«La poesía es un acto de defensa contra la obstinación del poder para mentir»
La Surada Poética celebra hoy su Gran Descarga de música y versos en una velada prevista en el Conservatorio Jesús de Monasterio de Santander en la que participa Juan Carlos Mestre
Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) es poeta, grabador y ensayista. Desde que comenzara su andadura literaria con 'Siete poemas escritos junto a ... la lluvia' hasta su último proyecto editorial 'Museo de la clase obrera', decenas de poemarios escritos por él conforman una voz llena de muchas voces. Premio Nacional de Poesía por 'La casa roja' (2009), Premio de la crítica de poesía castellana (2012) y, más recientemente, el Premio Castilla y León de las Letras (2018), este poeta al que a menudo se le clasifica como surrealista, estará hoy en Santander para participar en La Surada Poética que organiza la asociación cultural La Vorágine. Será en el Conservatorio Jesús de Monasterio donde también se escucharán los versos de Laura Sam, Isabel Martín y los del dúo Versonautas, que siempre acompañan con música (20.00 horas).
–¿Qué es poesía?
–Acaso el lenguaje de la delicadeza humana y hoy, también, un acto de legítima defensa contra la soberbia obstinación del poder para mentir. Allí donde la persona ejerce la voluntad ética, y por tanto estética, de su lenguaje para construir un refugio de utilidad moral frente a todas las metamorfosis de la barbarie.
–¿Y usted por qué escribe poesía?
–La poesía es un derecho estético del habla, una opción crítica de conocimiento y conciencia sobre la realidad del mundo. La escritura poética es un acto de resistencia frente a la costumbre y la esclerosis de los discursos del poder y la normativa alienante de sus fábulas. Escribo tanto por el placer creativo de la inteligencia como por una necesidad de defensa frente a la delirante producción de serrín de la demagogia política y la asfixia de su propaganda. Para respirar escribo, para sobrevivir en el aire libre las palabras.
–¿Cuándo empezó todo? ¿Dónde nació esta pasión?
–La poesía me acompaña como una presencia consoladora desde que tengo recuerdo y uso de razón. Toda pasión está vinculada a un deseo, el mío no era otro que encontrar una salida, en el laberinto de la adolescencia, a aquel mundo absurdo y cruel de las postrimerías del franquismo. Todo está en los libros, comenzar a leer es dar inicio al sueño interminable de la desobediencia y la imaginación, una forma elegida de estar en el mundo.
–¿Y dónde busca la inspiración?
–La inspiración es un cuento chino, existe el trabajo, la educación humanista, la filosofía que nos hace reflexionar, la emoción del arte y la música, la condición sagrada de la naturaleza y de todas las criaturas. Existe el ser humano, la dignidad, la diferencia del otro como un igual, los débiles, las víctimas, los descontentos. Existe la compasión y la usura, ese mundo que existe es el que imanta la voz siempre reflexiva, nunca irracional, de cada poeta.
–Viene a Santander para participar en La Surada de La Vorágine, ¿cómo va a sorprender al público?
–Nunca he pretendido tal cosa; hablemos mejor de una propuesta de diálogo, de una asamblea entre gente que ha abandonado el centro histérico de la fe y voluntariamente se entrega a la indagación de otra forma de saber en la periferia inocente de los lenguajes, allí donde aún se puede oír la voz sagrada de la tierra ingenua, como llamaba Mallarmé a los grillos.
–¿Cree que se lee suficiente poesía? ¿es buen momento?
–Claro que se lee mucha y mala poesía, ahora solo es un buen momento para el soberanismo de la insignificancia.
–¿Qué le pide a un buen poema?
–Nada, un poema es portador de su único encargo, el de revelar un sentido inédito a la existencia, así que da igual pedírselo que no hacerlo, el poema siempre traerá lo indócil, una forma de herejía ante las formas establecidas del saber, insumiso a lo previsto, rebelde ante todas las ridículas mansedumbres retóricas del adocenamiento discursivo de este mundo.
«La novela no es ni la necesidad ni el ritmo de mi pensamiento»
Acaba de publicar 'Museo de la clase obrera', ¿qué cuenta?
– ¡Uf!, ¿cómo dar cuenta de un libro de poemas? La poesía es la conciencia de aquello que resulta imposible decir de cualquier otro modo; yo no puedo resumir un poema como si fuese un artículo de periódico, todo lo que le dijera sería inexacto, todo una absoluta amputación de sentido. Contar es un mal verbo para referirse a las sustancias inmateriales, como las de todo proyecto espiritual e ideológico, de la poesía.
–Sus poemas hablan de libertad, justicia o memoria, ¿se considera un poeta comprometido?
–Digamos que implicado con otros en la conjura por la libertad de pensamiento, por la restitución de dignidad de las víctimas del autoritarismo, por esa sencilla y elemental defensa de la honradez como conducta. Lo del compromiso es otra cosa, otra ventanilla donde la mayoría de las veces no hay nadie que atienda la reclamación de los derechos civiles a la felicidad. Todo poema es un compromiso con las palabras, ahora bien, todo depende de que alguien quiera comprometerse con los nenúfares, el crepúsculo o la intemperie crítica de la condición humana.
–Su trayectoria está ligada a la poesía y al ensayo, ¿no siente atracción por la novela?
–Ninguna. No es esa la necesidad ni el ritmo de mi pensamiento.
–¿Qué le queda por contar? ¿Qué proyectos tiene entre manos?
–No tengo ningún proyecto, el azar es la única dinámica de mi vida. La escritura poética, al menos en mi caso, es ajena a toda preceptiva, nunca he tenido con ella otra relación que la que se experimenta ante una súbita presencia, aparece, eso es todo, emancipada de cualquier vinculo con el método.
–¿Qué papel juega la poesía en este mundo?
–El mismo que las alas, el oxígeno, la dinamita mojada por las lluvias de la compasión.
–¿Cómo ve el mundo de la cultura en general?
–En general mal y en lo particular peor. La destrucción del tejido cultural y educativo de nuestro país es un exterminio planificado de la inteligencia, la necrosis con la que la sociedad de los mercaderes ha generado el acabamiento del cuerpo simbólico del saber, una desgraciada demolición de los puentes hacia el porvenir.
–Terminemos con un pequeño poema... ¿qué se le ocurre?
–Nada, no se me ocurre absolutamente nada, solo agradecerle la delicadeza de su interlocución y la amabilidad de su escucha.
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