«Shakespeare es el big bang del teatro y 'El Rey Lear', lo más grande»
El autor acerca 'Marat Sade' viernes y sábado al Palacio de Festivales, uno de los textos fundamentales de la dramaturgia del siglo XX, de Peter Weiss
'Marat-Sade', uno de los textos fundamentales de la dramaturgia del siglo XX, es una constante en la escena española desde que Adolfo Marsillach ... lo estrenó en 1968 desafiando a la censura de la dictadura y con un montaje que fue absolutamente rompedor. La obra de Peter Weiss narra el asesinato de Jean Paul Marat, líder de los jacobinos tras la Revolución francesa. Todo ocurre en un psiquiátrico. Hasta el Palacio de Festivales llega viernes y sábado de la mano de Ricardo Iniesta, director y fundador de Atalaya.
-¿Qué llamó su atención de la obra 'Marat Sade' que llega el viernes a Santander?
-Es una obra mítica que casi desde pequeño la tengo en mente. Cuando empecé a dedicarme al teatro ya conocía la obra que estrenó Adolfo Marsillach en 1968 sobre la versión del dramaturgo Peter Weiss, un referente del teatro. Y está la versión cinematográfica dirigida por Peter Brook. Fue en Brasil, en 2007, durante una gira cuando vi la película y me quedé totalmente fascinado. Pensé en montarla enseguida y lo hice en cuanto tuve la oportunidad. Estrenamos la obra en Barcelona en julio de 2015, al poco tiempo de las elecciones que ganó Ada Colau y aquello fue una catarsis con el público.
«Weiss traiciona a sus ideas porque siendo defensor de Marat, Sade resulta más atractivo»
-¿Qué aporta a esta gran obra?
-Del montaje de Marsillach hay fragmentos mínimos, no lo he visto entero, pero he visto otros montajes en vídeo porque casualmente esta representación se programa cada década desde los años sesenta. Es un montaje complicado y tienes que tener una idea personal para sacar adelante el texto, aunque Weiss traza un camino. Nosotros teníamos claro desde el principio que queríamos un montaje mucho más musical de lo que se había hecho hasta ese momento. De hecho, tenemos más de veinte temas musicales en directo. Las puestas en escena, en general, no tienen esa idea de música en vivo. En cuanto a la dramaturgia, también damos un toque diferente al conceder prioridad al coro de locos del psiquiátrico. En este montaje, los actores encarnan a enfermos mentales del hospital de Charenton, en 1808, que participan en una obra bajo la dirección de Sade, quien estuvo realmente internado en este centro y organizó veladas teatrales a las que acudía la burguesía del lugar.
-¿Prefiere a Marat o a Sade?
-El montaje plantea un conflicto entre el individualismo absolutamente atroz de Sade y el colectivismo de Marat. Y siendo Peter Weiss muy colectivista y de izquierdas, unas ideas que yo comparto, tomamos partido ideológicamente por Marat. Pero en este texto, el personaje de Sade tiene tal calidad literaria, interés y glamour que resulta más atractivo que Marat. El público, cuando termina la obra, no se identifica más con Sade pero le cae más simpático. De alguna manera, es una traición de Weiss a sus propias ideas. Nosotros hemos querido contrarrestar esta 'traición' poniendo el acento en los locos, como coro colectivo que representa el pueblo, los desharrapados... De esta manera inclinamos la balanza hacia el colectivismo. Sade se come vulgarmente hablando a Marat aunque sus ideas sean más interesantes. El personaje de Sade es mucho más fascinante.
«El teatro me aburría hasta que Nuria Espert en 'Yerma' me abrió una ventana a otro mundo»
-Usted ha puesto en escena últimamente montajes de Lorca, Shakespeare... ¿Con qué dramaturgo le gusta más trabajar?
-El big bang del teatro de todos los tiempos es Shakespeare, independientemente de que no sepamos si existió, fue una persona o fueron varias. Shakespeare es lo más y 'El Rey Lear', que espero presentarlo pronto en Santander, es lo más grande que se ha escrito en la literatura universal de todos los tiempos. Es el Everest. Antes de trabajar a Shakespeare, el 'top' eran los griegos. Pero cuando me adentré en su mundo, Shakespeare lo tiene todo, la majestuosidad, la fuerza, el poder de la tragedia griega y lo grotesco de Celestina o lo más onírico de Lorca. Todo.
-¿Cómo llegó al mundo del teatro? ¿Cuál fue el detonante?
-La política me llevó al teatro. Al principio el teatro me parecía aburrido y pensaba cuándo acabará... Veía teatro y pensaba que con la televisión y el cine, ¿para qué el teatro? Casualmente fui a ver 'Yerma' con Nuria Espert y aquello me abrió una ventana a otro mundo. Al año siguiente, en 1974 estudiaba Arquitectura y me plantearon llevar el teatro por los pueblos de España para crear asambleas de juventudes antifascistas. Llevamos una obra por pueblos de Extremadura, Andalucía, La Mancha y se me metió el alien en el cuerpo. Esa gira fue un antes y un después porque observé cómo el teatro puede cambiar el mundo o, al menos, contribuir a ello.
-¿Cómo fue el salto a la dirección?
-Cuando empezamos a hacer teatro de calle, la directora era muy clásica y no veía lo del teatro de calle. Y pensé pues si ella no lo ve, tendré que organizarlo yo. Me fui a Berlín, me formé, volví a Sevilla y creé la compañía La Atalaya en 1983.
- Un hecho heroico crear hoy una compañía de teatro ¿no cree?
-Hoy es mucho más difícil, pero volvería a hacerlo. Estoy muy contento de haberlo hecho y del certamen sobre teatro de investigación TNT que organizo por el que han pasado más de mil compañías de teatro emergentes de España en estos diez años. Hay posibilidades y hay gente. Aunque también es cierto que cuando se creó la compañía ni había Iva, ni Irpf ni la Seguridad Social. No existía la televisión como medio de comunicación masivo. Había más hueco para crecer.
«El teatro es hasta el fin de los días, no puedes jubilarte, es dificilísimo por no decir imposible»
-Si pudiera hablar al Ricardo que se subió al escenario por primera vez, ¿qué le diría?
-Que tuviese la coherencia ideológica que yo creo haber tenido para afrontar los textos y hacer un teatro basado en la ética, el compromiso, la ideología, el rigor, el amor y la empatía.
-La gente que vive del teatro ¿se jubila alguna vez?
-Eugenio Barba, mi maestro, tiene 82 años y sigue al pie del cañón, igual que Peter Brook con cerca de 90. El teatro es hasta el fin de los días, no puedes jubilarte, es dificilísimo por no decir imposible.
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