El año en el que los bolos se pusieron en valor
Directivos, jugadores y árbitros ensalzan el esfuerzo de todos los estamentos y aficionados para salvar con nota una temporada que a priori se presentaba difícil
Los bolos han sido un ejemplo. La frase, repetida una y otra vez por las distintas partes implicadas en el desarrollo del juego, no ... es autobombo, ni siquiera una visión sesgada de la realidad. Los bolos han disputado su temporada prácticamente íntegra sin que se haya demostrado un solo caso de contagio en una bolera, dado que los pocos que ha habido fueron originados fuera de los corros, lo que ha permitido disputar todas las competiciones de peñas, todos los campeonatos y un puñado de concursos, especialmente en la máxima categoría.
«El año de la pandemia hemos puesto en valor nuestro juego», afirma José Antonio Abascal, presidente de Riotuerto Sobaos Los Pasiegos. Al frente de la junta directiva cañonera no solo le ha tocado gestionar la seguridad en los partidos de Liga -la de La Cavada es una de las boleras más concurridas por la afición-, sino que además este año ha organizado el Campeonato Regional de Primera y el Regional de parejas femenino. «El primer secreto ha sido la ilusión con la que la Apebol afrontó la temporada, porque en ningún momento nos planteamos dejar al público sin bolos».
Un esfuerzo extra, no solo por parte de las peñas de máxima categoría sino por parte de todas aquellas que dieron un paso adelante para saltar al corro. Para que pudieran hacerlo, las federaciones tradujeron las medidas impuestas por Sanidad y sentaron las bases con un protocolo con medidas tan sencillas como lógicas: mascarilla, gel hidroalcohólico, distancia de seguridad, control de aforo con nombre y apellidos en las competiciones más concurridas y, sobre todo, cabeza. A partir de ahí, el trabajo era para peñas, jugadores, árbitros y aficionados.
Geles, distancia y la desinfección de los elementos de juego han sido las medidas clave para el éxito
«Hemos cumplido todos los consejos sanitarios que nos dieron. Empezamos a entrenar individualmente, luego por equipos y después la competición», señala Abascal, que remata con las medidas de seguridad adoptadas por el grupo humano de la peña. «Hemos estado pendientes de que todo el mundo tuviera mascarilla, de que hubiera geles en distintos puntos y hemos desinfectado los tablones y las sillas de los jugadores en los campeonatos».
Los casos positivos conocidos durante el curso se cuentan con los dedos de la mano. Uno en la peña San Vítores, que les obligó a retirarse de la competición; uno en División Honor, el de Vicente Diego, jugador de Comillas; y los de Campoo de Yuso, que derivaron en una actuación bastante mejorable de la Federación Cántabra, que no reaccionó a tiempo y que acabó con las campurrianas disputando dos partidos, que previamente se les había dado por perdidos, cuando ya había finalizado la competición.
Además de la buena labor de todas las partes, es indudable que, esta vez, la suerte ha estado del lado de los bolos. Una suerte que hay ganársela, no viene sola. «La suerte ayuda cuando se hacen bien las cosas», opina Pedro Gutiérrez, presidente y jugador de la PB El Mato de Lloreda de Cayón, una peña modesta pero que cuenta con un buen número de aficionados en cada partido como local. «La gente tenía miedo, estaba muy concienciada, sobre todo en la primera vuelta. Al final ha habido un poco más de relajación en general».
Si sacar adelante una temporada normal supone un esfuerzo extra en peñas modesta de Segunda o Tercera, este año la dedicación se ha multiplicado. «Para nosotros ha sido complicado. Hemos cerrado la bolera, hemos colocado sillas para que los espectadores estuvieran a dos metros de distancia y distribuimos geles entre los aficionados», apunta Pedro, que reconoce que los jugadores han sido los primeros en dar ejemplo. «Siempre había uno que, si a ti se te olvidaba, se encargaba de recordarte que había que darse gel».
Los árbitros, con mascarilla
Jugadores, peñas, aficionados... La cuarta pata de la mesa son los árbitros, que también han tenido que reforzar su seguridad para cumplir con los protocolos. Y es que pese a tener la consideración de deportistas a nivel reglamentario, han arbitrado con mascarilla casi toda la competición. «Primero se dio la opción a cada uno de elegir si llevarla o no, porque estaban dentro de la bolera y allí solo había jugadores y pinches, pero luego recomendó Sanidad que fuera obligatoria y así lo indicamos», aclara Mariano Escandón, miembro del Comité Regional de Árbitros.
Casi todos los aficionados que han ido a las boleras han visto al trencilla limpiar el emboque con gel, otra de las medidas impuestas para preservar la salud de los colegiados, que tampoco podían pinar bolo alguno que no fuera el cachi. «Además instábamos a los pinches a que esperasen a que pasásemos el pie para entrar en la caja y a mantener la distancia cuando se colocasen en el mismo lado de nosotros», recalca Escandón, que cree que el secreto para el buen discurrir de la temporada ha sido «la concienciación de todos».
Una temporada completa, salvo los circuitos individuales, a la que no le ha faltado ningún gran torneo o concursos: Ligas, copas, campeonatos, Banco Santander y hasta una mañana de bolos en el Refugio de Áliva. Un esfuerzo que ha dado su recompensa y que, como dice José Antonio Abascal, «ha salvado el verano de mucha gente. No ha habido ocio y los bolos dentro de Cantabria son muy importantes». Ha sido la primera batalla, porque de cara al mes de marzo la guerra continuará. El mundo bolístico parece preparado para el reto.
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