Juan López-Herrera
El autor y diplomático presenta hoy en Gil su última novela, 'Como un río que me cruza', sobre la participación española en la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial
Buena parte de los ciento cuarenta mil excombatientes republicanos españoles exiliados en Francia en 1936, y del medio millón de emigrantes censados, participaron activamente en ... la resistencia del país vecino durante la Segunda Guerra Mundial. A través de las historias paralelas de Rafael, un antiguo jornalero andaluz veterano de la guerra civil, y de Ginés, un joven murciano que emigra al país vecino a finales de los ochenta, el escritor y diplomático Juan López-Herrera (Sevilla, 1961) construye una novela intensa y trepidante, que reconstruye la peripecia de millares de españoles de ambas generaciones. Lo hace en 'Como un río que me cruza', editada por la editorial Funambulista y que se presenta hoy, jueves, en la librería Gil a las 19.00 horas..
–El papel de los republicanos españoles en la resistencia francesa no es un asunto especialmente conocido. ¿Cómo llegó al tema?
–Soy funcionario de exteriores, y en 2019 fui destinado como cónsul a Lyon, donde empecé a recibir invitaciones para actos conmemorativos de grupos de la resistencia rural en pequeñas aldeas. Y me invitaban porque en cada uno de esos pequeños grupos de maquis hubo españoles luchando.
–Suficiente para despertar su instinto de novelista…
–Aquello me extrañó por un lado y me intrigó mucho porque tenía asimilado el exilio español a los campos de concentración en el sur de Francia, a Toulouse como capital, o a París, pero no a la zona del macizo central de Francia, de los Alpes, del comienzo de la Borgoña. Y no eran hechos aislados ni pequeños grupos; algunos incluso estuvieron constituidos prácticamente de manera íntegra o mayoritaria por españoles. Y a partir de ahí empecé a investigar.
–¿Existe en Francia entonces un sentimiento de gratitud hacia los españoles, como indican esos homenajes?
–Son conmemoraciones puramente locales, el fenómeno en su vertiente global es totalmente desconocido para los franceses.
–¿Y cómo es posible?
–Al acabar la Segunda Guerra Mundial, De Gaulle arma una estrategia genial desde el punto de vista político: convertir a un país que había sido derrotado, y que había sido colaboracionista en su inmensa mayoría, en uno de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial y miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Y eso se hace a partir de una ficción, que es la Francia que se libera a sí misma, la Francia que se ha mantenido en pie frente a Hitler, aunque sea de manera casi simbólica, con este ejército de la Francia libre y con los resistentes. Y en ese relato sobran judíos, alemanes opuestos a Hitler, las tropas coloniales de senegaleses, marroquíes, argelinos… Y los españoles, claro.
–¿Pero qué ocurrió con los españoles ?
–Muy resumidamente: del medio millón que estaban en los campos al terminar la guerra, se quedaron unos ciento cuarenta mil. Pero había una enorme presión para que se fueran, la alternativa era o te enrolas en el ejército o vas a trabajos forzados o dejas el país… Los que se quedaron, sobre todo en trabajos forzados, acabaron sumándose al maquis y teniendo una participación muy destacada en la resistencia, que ha sido olvidada.
–Y nos lo cuenta a través de un jornalero andaluz, Rafael, un personaje de ficción pero imaginamos que anclado fuertemente en la realidad…
–Está inspirado en algunas de las historias que escuché allí, de combatientes de origen andaluz, extremeño, levantino… Todos acaban saliendo de Cataluña en el momento de la caída del frente.
«Es un tema inagotable porque continúa vivo pero yo quería darle un enfoque diferente»
–Incluyendo algún cántabro, ¿no?
–En la compañía 'La 9', de infantería mecanizada, tenían una tanqueta llamada 'Santander', que es de las primeras que entra en París; en ella iba el cántabro Faustino Solana.
–En la novela plantea también una trama paralela, pero medio siglo más tarde…
–Ginés es un chico de Murcia cuyos padres habían emigrado a Francia en los años sesenta y retornaron a finales de los setenta. Un verano conoce a una chica francesa, decide irse con ella y acaba trabajando en el consulado de España en Lyon.
–¿Como el escritor?
–Sí, también acude a un acto conmemorativo, donde descubre la historia de Rafael, el jornalero cordobés, y la empieza a investigar.
–¿Hay conexiones entre exiliados y emigrantes?
–Quería rendir homenaje a la emigración española a Francia; en vísperas de la Segunda Guerra Mundial había más de trescientos mil españoles censados, de los cuales además ya muchos eran jóvenes que habían nacido allí. Y estos también juegan un papel muy destacado en la resistencia.
–Suena a trabajo documental titánico…
–La idea era que hubiera una base bien documentada por debajo, pero que eso no interfiriera en la lectura de la novela. Hay momentos en que hay que explicar ciertas cosas, pero procuré también que no fuera en exceso didáctico, porque yo creo que eso al final es muy irritante para el lector.
–Lo que sí parece un tema inagotable es la guerra civil y sus consecuencias.
–Yo no pretendía escribir otra novela de la guerra civil, me interesaba sobre todo esa participación de los españoles en la resistencia francesa. Lo que pasa es que inevitablemente tienes que abordar antes la guerra civil.
–¿No se va a acabar nunca esa guerra?
–Es un tema inagotable porque continúa vivo, como estamos viendo. Pensábamos que estaba de alguna manera superado y en los últimos años ha adquirido todavía, o de nuevo, una vigencia enorme. Pero yo quería darle un enfoque diferente, porque si la abordamos desde un enfoque puramente histórico, al final es inevitable hablar de ideologías y centrarnos en las mismas discusiones, que no llevan a nada. Me interesan más las historias humanas, las de la gente corriente que, como vi en Francia, son fascinantes; historias de coraje, de determinación, de sacrificio, muy emocionantes; con sus luces… y con sus sombras también.
–En su cuarta novela ha abandonado el tono paródico…
–Las anteriores eran novelas de humor, dos de ambiente andaluz, y otra caribeña. Era un registro que me divertía y disfruté mucho escribiéndolas.
–Ya estará embarcado en una quinta novela…
–Tengo ya una idea clara, pero tiene toda una parte histórica y la investigación va necesitar un tiempo que ahora no tengo.
–¿Pesa más la diplomacia que la literatura?
-Digamos que el puesto que tengo ahora es muy absorbente, deja poco tiempo y sobre todo deja poco la cabeza libre para otras cosas.
–Por cierto, cuenta con un presentador de excepción, el periodista santanderino Fernando García del Río.
–Somos muy amigos desde Cuba, coincidimos allí. Él era corresponsal de La Vanguardia y yo estaba de segundo en la embajada. Hicimos una gran amistad que hemos mantenido hasta ahora.
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