Manuel Rivas
El coruñés, galardonado recientemente con el Premio Nacional de las Letras Españolas, presentará 'Detrás del cielo' en Santander
Cresteando las montañas del Bierzo celebró Manuel Rivas (A Coruña, 1957) el Premio Nacional de las Letras Españolas. Un galardón que se suma al Premio ... de la Crítica española (1990 y 1998), el Premio de la Crítica en gallego (1994), el Premio Nacional de Narrativa (1996) o la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes. El autor de 'El lápiz del carpintero', 'La lengua de las mariposas' o el reciente 'Detrás del cielo'(Alfaguara, 2024), cuya gira de presentación recalará en Santander en enero, cree que las entrevistas son «una oportunidad» para ir reflexionando sobre el propio oficio. «Una forma de pensar y de que te escuchen».
-¿Qué piensa uno cuando le llaman para decirle que ha recibido el Premio Nacional de las Letras Españolas?
-Lo primero que pensé es que era una broma, porque tengo algunos primos bromistas que me llaman de vez en cuando... Después, porque lo tengo muy presente, que me tocó encarnar este premio, pero lo merece muchas más gente. Y en algo tan sencillo como poder dar las gracias. Es algo a compartir. Se da la circunstancia de que es la primera vez que se le da a un escritor o escritora que escribe en gallego como lengua original. Parece un oficio solitario, pero no tanto, y formas parte de una compañía, de un camino, herencia o medio ambiente cultural.
-¿Con tantos años de carrera y aún le cuesta creer que se lo merece?
-Nunca me senté a pensarlo. Hay algo que me quedó como marca, unos trazos biográficos y uno de ellos viene de cuando empecé a trabajar en un periódico con quince años, mientras terminaba el bachillerato. Trabajaba por la noche, fundamentalmente como recadero,y me llamaban el meritorio. Me quedé con la idea de que sigo siendo un meritorio en sentido de aprendiz. Cuando te pones a escribir, no hay medallas, estás desnudo completamente.
-Le premian por unir compromiso y belleza. ¿El compromiso es siempre bello?
-La idea de belleza me gusta unirla a la palabra convulsa. La verdadera belleza es aquella que te activa un tipo de excitación creativa, pero también te puede perturbar. Tiene que ir asociada a la búsqueda de verdad. Son palabras mayores (ríe) y te crean una responsabilidad. Cuando lees un acta que recoge conceptos tan cargados de significado, te preocupa, porque tienes que responder. Creo que siempre hay que ir más allá y ver donde está más oscuro y oculto.
-Afirma que las palabras sufren una crisis ecológica. ¿Cómo podemos devolverles la vitalidad?
-Con la tarea de escribir. Hay una idea de Albert Camus muy interesante. Decía: no es que el compromiso me lleve a escribir, sino que escribir me lleva al compromiso. Trabajamos con palabras.A veces las encuentras heridas, otras disecadas, otras no las encuentras porque se esconden o su sentido ha sido sustraído y esa manipulación hace que signifiquen lo contrario de su alma. Hace que palabras como paz o libertad se queden 'desacougadas', inquietas. La relación ecológica con el lenguaje es mantenerlas vivas. Escribir es un proceso de desextinción.
-Para las palabras ¿es más peligroso cómo se utilizan en política o la desidia de la ciudadanía?
-Se da un proceso de contaminación. Por eso puede ser pertinente el uso de trabajo ecológico con el lenguaje, porque es paralelo al de la naturaleza, en cuanto a corrosión, sustracción, depredación. Lo peor, cuando más sufren las palabras, no es en el silencio, sino cuando se utilizan para pavimentar el camino del odio.
«No hay otra salida que la comunidad, que tiene que ver con una concepción de libertad solidaria»
-Pues estamos viendo unos cuantos ejemplos en la última semana
-Sí, sí. Estamos en un mundo en el que, por desgracia, se da un proceso de embrutecimiento. Vivimos, todo el planeta, en primera línea de riesgo. Hace unos años te llamarían apocalíptico. Hace tres décadas la conversación planetaria más compartida era la de 'otro mundo es posible', con un tono esperanzado y plural. Ahora, en poco tiempo, la conversación es 'otro fin del mundo es posible'. No se puede mirar para otro lado. Hay gente que cree que está en los mejores camarotes del crucero, pero su barco es el Titanic.
-Afirmaba que la vergüenza colectiva hace cambiar las cosas, cuando escribió 'Contra todo esto'. ¿Cree que las cosas cambiarán tras lo ocurrido en Valencia?
-Creo que en estas situaciones está más claro que nunca el dilema del que hablaba Martin Luther King; o comunidad o caos. No hay otra salida que la comunidad y eso tiene que ver con una concepción de la libertad solidaria.
«Cuando más sufren las palabras no es en silencio, sino cuando se usan como pavimento del odio»
-Habla de Luther King y antes a Camus. ¿Dónde encuentra las referencias que le resultan relevantes?
-En la literatura hay una herramienta imprescindible, mejor que la Inteligencia Artificial, que es la escucha. Escuchar, sobre todo, a las voces bajas; la gente más vulnerable, superviviente, que ha experimentado el dolor propio y ajeno. Escuchar a la naturaleza, que no es una postal, sino que está gritando su malestar. Me fascina la supervivencia creativa a través del humor, por ejemplo, que es una especie en extinción.
-'Detrás del cielo' tiene relación con su poesía publicada en gallego 'O que fica fora', del año 22. ¿Hila las inquietudes de sus trabajos?
-La idea que tengo sobre los libros es la de círculos concéntricos, que van expandiéndose. Uno va aprendiendo, viendo las zonas oscuras que antes no veías, como cuando avanzas en la niebla o estás en la orilla del mar. Por eso me gusta la idea del realismo orillero. Las conexiones son como el zurcido invisible con el que vas tejiendo. Un libro me va llevando a otro; yo no habría escrito 'El lápiz del carpintero' o 'Los libros arden mal', sin haber escrito antes 'La lengua de las mariposas'. Ahí estaba el germen, como las plantas en la naturaleza, que se ayudan unas a otras.
-Tiene muy presente la naturaleza.
-Siento nostalgia de cuando tenía raíces y alas al mismo tiempo (ríe).
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