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El pensador Bernat Castany abre el quinto ciclo de Pandemia Filosófica DM

Bernat Castany

Escritor
«Hay un miedo patológico y evitable que el poder utiliza para dominarnos»

El docente abre mañana la quinta edición de Pandemia Filosófica, con una reflexión en torno al humor, la comicidad y la risa

Domingo, 3 de noviembre 2024, 07:48

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En los siglos XV y XVI, la escuela de medicina de Montpellier le atribuyó a la risa una virtud curativa esencial y en el imagiario popular quedó esa máxima de que reír alarga la vida. Sobre ello reflexionará Bernat Castany (Barcelona, 1977) docente y escritor, que abre mañana (19.00 horas) una nueva edición de Pandemia Filosófica en el Centro Cívico Tabacalera.

-La máxima dice que la risa es la mejor medicina, pero, ¿lo ha sido siempre?

-Es una cuestión compleja. De un lado, se ha demostrado que la risa tiene una serie de beneficios, no sólo psicológicos, sino también físicos. Pero no sirve cualquier risa. No sirve, por ejemplo, la risa nerviosa, la risa de timidez o la risa social. Por otra parte, eso no significa que la gente que ríe con una risa franca y relajada viva más, sino menos, en tanto que, según algunos estudios longitudinales, la sensación de ligereza y alegría puede llevarnos, por ejemplo, a beber o a fumar más. Sea como fuere, existe una antigua tradición médica que le confiere a la risa un cierto potencial terapéutico. Hipócrates y Galeno le dieron una gran importancia a la actitud amistosa y alegre del médico. Y en los siglos XV y XVI, la escuela de medicina de Montpellier le atribuyó a la risa una virtud curativa esencial. De hecho, en su Tratado de la risa, de 1579, Laurent Joubert llegará a afirmar que la risa supone una «desopilación», esto es, una expulsión de la bilis negra, retenida por el bazo, cuyo exceso provocaba la «melancolía». De ahí que hoy en día digamos todavía que la risa es «desopilante».

-Ha escrito, entre otras cosas, sobre el miedo y la risa. ¿Vivimos en un sistema que alimenta uno y elimina la otra?

-Ni la risa ni el miedo son buenos o malos en términos absolutos. Hay un miedo normal y necesario, que nos informa de los peligros y nos insta a actuar. Pero también hay un miedo patológico y evitable, que exagera las amenazas, cuando no las inventa, y que el poder tiende a utilizar para dominarnos. También podemos distinguir entre una risa beneficiosa, igualitaria, benévola y ligera, que nos hace sentir que todos participamos de una misma condición humana, igualmente débil, contradictoria y ridícula, y que, por lo tanto, refuerza la empatía y afianza el lazo social, y una risa perjudicial, jerárquica, agresiva y unilateral, que nos lleva a despreciar y a apartarnos de los demás. Por ejemplo, en las redes sociales se ríe mucho, pero se ríe mal. Los poderosos suelen alimentar el miedo patológico, con el objetivo de paralizarnos, y la risa perjudicial, con el de dividirnos. Y lo que debemos hacer es contrarrestar con una evaluación racional de las amenazas y una risa a la vez igualitaria y solidaria.

-¿Es recomendable reírse del miedo?

-Sí, siempre y cuando nos riamos del miedo exagerado o patológico. De hecho, la ridiculización de las supersticiones, falsos valores y pasiones tristes, que suelen ser utilizadas para dividirnos y someternos, ha sido una constante en el proyecto de emancipación de los humanistas (Erasmo, Montaigne) e ilustrados (Voltaire, Diderot). Y hoy también deberíamos aprender a reírnos de los miedos exagerados, que pueden llevarnos a paralizarnos o a elegir a dirigentes políticos que prometen salvarnos, con la condición de que les entreguemos a cambio nuestra lucidez y nuestra libertad.

Cuestión cultural

«Existe un lenguaje universal cómico, pero muchos acentos y dialectos diferentes»

-¿El humor es un concepto cultural? ¿Se ríe mejor en función de una nacionalidad u otra?

-Hay componentes específicos de la risa que cambian según la época, la cultura, el grupo e incluso el individuo. Y, cuando desconocemos esos elementos, que suelen subyacer de forma implícita en las bromas o en los chistes, es muy probable que no logremos verles la gracia. A la vez, hay unos pocos mecanismos cómicos universales, que todos compartimos, como son la sorpresa, la incongruencia, el alivio o la expresión, más o menos disimulada, de pulsiones reprimidas. Podríamos decir que todos reímos por las mismas razones, aunque esas razones no se expresen siempre con las mismas palabras. O que existe un solo lenguaje universal cómico, pero muchos acentos y dialectos diferentes.

-Necesitamos aprender a sostener la herramienta de la comicidad. ¿Cómo lo hacemos?

-Los griegos distinguían entre la gelan, o buena risa, que revela, abre, iguala, libera, y la katagelan, o mala risa, donde el prefijo «kata», que significaría 'contra' o 'hacia abajo', sugiere que alguien se ríe de otro, y no con él, y que deforma, ataca, menosprecia y aísla. Deberíamos practicar el primer tipo de risa, y evitar el segundo. ¿Cómo? Pues no se trata de estar contando chistes todo el día. Sino, más bien, de desarrollar una perspectiva capaz de desautomatizar nuestras percepciones, palabra e ideas, y de producir una alegre ligereza, o desimportancia, que propicie el diálogo y la acción. Es el humor de Montaigne, Cervantes, Sor Juana Inés de la Cruz, Mark Twain, Virginia Woolf, Chesterton, etc.

-Humor, amistad y franqueza, eran, según menciona en un artículo, las tres virtudes que Aristóteles consideraba fundamentales en la política. ¿Cual está más ausente hoy día?

-Antes de nada, es importante tener en cuenta que, para los griegos, los términos de eutrapelia, o buen humor, philía, o amistad, y parresía, o franqueza, significaban muchas más cosas de lo que pueden significar para nosotros. Para nosotros la amistad es una cuestión meramente sentimental, pero, para los filósofos griegos, se trataba de un mecanismo básico de autoconocimiento (pues gracias a ella podemos vernos desde fuera), una vía de acceso al placer y a la libertad, y también el modelo de lazo político (se entiende que democrático) básico. Y lo mismo sucede con las nociones de «buen humor» y de «franqueza». De hecho, estas tres virtudes políticas estaban estrechamente unidas, pues sólo el amigo nos hablará con franqueza, y para hablar con franqueza también es necesario un poco de sentido del humor, y todo ello exige, a su vez, el compromiso de la amistad, que no sólo nos obliga a ayudarnos, sino también a decirnos la verdad. Hoy, como siempre, estas tres virtudes políticas escasean, tanto a nivel individual, donde prácticamente todos vemos la amistad en un sentido superficialmente sentimental, como a nivel colectivo, donde el debate político no practica ni el humor benévolo, ni la verdadera franqueza, ni la entreayuda social. Pero, insisto, esto ha pasado siempre en todas las épocas, y, como en todas las épocas, debemos esforzarnos por mejorarlo.

-En su trayectoria académica como profesor universitario, ¿percibe cambios en la visión que los jóvenes tienen sobre el concepto de filosofía y sus ramificaciones?

-Creo que los jóvenes tienden a sentir un gran interés por la filosofía. Al fin y al cabo, los grandes temas actuales, como la posverdad, la identidad, la libertad o la injusticia llevan siendo pensados, desde muchas perspectivas, y en muchos contextos diferentes, desde hace dos mil quinientos años. El problema, quizás, es que buena parte de la filosofía se ha acostumbrado a hablar una jerga incomprensible, especulativa y teórica, que debería desaprender, si quiere volver a tener la influencia que tuvo en la época clásica, el Renacimiento o la Ilustración. Por otra parte, si somos capaces de volver a ver la filosofía, no tanto como un conjunto de doctrinas teóricas, sino como un conjunto de prácticas existenciales, los jóvenes sentirán todavía más interés en la filosofía. Recomiendo mucho, a este respecto, autores como Pierre Hadot, Martha Nussbaum o Marcel Conche.

-Su 'Obecedario patriarcal' parece bastante necesario a la vista de las últimas noticias que sacuden la actualidad…

-Bueno, tal y como decimos Sara Berbel Sánchez y yo en el libro, eso que nos resignamos a llamar «feminismo» ha logrado grandes avances en derechos (en esta pequeña parte del mundo, y en estos últimos cincuenta años). El problema es que, no sólo le falta mucho por conseguir para lograr una igualdad real en muchos ámbitos prácticamente intocados, sino que se enfrenta a una inminente reacción que tiene ganas de «volver a poner las cosas en su sitio». En este sentido, eso que también nos resignamos a llamar «el machismo» o «el patriarcado» sigue siendo una fuerza importante, que perjudica fundamentalmente a las mujeres, pero, tal y como señalamos en el libro, también a los hombres, en tanto que los somete a una serie de mandatos, más o menos implícitos e inconscientes, que coartan su libertad y bloquean sus potencias, como puede ser la obligación de dedicarse más al trabajo que a la familia, la de mostrarse fríos e impasibles, o la de confundir su opinión con su honor. Por eso sería muy importante que no presentemos ni veamos los progresos del feminismo como las conquistas de un grupo de interés específico, como sería el de las mujeres, a expensas de un grupo de interés contrario, como sería el de los hombres. Se trata de recuperar la idea de que todos debemos luchar por el avance de unos mismos derechos universales, que de una forma directa o indirecta siempre van a acabar beneficiándonos a todos. Porque donde no hay libertad para todos, acaba no habiéndola para nadie.

-El filósofo y antropólogo Santiago Beruete define a los jardineros como héroes, porque «encarnan, en estos cínicos tiempos, la esperanza». ¿A quién situaría usted hoy en día en esa posición?

-Me imagino que cualquier persona que mantenga vivo un amor no dogmático por la verdad, un deseo compartido de felicidad y un sentido activo de justicia. Pero, si tuviera que escoger a un tipo de persona en particular, yo diría que cualquier persona –maestro/a, profesor/a, o adulto, en general- que le dedique su tiempo a educar, guiar o simplemente acompañar a los niños y a los adolescentes, puesto que es el único jardín del que van a salir buenos, o malos, frutos.

Educación

«Los niños y adolescentes son el único jardín del que van a salir buenos o malos frutos»

-¿Por qué es importante dejarse caer en, como en este caso, una pandemia filosófica?

-Creo que toda excusa es buena para reunirse y charlar cara a cara sobre los temas que nos afectan a todos, no tanto con la esperanza de hallar al fin la verdad absoluta, sino por el placer de estar juntos pensando hermosamente sobre temas que nos afectan y congregan. Se dice que los niños son curiosos porque preguntan siempre por el porqué de las cosas, pero en muchas ocasiones preguntan para captar la atención del adulto, para que esté por él. Quizás la filosofía es también un modo de estar juntos. Por otra parte, en los encuentros personales, se establecen relaciones y se generan energías que por otras vías pueden no surgir o resultar menos duraderos. Nuestro deber es que las ideas no languidezcan y sigamos conversando, sin pudor ni presunción, en nuestros ámbitos

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