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Antonio 'Sane'
Empadronados a pie de Los Machucos

Empadronados a pie de Los Machucos

Decenas de autocaravanas hacen noche en Bustablado y Alisas a la espera hoy de la llegada de la Vuelta al inédito puerto

Marcos Menocal

Santander

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Miércoles, 6 de septiembre 2017, 07:10

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«Si mi abuelo levantase la cabeza y viera llegar la Vuelta aquí...». Tiene la mirada clavada en la cumbre y en sus ojos se adivina una nostalgia consentida. Se llama Antonio Trueba y actualmente vive en Esparraguera (Barcelona), pero levantó una casa de piedra en honor a su padre en Bustablado, apenas a cien metros de donde la carretera comienza a ponerse vertical. «Veraneamos aquí siempre y este año nos hemos quedado un poco más para ver la etapa», explica este mecánico y diseñador de motos. Sus manos arreglaron las de Jordi Tarrés y Toni Bou, campeones del mundo de Trial, y su pasión por las dos ruedas brotó en Los Machucos, en el eterno muro sin piedad que hoy espera a los ciclistas. «Allí sólo había ‘praos’», señala con acento catalán uno de tantos vecinos que no dan crédito a lo que vive desde hace días su pequeña aldea.

Junto a la casa de Trueba hay un ‘prao’ que se ha convertido en un improvisado parking de caravanas. Un apretón de manos con la autoridad ha sido suficiente para cederlo gentilmente para la causa. Hoy va a ser un día que cambiará para siempre a la localidad de Bustablado. Y todo porque allí mismo arranca una rampa directa al cielo o al infierno, según se mire. Habrá algo más una docena de autocaravanas, pero tiene pinta de que se va a llenar. Un poco más adelante, un letrero avisa al visitante: ‘Los Machucos’.Allí mismo, a ambos lados de la carretera, aparecen otras dos zonas de aparcamiento ‘verdes’.

Cuatro euros es el precio del alquiler para los que se traen la casa rodante. Empadronados por un día. «Esto va a ser un tetris, ya verás», adelanta con sorna José Ángel Violero, conductor de una de las caravanas, experimentado en estas aventuras –con varias Vueltas encima– y que ha sido el primero en alojarse. Ha elegido la esquina. «He llegado con tiempo», explica orgulloso. Viene desde Ciudad Real (Campo de Criptana) con su mujer y su hija y otra familia de amigos con la que comparte ilusión.

Los operarios de turno, ataviados con chaleco amarillo, tratan de ordenar el tráfico de la localidad y dar cabida a los vehículos que van llegando. En las cunetas, como si de una postal se tratase, varios lugareños. Con la cachava en mano y una pajita en boca, sonríen. «Por ahí subían las cabras», destaca uno de ellos. Ascensión criminal. Los vecinos de Bustablado llevan meses madrugando para acodarse en los balcones y ver pasar –no el tiempo como otras veces– sino a ciclistas.«Todos los días suben quince o veinte», explica Francisco Arenal, que a sus ochenta y cinco años puede ostentar el récord de subidas al puerto de hoy.«Subía con mi abuelo y con mi padre. Pero andando, Y varias veces».Saca pecho. Hoy el pecho de alguno va a explotar.

Varios ‘praos’ particulares se han convertido en aparcamientos, mientras que los vecinos se preparan para «algo que nadie se imaginaba»

Siguen llegando caravanas y al toparse con la valla que impide el paso, buscan rápido acomodo para hacer noche. Un padre y un hijo lucen la bandera del País Vasco en su furgoneta. Son Juan Luis y Ander, ambos de Ormazabal (Legazpi, Guipúzcoa). Se han ‘escapado’ a conocer el nuevo descubrimiento y aún siguen asombrados.«No conozco nada igual. Es lo más duro que he visto... ¿El Angliru? No sé, esto creo que es peor», reconoce el padre. Hoy piensan subir en bicicleta hasta la cima. «Si hace bueno sí, pero si llueve subiremos andando porque nos da miedo la bajada», añade. Los Machucos es algo así como una ceremonia de intimidación; su verticalidad es tan atrevida que subir provoca impotencia y bajar temor.

En cuestión de una hora, la docena de inquilinos se ha convertido en una veintena.Se han ‘arrejuntado’ con escrupuloso orden para dejar sitio a los más tardones. La noche está abierta y la hospitalidad de Bustablado servida.

En Alisas también se duerme

Los hay que prefieren ‘vivir’ lo más cerca del inédito y misterioso puerto y otros muchos se han montado el adosado mucho antes, en la ascensión a Alisas, la antesala del último esfuerzo. Hay un par de autocaravanas a un kilómetro de la cima y otras cinco en la cumbre. Dos más cerca del monumento al ciclista. En una de ellas siguen por televisión el final de la contrarreloj en Logroño. «Froome, ¡buf!», exclama resignada Vera de Meester. A su lado disfruta del ciclismo Eddy De Wamberisie. Es un matrimonio belga que prefiere «estar un poco lejos de la meta porque hay menos gente». Ambos fueron ciclistas profesionales, regentaron una tienda de bicicletas y pactaron una jubilación sobre ruedas. «Seguimos el Tour, el Giro y la Vuelta. La que más nos gusta es la Vuelta; en el Tour hay demasiada gente». Están enamorados del «norte de España» y adoran «el verde de sus montañas». Ella se ha subido Alisas por la mañana y él Los Machucos. «Es un puerto muy especial», asiente con acento flamenco. «Distinto».

Para ser ciclista hay que ser valiente y para ser aficionado tanto o más. Como un grupo de atrevidos que aparcó la caravana el lunes antes de cerrar la carretera y desde entonces viven a mitad de la escarpada subida. Emplazamiento de lujo. Envidiados.Junto a ellos en una furgoneta se puede leer: ‘Chiringuito’. Hoy será uno de los puntos más frecuentados por la muchedumbre.

«Si mi padre levantase la cabeza y viera que la Vuelta llega aquí», explica un vecino

Y abajo, justo en la plaza del pueblo, donde Los Machucos comienzan su leyenda el Restaurante La Taberna no da abasto. Su terraza se ha multiplicado por tres; una especie de barra de quita y pon antecede a la puerta principal y un enjambre de visitantes busca refugio en tal privilegiado entorno. «No nos lo podemos creer ¿Quién se podía imaginar algo así», señala Lorena Martínez, la propietaria de este local que desde que se hizo público que la Vuelta a España iba a descubrir Los Machucos se ha quedado sin descanso.«Motos, ciclistas, periodistas; franceses, holandeses; vino a grabar Perico Delgado...».

Al cielo nadie le hace sombra, pero las rampas de hoy suben tan alto que es probable que cambie el cuento. Lo que ya no cambiará es Bustablado. La historia de esta localidad tiene mucho que contar y hoy tan sólo es el inicio. «Estoy seguro que se va a convertir en un puerto clásico como Los Lagos de Covadonga», sueña mientras apenas tiene sitio para los clientes. Mañana no se darán comidas en La Taberna, sólo bocadillos y raciones. Es un día para estar de pie y a la carrera. Los más viejos del lugar fijan la vista en lo alto y su memoria les transporta al pasado ¿Quién les iba a decir a ellos que aquella despiadada senda que comunica con San Roque de Riomiera se iba a subir en bicicleta?

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