prefiere trabajar a su ritmo. Menos lujos, pero más independencia. La búsqueda artística.
Los malabares son «una práctica corporal que permite ser muy creativo y siempre estás aprendiendo cosas nuevas», dice. Esa es la pasión que le empuja todos los días a hacer malabares y le ayuda a superar los momentos más duros y difíciles. ¿Qué no es difícil? Se pregunta este artista, ¿el amor, el trabajo, la amistad? «Hacer malabares todos los días me permite conocer gente, viajar y ganarme la vida». Para Martinet en este mundo artístico «no hay límites. Es una manera de jugar en el contexto y poder decir todo lo que queremos». Porque «los malabares crean un idioma único con el cuerpo». Y al final, la sonrisa del público es su recompensa.
Lo más difícil es conseguir que el espectáculo exista. Crearlo y ponerlo en escena. Sin embargo, todos los problemas se superan con pasión. Y cuando está en el escenario «es cuando tengo el poder».
Guillaume Martinet creó la compañía de Fracto con David Maillard, Minh Ram Kaplan y Laure Caillat. Cuatro artistas, cuatro malabaristas. Su objetivo era «crear un nuevo lenguaje corporal y de malabares». En sus diez años de vida han conseguido galardones internacionales por sus creaciones y proyectos tecnológicos. Han actuado en más de treinta países de Europa, África y América Latina. Hasta Santander viajan con 'Flaque', pero ya trabaja en un nuevo espectáculo, 'Yokai', una palabra japonesa que significa el espíritu de alguien que ha viajado demasiado.
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