«Es tremendo que los menos favorecidos asuman las ideologías de los poderosos»
La autora de 'pequeñas mujeres rojas', que se reencontró con sus lectores en la librería Gil a través de Skype, asegura que «hay que mantener las ilusiones»
La escritora Marta Sanz (Madrid, 1967) abrió el ciclo 'Nueve+uno. Encuentros digitales con autores destacados', una propuesta de la Librería Gil en la que ... nueve lectores conversan con escritores a través de Skype. El habitual escenario de la librería en la plaza Pombo vio así limitado su aforo por las medidas de seguridad del estado de excepción, y los asistentes, protegidos por mascarillas y guardando las distancias reglamentarias, pudieron interactuar con la autora, quien desde su domicilio madrileño realizó una presentación de su última novela, 'pequeñas mujeres rojas' (Anagrama, 2020), la última entrega de la trilogía sobre Arturo Zarco, ambientada en el pueblo ficticio de Azafrán y con la recuperación de la memoria histórica como telón de fondo.
-¿Qué sensaciones deja una presentación virtual a una novelista ya habitual en los foros literarios de Cantabria?
-Las de una experiencia inolvidable; por un lado, al acabar el acto tuve la sensación de que habíamos roto la cuarta pared, esa distancia entre los lectores y lectora y el móvil y la pantalla del ordenador. La gente fue muy cálida e hizo preguntas interesantísimas. Pero por otro lado, fue como vivir una distopía, como una película de marcianos, con las mascarillas y esa parafernalia que parece de la Nasa. Eso sí, al final, la humanidad prevalece.
«Espero una salida con gobiernos que nos cuiden y estados que nos protejan»
pandemia
«En el mundo virtual nunca sabes qué hay al otro lado del espejo»
Nuevas tecnologías
-Será inolvidable, pero tal vez no irrepetible...
-Pues espero que sí... En Madrid ya he hecho alguna presentación con distancias y medidas de seguridad, en Tipos Infames o en Alberti, pero ojalá que sean irrepetibles porque podamos con el bicho éste asqueroso.
-Un 'bicho' que ataca no sólo a las personas sino también a los libros, que se quedan como criogenizados.
-Como autora, lo he vivido con una serie de emociones muy cambiantes: incredulidad, rabia... Luego el sentirte mezquina, porque piensas que, al fin y al cabo, un libro es un libro pero otra gente lo está pasando peor que tú. Hasta que llegas a la conclusión de que, pese a todo, merece la pena luchar por los proyectos propios y mantener las ilusiones. Estos momentos agridulces me han obligado a ir buscando diferentes metáforas a lo largo del confinamiento para explicarme a mí misma esa situación. Algunas veces me he sentido como una cucaracha panza arriba, que necesitaba recuperar su posición original; otras, como un personaje de 'La bella durmiente', cuyo reino han dejado hechizado las hadas Fauna, Primavera y Flora. Al final, todo mi empeño consiste en descriogenizar las amapolas de la portada del libro.
-Recurriendo a las nuevas tecnologías...
-Y sin ninguna certeza, porque en el mundo virtual nunca sabes qué hay al otro lado del espejo y cuánta gente puede llegar. Sin embargo, ahora me estoy llevando la sorpresa de que ha resultado muy agradecido, y el libro ha ido incluso mejor de lo esperado.
-Además del libro, durante la cuarentena ofreció un regalo para sus lectores, el relato 'Sherezade en el búnker'.
-Fue al principio de este proceso: me encargaron un cuento protagonizado por Sherezade, y de repente me di cuenta de que no es que me estuviera inspirando en la pandemia, sino que el relato estaba invadido absolutamente por la situación que estábamos empezando a vivir. Entonces decidí entregarlo a la editorial Anagrama para que lo colgara gratuitamente en su web; no como una manera de abaratar la cultura, sino como un gesto excepcional para hacer más llevaderos a los lectores los días del aislamiento, y además tocando un tema que me interesa mucho: cómo la violencia de género se puede exacerbar en condiciones de encierro.
-Aunque en esta ocasión la realidad invadiera la ficción, en otros casos se diría que la imita, como ha ocurrido con las mareas de banderas de su novela 'Amor fou'.
-Esa es una novela que me costó muchísimo trabajo publicar; la escribí en 2005, y planteaba una distopía futurista de un estado donde las banderas terminaban resultando un elemento agresivo. Lo que ocurrió es que se convirtió en una novela realista, cuando finalmente fue rescatada por Anagrama.
-Con 'pequeñas mujeres rojas' se ha dado una circunstancia similar...
-Antes de la pandemia estaba un poco -o bastante- preocupada por este rebrote de la ultraderecha, que saca nuestros óxidos franquistas y nos impide alcanzar una democracia de calidad. Dos temas en concreto me preocupaban mucho: cómo arremetieron violentamente contra lo que llaman 'ideología de género', que es el feminismo, y contra la recuperación de la memoria democrática, algo imprescindible en un país que ocupa el segundo puesto mundial en la lista de desaparecidos. La preocupación por estas formas de violencia, que entroncan con prácticas políticas globales, como podemos ver estos días en Estados Unidos o en Brasil, cristalizan en esta novela.
-Países donde cunde una especie de negacionismo... ¿el populismo produce anticuerpos contra el virus?
-Lo que se producen son bulos y mentiras para utilizar de manera absolutamente demagógica los intereses de una clase obrera que está muy preocupada por la situación económica. Se trata de manipular la realidad para erigirse en salvadores de los precarios. Lo tremendo es que los menos favorecidos asuman como propias las creencias e ideologías de los poderosos que son quienes en realidad les están chupando la sangre. Sobre esta paradoja tendremos que reflexionar mucho y espero que de esta pandemia salgamos buscando gobiernos que nos cuiden y estados que nos protejan. Que se aplique la teoría de los cuidados tanto a nivel individual como a una escala pública y colectiva.
-En su novela, pide a sus lectores que lean despacio...
-Se trata de un pacto de lectura: tienen que leer por debajo de la corteza, de la epidermis, sin practicar la velocidad, para que a través de la poesía y los juegos del lenguaje nos ayude a construir el sentido crítico. Como lectores, hacemos un ejercicio de espeleología: bajar hasta el fondo para subir y tener una visión cenital. En ese sentido, es una novela política.
-Pues la primera declaración parece esa minúscula inicial del título. ¿La ortografía para quien la trabaja?
-En esa minúscula hay mucho más de lo que parece. Como que la literatura vuelva a ser un lugar para la travesura. Pero no se trata de jugar por jugar, sino de experimentar con las palabras e ir contra los cánones y las frases hechas para iluminar realidades que de otra manera no se verían. Ese juego formal remite a un espacio que quiere ser crítico. Además, en un jugueteo dialéctico con Juan Ramón Jiménez, como la 'inteligencia' no me da «el nombre de las cosas», trato de acumular muchas imágenes para poder siluetear al fantasma de la realidad a través del lenguaje.
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